El futuro petrolífero está en el África subsahariana. Actualmente, un 10% de las reservas mundiales de crudo se encuentran allí y la ONU estima que, antes de 2010, el continente negro se convertirá en el primer productor de petróleo del mundo.
Ángel Villarino. Bangkok. Cotizalia
China, sedienta de energía y sin grandes recursos más allá del carbón, está desplegando sus tentáculos por todo el continente. En poco más de una década de inversiones y ofensivas diplomáticas, África suministra ya un 30% de las necesidades energéticas del gigante asiático, mientras languidecen los tradicionales productores de la región, como Indonesia, que la semana pasada anunció que salía del OPEP tras haberse convertido en un importador neto de petróleo.
China no es la única potencia que lucha por hacerse con el oro negro africano, pero tiene una importante ventaja respecto a la mayoría de sus competidores occidentales. Algunos expertos, como Princenton N.Lyman, del African Policy Studies, lo definen así: «Pekín llega con dinero, técnicos expertos y la influencia diplomática en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para, por ejemplo, defender al gobierno de turno frente a sanciones internacionales». El director del Ente de inversiones de Nigeria, Mustafá Bello, lo confesó sin ambages en una entrevista con el New York Times: «Estados Unidos viene hablando de gobierno, democracia, eficacia, seguridad, ecología. Los chinos sólo preguntan qué tiene que hacer para conseguir la licencia».
Las inversiones de las petroleras chinas en África se localizan en un puñado de países. El principal de ellos es Sudán, donde Pekín entró en 1996 y país que actualmente produce el 7% del crudo que consume China. «Pekín tiene ventaja al hacer negocios con Jartum porque las petroleras occidentales están presionadas por sus gobiernos y la opinión pública a no entrar aquí, en castigo a un régimen que somete a esclavitud y persecuciones raciales a la población del sur, en la región de Darfour», explica Lyman. El ejemplo suele utilizarse para denunciar la política exterior del imperio emergente.
El oro negro aliñado con las salsas del ‘miedo amarillo’
Sudán ha sido la punta de lanza de una estrategia que se va extendiendo lentamente. En Argelia, nación rica en hidrocarburos, China ha cerrado también jugosos acuerdos en los últimos años, mientras que el nuevo frente abierto pasa por Nigeria y Angola, cuyos yacimientos se cuentan entre los más prometedores del planeta. En los últimos meses, Pekín ha cerrado con ambos países acuerdos que alcanzan los 5.000 millones de dólares. China también está tanteando, por ahora sin logros tan espectaculares, a algunos países productores del África central, como Gabón o Guinea Ecuatorial.
Entre los expertos que han viajado a África a estudiar las inversiones sobre el terreno no falta quien asegura que el fenómeno está siendo exagerado intencionadamente y aliñado con las salsas del miedo amarillo. Erica S.Downs, analista del John Thornton Center, una institución con sede en Washigton creada para mediar ente los intereses chinos y norteamericanos, explica que la presencia de Pekín en África es mínima si se compara con la de las grandes petroleras internacionales. «Las petroleras chinas extrajeron en 2006 unos 267.000 barriles al día en África. Esto es sólo un tercio de lo que produce la división africana de ExxonMobil y en torno a un 7% de lo que extrae la mayor petrolera africana, la Sonatrach argelina», nos comentó.
Lo que nadie pone en duda es que el pulso existe y que es uno de los más importantes que se libran en estos momentos.