Estamos en un momento caracterizado por transformaciones radicales de las estructuras sociales, culturales, económicas y políticas. Es un auténtico cambio de época donde la tecnología está jugando un papel fundamental.
Aunque unas elecciones políticas son un acontecimiento importante, no es algo que modifique las estructuras fundamentales de una sociedad. Sin embargo, al estar sumergidos en un cambio de época, cualquier fenómeno relevante evidencia la crisis global en la que estamos.
Actualmente la estructura política de España está en crisis. Tanto la UE como la organización del estado están muy debilitadas ya que hay importantes fuerzas centrífugas internacionales que están intentando alterar estas instituciones para beneficio propio. En estos momentos, cualquier cambio es posible siempre que sea compatible con los intereses del neocapitalismo transnacional, el cual ha demostrado que puede funcionar bajo regímenes muy diversos: democracias liberales; dictaduras comunistas o neofascistas; regímenes centralistas o por el contrario, federales.
Lo que parece una realidad es que la estructura política de la transición en España ha caducado. Sirvió para integrar a España a la UE y ahora estamos en otro contexto muy diferente. El neocapitalismo del siglo XXI ha roto los esquemas tradicionales del modelo capitalista anterior. Ha mutado a otro tipo, rompiendo el estatus quo y generando un caos, un desorden inasimilable para gran parte de la población, incluso para aquellos privilegiados de la antigua clase media. Con esta estrategia de disrupción, el sistema genera nuevos beneficios a costa de mayor sufrimiento. Actualmente 26 personas poseen los mismos activos que el 50% más pobre del planeta.
En España se han producido modificaciones importantes en nuestra estructura socio-política. Así la fallida revuelta popular del denominado -15M- se integró en la democracia neoliberal mediante la fabricación desde el poder (ver Informe Transforma España 2020) de un partido, «Podemos», situado a la izquierda del PSOE. Sin embrago, la socialdemocracia del PSOE no se distingue en nada de la socialdemocracia de Podemos. Ahora Vox hace lo mismo con una fracción de la derecha muy cansada de la «tibieza» del PP en algunos temas. La radicalidad de Vox en inmigración, unidad España, o ideología de género no contradicen para nada su ideología netamente ultra-liberal. De eso parece que no se han dado mucha cuenta los jóvenes de «precariado» español que les han votado.
De nuevo se observa como el sistema genera su propia disidencia, tanto a la izquierda como a la derecha, para controlar mejor a la sociedad. Lo ideológico, en el fondo, ocupa un lugar absolutamente secundario puesto que el actual sistema es sobre todo una forma de vida, materialista y relativista, que comparten todas las fuerzas políticas sin distinción. Nadie defiende permanente e integralmente de dignidad de toda vida humana. Unos contra los no nacidos o los enfermos. Otros contra los inmigrantes empobrecidos.
Circunstancialmente se puede tener la duda sí Ciudadanos puede sustituir al Partido Popular en el centro derecha liquidando definitivamente cualquier vestigio de lo cristiano que pudiera alterar la agenda bio-politica del neocapitalismo. El ultra-liberalismo de Ciudadanos no tiene nada que envidiar al ultra-liberalismo de Vox o del PP. Pero lo peor es tragarse la milonga de que la «izquierda» va a gobernar. Que el PSOE o Podemos vayan a hacer algo serio por la dignidad del trabajo contra el capital no es creíble vistos los últimos 40 años de democracia. No creo que los bancos que les financian lo permitan.
Por otro lado, una de las cuestiones más dramáticas que se han puesto de manifiesto en estas pasadas elecciones en España es la instrumentalización de lo cristiano a favor de la opción de Vox. Ha sido una trampa perfectamente diseñada para, de nuevo, impedir que pudiera surgir una opción seria de renovación política de la sociedad española a partir del mensaje cristiano cuyo núcleo fundamental es la defensa integral de la vida y de la solidaridad desde los más empobrecidos y débiles.
Históricamente, una de las mayores tragedias de nuestro país ha sido la identificación de lo católico con la derecha política: el nacional-catolicismo durante Franco y el Partido Popular durante la transición. Todo un desastre. ¿Qué se ha conseguido? Ahora muchos católicos se han lanzado a los brazos de una opción que es anticristiana por su desprecio a los más débiles y empobrecidos de la sociedad. Así de nuevo el cristianismo está perdiendo la oportunidad de ser una alternativa real desde la que pudiera surgir un referente político y moral en la sociedad española.
Actualmente, las elecciones son, sobre todo, una medida del estado de opinión. Hace cuatro años el PSOE estaba hundido, hoy lo está el PP. Los poderes fácticos del neocapitalismo, reales, se mantienen. Ellos no han dejado de gobernar desde los organismos internacionales y las grandes corporaciones.
En ningún caso se observa una sociedad fuerte desde la base. La sociedad española está desvertebrada. Algunos ejemplos de ello son el individualismo neoliberal hegemónico; la crisis del matrimonio y de la familia; el desprecio a los inmigrantes empobrecidos; la ausencia de un concepto compartido de bien común; la precariedad social y laboral o la deriva nacionalista que no es otra cosa que el triunfo de lo particular sobre el bien común para beneficio de los poderosos.
El régimen político está secuestrado por los partidos políticos y la sociedad está ausente durante cuatro largos años hasta que vuelve a votar. Por ello es necesaria una nueva estrategia política por el bien común que construya una democracia auténtica. Hay que buscar y encontrar nuevas formas de gestión política desde la base de la sociedad. Hay que generar un tejido social, familiar y profesional capaz de recuperar el poder real para el pueblo. Lo demás se dará por añadidura. Eso exige que cada día, cada ciudadano, cada familia se comprometa activamente por el bien común.
Carlos Llarandi