En esta Cuaresma el Papa nos invitaba, como es habitual en Francisco, a la cultura del encuentro, en la “única” familia humana. Pero, ¿cómo nos encontramos con los hermanos?, en este caso los niños esclavos. ¿Cómo nos encontramos con esta realidad que atraviesa culturas y países sin barrera alguna?
Este año coincide, el 16 de Abril de 1995, un domingo de Pascua. Hace 22 años, en esta fecha señalada, murió asesinado a los 12 años Iqbal Masih. La Pascua vivida por Iqbal ese año fue fruto de una Cuaresma para nada acomodada; 12 años de entrega y lucha a sus amigos, niños esclavos como él. Cristiano, en un país de mayoría musulmana como Paquistán, se unió a otros niños para denunciar la situación que vivía. Iqbal trabajaba doce horas al día trenzando alfombras por un a rupia diaria. A los 10 años Iqbal asistió a un mitin sobre derechos humanos y su vida cambió radicalmente. Consiguió la libertad a través de una campaña del Frente de Liberación del Trabajo Forzado, y se convirtió en un activo luchador contra el trabajo esclavo. Iqbal quiso que con el dinero de los premios recibidos se comenzara a construir una escuela.
Hace unos meses se nos mostraba la realidad que hay detrás de los productos “low cost”, entre otras, niños trabajando a 15 céntimos la hora en fábricas de Myanmar (Birmania). También nos oprimía el corazón la situación de niños refugiados sirios esclavizados en fábricas de ropa en Turquía. O los “niños de la calle” que mueren en ciudades como Caracas, fruto de la miseria y la violencia. Cristo sigue presente a su lado.
En la preparación de esta Pascua queremos seguir reconociendo en los pobres a los protagonistas de su propia liberación, en tantas experiencias que nos ha dado la historia, como la de Iqbal.
Pero la esclavitud infantil sigue existiendo, y se hace presente en demasiados rostros, que se han de convertir en una angustia que transforme el dolor en virtud. En el encuentro diario con los 400 millones de niños esclavos.
El 16 de Abril muchos de nosotros volveremos a recordar esta injusticia, en las calles, en las plazas, en los centros culturales. Encontrarse con Dios es encontrarse con la vida de estos niños y combatir las causas de su miseria.
Redacción Solidaridad.net