Rearme europeo y restructuración del «Orden Mundial»

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Por una paz desarmada y desarmante

Las decisiones adoptadas por los países europeos adquieren un cariz profundamente irresponsable, suicida y están generando un creciente rechazo en el escenario internacional. Queremos trabajar en otra dirección. El camino hacia una paz desarmada y desarmante. Este camino es siempre una apuesta por el respeto absoluto a la vida y a la dignidad de todo ser humano. Qué duda cabe que, en muchos lugares del mundo, en muchas pequeñas acciones, en muchos espacios y organizaciones, se trabaja en esta otra lógica de la promoción y el protagonismo del pueblo, de la colaboración y la cooperación por la existencia, de la solidaridad, del encuentro.

Por Grupo Autogestión para la revista solidaria Autogestión

1- Europa entra en una fase de rearme

El conflicto en Ucrania, que ya dura más de tres años, ha obligado a los países de la OTAN a aumentar significativamente sus presupuestos militares en respuesta a la beligerancia de Rusia y las presiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La exigencia de Mark Rutte a los países de la OTAN de destinar el 5% de su PIB a defensa, ratificada en el libro blanco sobre defensa europea (marzo 2025) en el marco del informe Draghi, propone una inversión total de aproximadamente 750 a 800 mil millones de euros al año. El Plan Marshall representó entre el 1% y el 2% del PIB en los países receptores.

Para ello Bruselas plantea suspender las reglas fiscales. De esa manera los gobiernos pueden invertir sin temor al castigo de la Comisión si superan el déficit del 3% del PIB. Lo que parecía impensable hace sólo unos años, ahora es una realidad tangible: Europa ha entrado en una nueva fase de rearme. Las cifras evidencian un cambio estructural en la definición de las prioridades estratégicas de las políticas públicas.

No estamos ante un simple aumento del gasto en defensa, sino ante una mutación profunda del presupuesto y de la lógica de inversión pública en el marco de una economía de guerra en formación en la que la inversión pública, la política industrial y la innovación tecnológica están crecientemente dirigidas hacia el desarrollo de capacidades de defensa y seguridad, favoreciendo a aquellos sectores considerados estratégicos en términos militares y desplazando los principios tradicionales del denominado Estado social.

2- La carrera armamentística ya se había puesto en marcha

Que la carrera armamentística y las guerras (y las posguerras) constituyen un gran negocio no lo pone en duda nadie. Las 5 mayores empresas de defensa mundiales tuvieron ingresos de casi 207.000 millones de dólares en 2024. (Ver cuadro)

En los países de la Unión Europea el gasto militar aumentó más de un 30% entre 2021 y 2024, alcanzando en 2024 el 1,9% del PIB de la UE. En la misma lógica armamentística se están moviendo todos los “bloques” geopolíticos (EEUU y sus satélites, China y los BRICS). El mundo destina diez veces más dinero a armas que a Ayuda al Desarrollo. En partidas relacionadas con las fuerzas armadas se gastó en ese mismo año el equivalente a un 2,5% del Producto Interno Bruto mundial. Supone la cifra más alta registrada hasta ahora.

La decisión de la UE, qué duda cabe, va a potenciar esta carrera armamentística global y, por lo tanto, un clima bélico de terror que no hará más que incrementar una espiral de violencia que tiene su principal origen en las tremendas injusticias que mantienen a más del 80% de la población en la miseria estructural.

3- Transición del neocapitalismo en un cambio de época.

Debemos entender que se está produciendo un cambio de época dónde la arquitectura del mundo diseñado tras la II Guerra Mundial ya está traspasada. Un cambio de época que implica transiciones críticas evidentemente guiadas por los poderes dominantes.

a) Transición geopolítica y geoeconómica. ¿Desplazamiento del eje hacia el oriente (Asia- China- y Pacífico)?

