Para el ahora Papa Benedicto XVI, esta violencia «se ha convertido en una especie de nueva guerra mundial, sin frente fijo, pero que puede golpear en todo el mundo sin distinguir entre combatientes población civil»
Ignasi Miranda
ForumLibertas.com
Para el ahora Papa Benedicto XVI, esta violencia «se ha convertido en una especie de nueva guerra mundial, sin frente fijo, pero que puede golpear en todo el mundo sin distinguir entre combatientes población civil»
El Papa Benedicto XVI, que condenó de forma clara los atentados del 7 de julio en Londres, considera que el terrorismo «se ha convertido en una especie de nueva guerra mundial sin frente fijo, pero que puede golpear en todo el mundo y no conoce ya la distinción entre combatientes y población civil, entre culpables e inocentes». Así lo expresó públicamente hace justo un año, cuando era el cardenal Joseph Ratzinger, en una conferencia pronunciada en la Abadía de Saint-Étienne de Caen (Francia). Tras preguntarse qué pueden hacer los cristianos ante esta situación de nuestro tiempo, aseguró que «no se puede acabar con el terrorismo, es decir, con la fuerza opuesta al derecho y contraria a la moral, sólo por la vía de la fuerza».
Según Ratzinger, si el terrorismo o incluso el crimen organizado se convierten en realidades cotidianas que refuerzan cada día más sus redes, «podrían igualmente encontrar acceso a las armas nucleares y biológicas, lo cual supone un peligro terriblemente grande». En la misma línea, el ahora Papa considera que, «como este potencial de destrucción se encuentra solamente en manos de los mandatarios más poderosos del mundo, podemos esperar que la razón y la consciencia de las amenazas que pesan sobre el pueblo y los estados excluyan en esos países la utilización de este tipo de armamento». Precisamente el freno a este recurso tan destructivo es, según el pontífice, lo que ha frenado una situación de violencia mundial peor que la actual: «A pesar de todas las tensiones entre el Este y el Oeste, la guerra a gran escala (¡alabado sea Dios!) nos la hemos ahorrado». Pero las fuerzas terroristas y las organizaciones criminales ya no trabajan sobre esta hipótesis, porque un de los elementos básicos del terror reposa sobre el hecho de que sus artífices están preparados para la autodestrucción, que además se ha convertido en martirio bajo la promesa» de una recompensa.
Sobre lo que la humanidad puede hacer contra el terrorismo, Benedicto XVI recuerda que «la defensa del derecho contra la fuerza destructiva puede y debe, en ciertas circunstancias, ayudarse de una fuerza comedida y calculada, siempre con el objetivo de proteger el propio derecho». También destaca que «un pacifismo absoluto, que niegue al derecho todo medio coercitivo, sería la capitulación ante la iniquidad, avalaría sus ansias de poder y dejaría al mundo bajo el dictado de la violencia». Como conclusión a esta reflexión, Ratzinger afirma que, «para que la fuerza del derecho no se convierta tampoco en iniquidad, es necesario que se someta a unos criterios estrictos que deben ser reconocidos por todos».
Causas del terror, sin justificarlo
El pontífice está convencido de que esa fuerza del derecho «debe preguntarse por las causas del terror, que con mucha frecuencia busca su fuente en una situación de injusticia no combatida con medidas eficaces». Para afrontar esta realidad, que nunca debe servir para justificar la violencia, propone «dar siempre una nueva oportunidad al perdón, con el fin de romper el círculo de la violencia». Y añade que, «allí donde el ojo por ojo es practicado sin escrúpulos, no se puede encontrar salida a la violencia». Según Joseph Ratzinger, «estos gestos de humanidad, al romper con la violencia, son necesarios precisamente donde parece que, a primera vista, son una pérdida de tiempo».
Benedicto XVI sostiene, en definitiva, que «es importante que no sea solamente un poder determinado el que mantenga el derecho porque, con demasiada facilidad, su intervención se supedita a intereses particulares que alteran la visión clara de la justicia». Este principio es, precisamente, el que permitió configurar «una verdadera paz entre las fuerzas antagónicas»· que se habían enfrentado en la Segunda Guerra Mundial. El reto de superar la guerra fría se resolvió positivamente, según Ratzinger, porque pasó «no por reforzar un derecho particular, sino por establecer la libertad común y el predominio del derecho verdadero, aunque ello tampoco ha podido impedir el nacimiento de nuevas estructuras hegemónicos».
Sus frases más destacadas sobre «razón y religión»
Éstas son algunos de los comentarios de Ratzinger en su conferencia de hace un año:
«Es cierto que, en esta situación, la relación entre razón y religión es de una importancia decisiva y que la búsqueda de un vínculo justo entre ambas está en el centro de nuestros esfuerzos en materia de paz. Modificando una afirmación de Hans Küng, me gustaría decir que nunca más puede haber paz en el mundo sin la verdadera paz entre la razón y la fe, porque sin esa paz entre la razón y la religión, se agotan las fuentes de la moral y del derecho»
«Existen patologías de la religión –las vemos- y existen patologías de la razón –también las vemos-. Ambas constituyen unos peligros mortales para la paz y, en la época de nuestras estructuras globales de poder, también para la humanidad en su conjunto»
«Los cristianos debemos esforzarnos, junto con todos nuestros conciudadanos, para dar al derecho y a la justicia un fundamento moral que se inspire en las ideas cristianas fundamentales… Si no hacemos memoria del Dios de la Biblia, del Dios que se ha hecho próximo en Jesucristo, no encontraremos el camino de la paz»