Propuesta integral para la conservación del medio ambiente

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La cuestión ambiental es un tema permanente en la agenda social y política, mucho más desde la encíclica Laudato si’ del papa Francisco

Han sido muchos los grupos ecologistas, asociaciones, ONGs y partidos políticos que se han sumado a la corriente y han aprovechado para afirmar, incluso, «eso ya lo decía yo».

«Laudato si’, mi’ Signore » («Alabado seas, mi Señor») cantaba ya san Francisco de Asís al recordarnos que nuestra casa común era como una hermana con la que compartimos la existencia y como una bella madre que nos acoge entre sus brazos. Francisco nos ha recordado que esa hermana «clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella», a lo que deberíamos añadir, una minoría de la población mundial.

Así es. Los países enriquecidos del norte, sus gobiernos y multinacionales, se han desarrollado haciendo uso de una mentalidad de propietarios y dominadores de la tierra, expoliando los recursos disponibles, generando residuos de forma exponencial, deforestando millones de hectáreas en el planeta, contaminando las aguas y el aire, provocando la pérdida de biodiversidad y, no podemos olvidarlo, generando miseria, empobrecimiento, hambre y muerte para la mayor parte de la población mundial.

¿Y los habitantes de esos países depredadores? Pues por acción u omisión, hemos ido adquiriendo un estilo de vida que nos ha hecho cómplices de la catástrofe ecológica que, desde la revolución industrial, se ha ido gestando.

El magisterio de la Iglesia, que nos da luz y nos ayuda a discernir los signos de los tiempos, no ha dejado de advertirnos de la situación dramática a la que podía llegarse. En los últimos 50 años, el papa Pablo VI se refirió a esta problemática presentándola como una «una consecuencia dramática de la actividad descontrolada del ser humano», señalando la «urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comporta¬miento de la humanidad». San Juan Pablo II llamó reiteradamente a una conversión ecológica global, planteando la necesidad de cambios profundos en los estilos de vida y consumo de la población, los modelos de producción y en las estructuras de poder que rigen el mundo. Benedicto XVI, por su parte, renovó la propuesta de «eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente», que representa el conjunto de relaciones que existen entre el medio físico y biótico (la naturaleza) y el medio antrópico (comercio, economía, política, cultura, sociedad, vida, sexualidad, familia, consumo, modas, violencia, etc).

El papa Francisco nos advierte del fracaso de muchas soluciones concretas debido no sólo al rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés y la desidia de todos. Y destaca que no se puede afrontar la degradación ambiental si no se presta atención a las causas que tienen que ver con la degradación humana y social.

Cuando se habla de problemática ambiental hay que tener en cuenta al hombre, a todos los hombres: a los responsables del deterioro y, en especial, a las víctimas, los más débiles y pobres del planeta. Y es que habitualmente las grandes conferencias internacionales, los acuerdos que salen de ellas, las propuestas y líneas de acción de la mayoría de organizaciones, parecen no tener conciencia de los problemas que afectan a los últimos de la tierra. Se habla del adelgazamiento de la capa de ozono, del cambio global, de la deforestación, la contaminación de los acuíferos, la pérdida de biodiversidad o el derretimiento de los glaciares… pero se olvidan de los hambrientos que surgen al destinar las tierras al cultivo de cereales o palma para fabricar biocombustibles o alimentar ganado; de los expulsados de sus tierras por las multinacionales mineras o madereras; de las poblaciones expuestas a metales pesados por el procesamiento de mineral al lado de los ríos de los que beben y pescan; de los niños esclavos que reciclan residuos electrónicos en Agbogbloshie o extraen diamantes y coltán en las minas de la República Democrática del Congo; de las mujeres explotadas en el sureste asiático, que fabrican prendas de ropa para las multinacionales occidentales; de las mujeres y niños que son víctimas de la trata para satisfacer deseos sexuales inconfesables; de las más de 100.000 personas que mueren cada día a causa de un hambre planificada.

Esa cruda realidad pasa inadvertida para la mayoría de los que vivimos en países enriquecidos. Parece como si estuviésemos inmunizados, cauterizados para ver y hacernos sensibles a esa realidad de la periferia; como si hubiésemos olvidado que el ser humano también es una criatura del mundo, parte del medio ambiente, que tiene una dignidad especial, que goza del derecho a vivir y a ser feliz. Nuestro modelo, por el contrario, nos ha llevado a cultura del descarte en la que la que la vida de algunas personas ha perdido su valor.

Datos para la reflexión:

La Huella Ecológica, un indicador de la demanda de la humanidad sobre la naturaleza, se define como el total de superficie ecológicamente productiva necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de una determinada comunidad humana y absorber los residuos y contaminantes que genera. La contribución al exceso ecológico global varía de unas naciones a otras: si todas las personas del planeta tuviesen la huella promedio de un ciudadano de Qatar o Estados Unidos, necesitaríamos 4,8 o 3,9 planetas, respectivamente. Esa cifra se reduce a 1,4 o 1,5 planetas para un ciudadano tipo de Sudáfrica o Argentina, mientras que con la huella de un habitante de Haití, el país con menor PIB per cápita, podrían vivir el triple de habitantes que actualmente hay en el planeta. Es decir, existe una terrible desigualdad entre países respecto al uso y disfrute de los recursos que nos da la Tierra y en la agresión y alteración del medio ambiente que produce cada uno de ellos.