Del hecho del que partimos, la crisis europea y su proceso de rearme, no cabe hacer una lectura estrecha y endogámica. Muy al contrario, se inscribe en el marco más amplio de una transición geopolítica de alcance histórico. Durante las últimas décadas, las placas tectónicas del sistema internacional han comenzado a moverse lentamente, abriendo diversas líneas de fractura que delimitan los contornos del mundo que viene. Nos estamos adentrando en un escenario nuevo y extraño, en el que la guerra de Ucrania y el rearme europeo son sólo una manifestación de un proceso de transformación mucho más profundo que anuncia un cambio de época.

Es importante, por lo tanto, situarnos en el enfrentamiento EEUU–China (y los BRICS), en dónde EEUU se juega mantener no ya su hegemonía mundial sino su posición de poder en al menos un área geopolítica. En él muy posiblemente se están reconfigurando los equilibrios mundiales como consecuencia del desplazamiento del eje del poder económico, político y cultural (también religioso) desde Occidente hacia Oriente. Observamos en este conflicto, en su hipocentro, el enfrentamiento entre un modelo civilizatorio “anglo-occidental” marcado por el liberalismo de raíz protestante y un modelo civilizatorio “asiático- oriental” o chino, de raíz confuciana y autocrática. Aunque muchos están también apostando (más como posibilidad que como realidad) por la emergencia de un bloque hispanoamericano.

En el plano económico, que resulta bastante determinante, la geoestratégica de los dos principales bloques o polos del conflicto viene siguiendo el rastro de los posibles yacimientos de cualquier materia prima- en especial, las tierras raras- que sustentan al modelo turbocapitalista tecnológico.
En este conflicto, queremos dejar en primer lugar algunas claves de los intereses que mueven a los distintos actores, señalando acontecimientos relevantes. Posteriormente indicaremos lo que a nuestro juicio serían los escenarios de confrontación de este choque de placas.

b) Los principales actores

El polo de EEUU está marcado en este momento por la reelección de Donald Trump y su propuesta First American. Fue Mackinder, con su teoría del heartland, quien propuso, para asegurar la hegemonía de EEUU en el mundo, la necesidad del control de la región del “corazón” euroasiático, que abarca Asia central, Europa del Este y partes de Rusia. En la misma línea, Brzezinski, asesor y consejero de varios presidentes en EEUU, formuló la teoría de los pivotes geopolíticos, dónde Ucrania, como un pivote geopolítico entre Occidente y Rusia, se constituye como un elemento esencial debido a su posición estratégica, lo que le otorga un interés internacional significativo. Para Estados Unidos y la Unión Europea sería deseable incorporar a Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La estrategia de los EEUU no puede dejar que el bloque euroasiático se forme y tenga una coexistencia más o menos pacífica. Por ello siempre han intentado que Europa no establezca lazos importantes con Rusia.

Esto implica aumentar el poderío militar de los EE. UU. y de los países de su “área de influencia” (que incluye la UE, Japón, Australia y otros) recurriendo, por una parte, al gasto público de los EE. UU., pero también trasladando a sus aliados (en especial a Europa) parte del costo. Pide a todas las naciones de la OTAN que incrementen el gasto en defensa al 5% (tradicionalmente se exigía un PIB del 2%). El presidente de EEUU ha advertido a los miembros de la OTAN de que, si no destinan los recursos comprometidos a su propia defensa, su país no les defenderá. También pide, indirectamente y aunque no se diga, beneficiarse de la producción armamentística, lo cual se hace posible por la alta dependencia de Europa respecto de la industria bélica de los EE. UU. La condición del apoyo a Ucrania y a otros procesos “de paz” sigue la misma tónica. EE.UU. exige a Ucrania el 50% de los beneficios de sus recursos minerales. La propuesta de Trump también incluye el control estadounidense de los puertos y de la infraestructura energética del país y, por supuesto, prioridad para sus empresas en la labor de reconstrucción del país.

