Hace apenas dos o tres años África alcanzó su punto más bajo de conflictos armados desde el tiempo de las independencias.
Había entonces una gran esperanza en que el continente que ha sufrido más guerras durante las últimas cuatro décadas llegaba finalmente a una situación prometedora de paz. Conflictos muy largos y complicados como los de Angola, Mozambique, Chad, Sudán, Norte de Uganda, Liberia, Sierra Leona, Burundi y otros se daban por terminados e incluso algunos de estos países emprendían una senda de estabilidad y desarrollo, con altas tasas de crecimiento económico. Pero desde el año pasado la situación empeora y hoy parece que el mapa de África vuelve a estar lleno de puntos rojos de conflicto.
Si damos un repaso a los conflictos abiertos de África, podemos empezar con el más antiguo, el de Somalia, país que desde 1991 no ha tenido un gobierno que funcione y que desde aquel año se desangra en conflictos, primero protagonizados por señores de la guerra, y desde hace pocos años por los rebeldes islamistas de Al Shabaab. Las fuerzas de la Unión Africana consiguieron hace pocos meses expulsar a los radicales de Mogadiscio, e incluso ganar parte de su territorio fuera de la capital, pero últimamente los rebeldes han vuelto a atacar y no se ve un fin próximo.
En la misma región del Cuerno de África hubo a finales de los años 90 una guerra entre Etiopía y Eritrea. Desde hace doce años hay una paz muy frágil entre ambos países que hace pocos días se ha vuelto a poner en peligro. Tropas etíopes entraron en suelo eritreo para poder atacar desde la retaguardia a los rebeldes de afar y desde entonces se ha elevado la tensión. Y en la misma zona, podemos hablar ya de guerra entre Sudán y Sudán del Sur, el nuevo país que se independizó en julio del año pasado. En 2005 se firmó el acuerdo global de paz, que puso fin a más de dos décadas de guerra que se cobró dos millones, pero desde entonces la tensión ha ido en aumento. El conflicto se centra en la frontera entre ambos países, que no está demarcada de forma clara, y tiene un trasfondo de reparto del petróleo. La mayor parte de los pozos está en el sur, pero el oleoducto pasa por el norte y ambos países se acusan mutuamente de sabotear la producción y exportación del crudo, del que ambos dependen. El último episodio que ha elevado la tensión ha sido la ocupación de Heglig por parte de Sudán del Sur, quien finalmente se retiró ante los requerimientos de la ONU. El gobierno de Jartum, por su parte, lleva desde el año pasado bombardeando a poblaciones enteras en su propio territorio en los montes Nuba y en el estado del Nilo Azul, sin permitir la entrada de la ayuda humanitaria, además de lanzar también bombas contra la ciudad de Bentiu, en el país vecino.
Otro conflicto que ha rebrotado durante el último mes ha sido el de la R D Congo. El protagonista del último episodio es Bosco Ntaganda, un antiguo señor de la guerra contra quien pesa una orden de busca y captura por parte de la Corte Penal Internacional por crímenes cometidos hace diez años en la región del Ituri y que como número dos del movimiento rebelde CNDP fue responsable de masacres cometidas contra la población civil. A pesar de esto, en virtud de un acuerdo de paz entre sus rebeldes tutsis y el gobierno de Joseph Kabila, fue integrado en el ejército congoleño con el rango de general. Pero, presionado desde fuera, y harto de que en las fuerzas armadas hubiera una cadena de mando paralela, Kabila ordenó su detención hace pocas semanas. Ntaganda huyó de la ciudad de Goma con varios cientos de desertores y hace pocos días ha tomado dos ciudades a apenas 40 kilómetros de la capital de la provincia del Kivu Norte, provocando miles de desplazados. Muchos afirman que a Ntaganda le apoya el ejército ruandés y es difícil saber cómo evolucionarán los acontecimientos. En Burundi, país que tuvo un proceso de paz ejemplar y en el que último grupo guerrillero –el FLN- entregó las armas en 2009, desde hace dos años hay ataques y asesinatos políticos cada dos por tres y un nuevo grupo rebelde burundés amenaza la estabilidad de este país desde zonas vecinas de la R D Congo.
En el Noreste del Congo, la población sigue viviendo en una situación de inseguridad por la presencia de los rebeldes ugandeses del Ejército de Resistencia del Señor (LRA), de Joseph Kony, quien también realiza ataques en el Suroeste de la República Centroafricana. Estados Unidos mantiene en esta zona 100 asesores militares para ayudar a los ejércitos de cuatro países africanos a acabar con esta guerrilla, que ha vuelto a conocerse gracias a un vídeo muy difundido en internet durante el mes de marzo.
Y si damos una mirada a África Occidental, los conflictos se han recrudecido en el Norte de Nigeria, por la acción de los terroristas de Boko Haram, Guinea Bissau ha conocido su enésimo golpe de Estado hace pocas semanas, y en Malí los rebeldes islamistas y los tuaregs han dividido de facto el país en dos, controlando todo el norte. Un golpe de Estado justificado precisamente para poner fin a esta rebelión sólo ha empeorado las cosas y ha dividido al ejército en dos bandos que han llegado a enfrentarse a tiro limpio en Bamako.
Estos son los conflictos más visibles. Después están también los llamados “de baja intensidad” y las fuertes tensiones que se siguen viviendo en países como Zimbabwe, República Centroafricana, Chad, Senegal (Casamance), Uganda y otros. En muchos casos se trata de rebrotes de conflictos que parecían haber terminado, y que confirman la teoría –defendida por Paul Collier en “El Club de la Miseria”- según la cual los países pobres que llegan a un acuerdo de paz tienen un gran riesgo de recaída en guerras anteriores. Es triste que en muchos casos estos descensos hacia situaciones violencia se den por intereses de fuera.