Un trabajo realizado en 2014 ha revelado que algo más del 40% de las emisiones de CO2 acumuladas desde la Revolución Industrial eran responsabilidad de 81 corporaciones privadas o estatales y que sólo nueve países habrían contribuido con otro 21% más.

¿Los 500 millones de personas más ricas del mundo (aproximadamente el 7% de la población) son responsables del 50% de las emisiones de dióxido de carbono, mientras que los 3.000 millones más pobres solo emiten un 6% del total. Por países, China, EE.UU. y la UE son responsables del 50% de las emisiones.

En otro trabajo se ha constatado que el consumo de los países enriquecidos es responsable del 23% de las emisiones de CO2 producidas en China y otros países emergentes, llegando en algunos casos a superar el 30% de sus emisiones. Entre el 24 % y el 56 % de la huella total de la UE ocurre fuera de Europa.Es decir, estos datos demuestran que los consumidores del norte somos responsables indirectos de una gran proporción de las emisiones de carbono.

La multinacional Shell, la mayor petrolera que opera en Nigeria desde hace más de 50 años, ha provocado durante años un desastre ambiental en el país derramando un millón y medio de toneladas de petróleo, 20 veces más la carga del Prestige. En agosto 2011 el Programa de Medio Ambiente de la ONU (PNUMA) acusó a la petrolera de llevar décadas provocando una grave contaminación a causa de los vertidos de petróleo en el territorio de los ongoni, generando malformaciones, leucemia y muertes prematuras entre su población. De acuerdo con los análisis la tasa de contaminación superaba en 900 veces el nivel permitido por la Organización Mundial de la Salud. Esto explica que Nigeria, a pesar de ser el principal productor de petróleo de África, siga ocupando una de las últimas posiciones en índice de desarrollo. ¿Quién acapara beneficios?.

A pesar de los desastres ambientales provocados por la Shell, ésta es una más de las 1800 empresas financiadoras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través del Global Compact (Pacto Global), donde se aúnan con este objetivo un gran número de entidades financieras, del sector aeroespacial, de la industria extractiva y productiva de energía, del textil, etc. Y es que la ONU está buscando financiación extra-presupuestaria ya que, desde la década de 1980, las aportaciones de los países donantes se han desviado de «financiación para gastos de funcionamiento» hacia fondos voluntarios destinados a una institución o tema concreto. Un volumen creciente de financiación procede de fuentes no gubernamentales, fundaciones filantrópicas y sector empresarial -multinacionales, lo que supuso que en 2012 la mitad de la financiación total procediese de esas contribuciones y fuese destinada a objetivos concretos.

Por otro lado, mientras leyes y acuerdos internacionales velan por la protección de las especies en peligro, por la conservación de ciertos ecosistemas, por la declaración de espacios protegidos, otras propuestas conservacionistas ponen el énfasis en la reducción de la natalidad, no faltando presiones desde los organismos internacionales sobre los países empobrecidos, condicionando las ayudas a que promuevan políticas de «salud sexual». Es decir, se culpa al aumento de población como responsable de la problemática ambiental y no al modelo consumista y derrochador de una minoría de la población mundial, la del norte.

Según la OCDE España será el tercer país más envejecido del mundo en el año 2050. Estamos a la cola de natalidad de Europa con 1,3 hijos/mujer de media, muy lejos de los 2,1 que representan la tasa de reposición. Sin embargo, en nuestro país se realizan cada año alrededor de 100.000 abortos cada año, lo que supone un ataque a la dignidad y la vida del ser humano más indefenso y un riesgo, sistemáticamente ocultado, para la salud de las mujeres que se los han practicado.

Según datos de la FAO, la tierra produce en la actualidad suficientes alimentos para sostener a más del doble de la población actual del planeta y, repetidamente, se han batido records en la producción mundial de cereales, arroz y otros cultivos. En otro estudio de la OMS se afirma que en el mundo existen más de 1.400 millones de adultos con sobrepeso y más de 500 millones con obesidad. Existen también hoteles de lujo que ofrecen menús, preparados por chefs, para perros y gatos… Y todo ello en un planeta donde más del 80% de la humanidad pasa hambre. ¡Mientras unos se atiborran y piensan en adelgazar, otros no tiene qué llevarse a la boca!.

En lugar de atajar las causas y hacer frente al modelo actual de desarrollo, éste no se cuestiona y se propone seguir con él, aumentando la deuda ecológica generada entre el norte y el sur, globalizando la indiferencia que existe hacia los problemas de la humanidad.

Es necesario tomar conciencia de esta realidad

El papa Francisco nos ha recordado que todos “estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas, que rápidamente se convierten en basura”, y que existe una verdadera deuda ecológica, particularmente entre el Norte y el Sur.

Se hace imprescindible tomar conciencia de la realidad que vivimos, de las causas reales que están provocando la degradación ecológica y social del planeta, de la necesidad de realizar cambios en nuestros modelos de producción y consumo, en nuestro estilo de vida. Una verdadera revolución ambiental (social, cultural, económica y política) que prime la justicia y el bien común sobre cualquier otro interés, escuchando tanto «el clamor de la tierra como el clamor de los pobres».

Autor: Mª del Mar Tallón