Le hemos escuchado también que sus relaciones comerciales (con la UE especialmente) están en este momento injustamente desequilibradas. En esta línea se inscriben tanto la “guerra de las divisas” (teniendo en cuenta el proceso de desdolarización progresivo que está teniendo lugar en el comercio mundial) como la “guerra de los aranceles”. Si bien la supremacía del dólar puede conferir enormes poderes al gobierno y a la clase dirigente de los Estados Unidos, consideran que, en última instancia, los extranjeros la están utilizando de forma que garantiza su declive. Así es que lo que la mayoría considera un privilegio desorbitado de los Estados Unidos, lo ve él como una carga desorbitada.

De aquí se derivan entre otros, la amenaza y el anunció de un incremento de aranceles a prácticamente todos los países del mundo, tanto aliados como enemigos. Los establece mediante una Orden Ejecutiva y los justifica por la Ley de Emergencia Económica Internacional de 1977, que no requiere aprobación del Congreso (que es el que, en principio, decide la política comercial).

Si es cierto que Arabia Saudí no renovó en junio de 2024 el acuerdo de vender su petróleo sólo en dólares también lo es que Donald Trump ha cerrado un acuerdo de defensa e IA por valor de 600.000 millones de dólares con este país. Los acuerdos revelados incluyen el compromiso de Humain, la nueva empresa estatal de IA de Arabia Saudí, de construir una infraestructura de IA en el reino utilizando cientos de miles de los chips más avanzados de Nvidia durante los próximos cinco años y han manifestado su intención de realizar fuertes inversiones en armas (por valor de 142.000 millones de dólares) así como inversiones en energía. También, dicho sea de paso, ha cerrado acuerdos similares con Qatar.
No son menos importantes, en su estrategia, los escenarios de África- donde acaba de firmarse un “frágil” acuerdo de paz en el Congo que tiene mucho que ver con sus recursos estratégicos- y del Próximo Oriente dónde la guerra contra Gaza, la de los 12 días en Irán o los ataques a Siria encuentran su explicación en la misma lógica de afianzar- equilibrar su posición estratégica.

Qué duda cabe de que con ella busca mejorar su posición negociadora con China a la hora de realizar el reparto de las respectivas esferas de influencia. Estas incluyen el reparto de mercados, rutas comerciales y fuentes de materias primas.
En el polo de China está habiendo igualmente movimientos importantes. Los dirigentes están recorriendo el mundo no sólo para contrarrestar la influencia de Estados Unidos sino también para apuntalar sus mercados de exportación a medida que aumenta su superávit comercial.

Este mismo año ha tenido lugar la IV Reunión Ministerial del foro China-Celac (América Latina) en la capital china, Pekín. La cita la protagonizaron el propio Xi y los presidentes de Colombia, Gustavo Petro; Chile, Gabriel Boric, y Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva. El Gobierno chino aseguró que China y Latinoamérica «fortalecerán su unidad» y «trabajarán juntos para crear un supermercado de 2.000 millones de personas». China ya ha inaugurado su primer puerto en América. Es el de Chancay en Perú, a 75 kilómetros de Lima. Se va a convertir en el primer ‘hub’ logístico (zona de distribución y logística) chino para la vertiente pacífica de América. Este puerto es fundamental para hacer frente al control del Canal de Panamá que quiere Trump.

En la cumbre BRICS 2024 en Kazán han participado 36 naciones (incluida Palestina), más 6 organizaciones internacionales, incluida Naciones Unidas. Los países asistentes representan alrededor del 30% del PIB mundial con una marcada industrialización. Representan a 3.000 millones de ciudadanos, casi la mitad del mundo, con una población muy joven. Las economías BRICS1 van a crecer más que el G7, tienen más demografía, mayor control geográfico y quieren una mayor soberanía alimentaria.

Hoy Rusia y China son miembros fundadores de los BRICS+ y la Organización de Cooperación de Shanghái, dos foros multilaterales que son parte de una nueva multipolaridad que Trump no cambiará en cuatro años. Moscú no hubiese podido sostener su esfuerzo bélico sin los semiconductores y la maquinaria avanzada que China ha vendido a la industria de defensa rusa. El gigantesco mercado del dragón – de 7,0 billones de dólares, frente a los 18,8 de EEUU y los 10,1 de la UE– ha absorbido sin problema sus exportaciones: hidrocarburos, minerales, trigo, fertilizantes. Rusia es hoy el primer proveedor de China de petróleo y el segundo de gas. Casi toda su tecnología importada es “Made in China”.

China busca ampliar la Ruta de la Seda con el dominio del Indo-Pacífico, de África e Iberoamérica a través de acuerdos comerciales. Incluso ha llegado a un acuerdo comercial con España. España ya cifra en un 22% su dependencia de la industria China este año y marca un nuevo récord. La contratación de la empresa Huawei y Hikvision para servicios del ministerio del interior ya le ha ocasionado un fuerte encontronazo con la UE y EEUU. El déficit comercial con el gigante asiático ha superado por primera vez los 10.000 millones en el primer trimestre de 2025 y es el grueso del creciente desequilibrio de la economía española con el resto del mundo.

c) Escenarios bélicos de confrontación.

Las respectivas estrategias ya han provocado de hecho líneas de fractura que se manifiestan en los más de 54 conflictos bélicos abiertos en la actualidad. La frialdad de este análisis no puede hacernos olvidar que son millones los seres humanos víctimas de estas guerras que ellos no han provocado ni decidido. Millones de seres humanos viven bajo la condición existencial de las preguerras, las guerras, los genocidios y las posguerras. Así que, cuando trazamos aquí el mapa de “las fracturas” tectónicas geopolíticas estamos trazando un mapa de hambre, de miseria, de rapiña y mafias, de orfandad, y de todas las crueldades imaginables e inimaginables.

Hablamos de, al menos, cuatros escenarios dónde se está produciendo este reajuste de zonas de influencia. El primero, el de la guerra de Ucrania, que pivota entre Europa y Asia. Hoy sabemos que el ataque a Ucrania solo fue el último eslabón de una cadena cuyo origen se remonta a la expansión de la OTAN hacia el este, tras la disolución de la URSS. A pesar de las promesas realizadas a Gorbachov en 1990, la Alianza Atlántica no sólo no se disolvió, sino que avanzó en sucesivas oleadas de ampliación hacia la frontera rusa, culminando con la inclusión de Ucrania en la agenda estratégica de la OTAN a través de diversos acuerdos de asociación y cooperación militar. La guerra, por tanto, no fue el punto de partida, sino una consecuencia trágica de una lógica de cerco que alimentó la tensión hasta límites insoportables. O, para ser más precisos, el último capítulo de una escalada inducida por un despliegue político-militar que acabó desbordando los cauces diplomáticos para resolver pacíficamente el conflicto. El acercamiento de Europa, especialmente Alemania, a Rusia y su gas barato fue una línea roja que EE. UU tampoco estaba dispuesta a dejar traspasar.

Un segundo escenario lo constituye el Mar de la China Meridional, donde la confrontación entre China y EEUU en torno a Taiwán cristaliza en un conflicto potencialmente explosivo, con implicaciones estratégicas de gran calado. El escenario asiático tampoco puede prescindir del conflicto que ha supuesto el reciente enfrentamiento entre India y Pakistán, dos potencias con arsenal nuclear.

El tercero, y está claro que la enumeración no indica categorización alguna, es el Sahel africano, convertido en teatro de una nueva disputa por los recursos, los corredores migratorios y la influencia política. Allí se entrecruzan los intereses de las antiguas potencias coloniales, los nuevos actores globales y las resistencias de algunos grupos que aspiran a la recuperación de la soberanía. En África existen actualmente 25 guerras en las que casi siempre están involucradas potencias y empresas extranjeras. Seguimos de cerca el acuerdo de paz en el Congo, aunque parece claro que EEUU cobrará por él un alto precio.

El cuarto escenario que destacamos es Oriente Medio, donde el genocidio contra el pueblo palestino, el enfrentamiento entre Israel e Irán y los ataques a Siria, han devuelto a la región una centralidad dramática. La actual guerra abierta entre Israel y Palestina, con la amenaza latente de una intervención estadounidense, anuncia un punto de inflexión estratégico que podría alterar de forma duradera los equilibrios regionales y globales.
Estas cuatro líneas de fractura —Ucrania, Asia-Pacífico, el Sahel y Oriente Medio— conforman el mapa provisional de un mundo en transición y revelan la profundidad de la crisis del orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial.

4- La opción de la UE por el rearme y sus consecuencias

a) Ni autonomía estratégica ni independencia geopolítica.

El discurso oficial sobre el rearme europeo insiste en presentarlo como un paso hacia la “autonomía estratégica” y la “independencia geopolítica” de una Europa capaz de actuar sin tutela externa en el escenario internacional.

Lejos de significar una ruptura con el orden existente, el rearme tiende a reforzar el dispositivo atlantista y a consolidar la subordinación estructural del continente europeo al poder norteamericano. Una subordinación —conviene insistir en ello— aceptada y asumida de manera acrítica por las élites europeas, que siempre han preferido la protección del paraguas estadounidense a asumir una estrategia propia y verdaderamente autónoma.
Hagamos un poco de historia. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la arquitectura de seguridad europea ha estado determinada por la presencia dominante de EEUU a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fundada en 1949. En efecto, Washington ha mantenido durante décadas un control efectivo sobre la estrategia de defensa de Europa Occidental, que de facto sigue siendo un protectorado norteamericano.

Hoy en día, cerca de 300 bases militares estadounidenses permanecen activas en suelo europeo, con contingentes permanentes que superan los 80.000 soldados, sin contar con los despliegues rotativos y el armamento nuclear almacenado en países como Alemania, Bélgica o Italia. Esta infraestructura, por sí sola, desmiente cualquier pretensión de constituir un polo autónomo de decisión geopolítica y convierte al continente en una plataforma de proyección del poder militar de EEUU. El debate real sobre la autonomía estratégica de Europa debe partir de esta base ineludible, so pena de convertirse en una ficción retórica que sólo sirve para encubrir la continuidad de la dependencia atlántica.
Desde esta perspectiva, puede afirmarse que los sucesivos intentos europeos de articular una política exterior y de defensa autónoma han sido sistemáticamente contenidos y neutralizados por los EEUU. La constante ha sido la misma: Washington ejerce su derecho de veto para frustrar cualquier conato de autonomía efectiva, inmediatamente percibido como una amenaza a la estructura de poder transatlántica. Las presiones políticas, diplomáticas y económicas se despliegan oportunamente para garantizar la adhesión a la OTAN como marco único y excluyente, sin descartar el recurso a la guerra en caso de ser necesario.

b) Consecuencias de esta estrategia de rearme

El rearme se financiará básicamente mediante la emisión de deuda soberana de cada Estado miembro, lo cual tendrá implicaciones profundas en términos de desigualdad, disciplina fiscal y jerarquía política en el espacio europeo.
Tal y como ha sido diseñado, el rearme europeo podría reactivar el patrón vivido durante la crisis de deuda soberana en la zona euro. El aumento de la prima de riesgo encarecerá la financiación de los países más endeudados, limitará su margen fiscal y condicionará sus decisiones presupuestarias, reproduciendo una jerarquía política (o sea, subordinación a potencias centrales) no impuesta desde los tratados, sino desde los mercados.
En términos materiales, esto significa que el rearme implicará una masiva transferencia de recursos públicos de sanidad, educación, protección social, … al complejo militar-industrial, con consecuencias devastadoras para el pueblo. La política militar europea quedará subordinada, de facto, a una nueva disciplina en la que los Estados más frágiles perderán toda capacidad para definir su estrategia de defensa y estarán obligados a alinearse con los intereses de los Estados centrales. O, por decirlo más claramente, no se trata sólo de desviar recursos públicos hacia la industria de guerra, sino también, y acaso fundamentalmente, de transferir las últimas reservas de soberanía de los países periféricos hacia el núcleo dirigente de la UE, especialmente el eje Franco- Alemán.

5- ¿Caben otros modelos de organización y otras vías de desarrollo?

Las decisiones adoptadas por los países europeos adquieren un cariz profundamente irresponsable, suicida y están generando un creciente rechazo en el escenario internacional, incluso entre antiguos aliados. Aunque traten de ocultarlo por todos los medios, la verdad es que el aislamiento actual de Europa no tiene precedentes en la historia. Nunca antes habíamos estado tan solos en el panorama internacional. Los países del Sur Global, agrupados en foros como los BRICS, rechazan abiertamente la estrategia de escalada contra Rusia y abogan por un orden internacional basado en el multilateralismo, la negociación y el respeto a la soberanía. También en el seno de eso que se ha dado en llamar Occidente empiezan a aparecer disensos importantes. En el propio EE. UU cada vez más voces en las élites norteamericanas señalan que son Europa y Zelensky quienes se niegan a negociar, llevando el conflicto a un punto de no retorno que puede acabar en una derrota política y militar de grandes dimensiones.

Pero ahora queremos hablar más bien de los pueblos, de esas comunidades ingentes de personas excluidas del poder y por el poder. Los pueblos, pese a que pueda parecer en la propaganda oficial lo contrario, no quieren la guerra. Ellos son, en primer lugar, quienes sufren sus consecuencias. Lo real es que ellos son quienes las pagan (empobreciéndose) con sus bienes materiales y sus recursos financieros, ellos son quienes ponen la mano de obra para hacer producir a su industria, ello quienes ponen los soldados, los heridos, los huérfanos, los exiliados, … y los muertos. Ellos no han tomado ninguna decisión al respecto y nadie les ha consultado nunca. Aunque esta afirmación está cuestionada en el discurso o la narrativa oficial con la que se suele preparar el clima bélico que estamos viviendo porque, por supuesto, la industria armamentística, la guerra y la supuesta soberanía europea serán la base, eso dice machaconamente la propaganda, de nuestro bienestar presente y futuro.

Pero el problema es que ya no es sólo un discurso. Llevamos décadas instigados deliberadamente en la deconstrucción del pueblo- comunidad- y del ser humano- persona relacional por naturaleza- al servicio de esta misma economía de guerra. El primer aliado de la guerra y del rearme es la cultura de muerte que venimos interiorizando y banalizando progresivamente. No cabe oposición a la guerra de un pueblo al que se le ha desvertebrado (sociedad desvinculada), vaciado de un ideal de justicia y fraternidad (porque ahora lo que prima son las identidades que no cuestionen el sistema, sino que lo sostengan), ignorante (sin pensamiento ni reflexión crítica construida con nuestra propia cabeza), embrutecido y dopado con las evasiones y las pantallas.

La legitimidad que encuentran los poderosos en la pasividad de un pueblo así es el campo de acción más importante en la construcción de una paz “desarmada y desarmante”. Para que aceptemos que la muerte sea la solución a los problemas- léase aquí aborto, eutanasia, pena de muerte, exclusión y descarte social, aporofobia, hambre, violencia, guerra- es necesario primero que hayamos reducido al “otro”, a los “demás” a meros individuos autónomos, instrumentos u objetos, cuando no a enemigos irreconciliables, degradando su dignidad inalienable de seres humanos. La lógica bélica, del todos contra todos, comienza siempre en la aceptación de este reduccionismo materialista, cosificador y alienante del ser humano. Por eso, todo camino hacia una paz desarmada, es siempre una apuesta por el respeto absoluto a la vida y a la dignidad de todo ser humano.

Qué duda cabe que, en muchos lugares del mundo, en muchas pequeñas acciones, en muchos espacios y organizaciones, se trabaja en esta otra lógica de la promoción y el protagonismo del pueblo, de la colaboración y la cooperación por la existencia, de la solidaridad, del diálogo, del encuentro. Qué duda cabe que, a pesar de todo, se mantiene una conciencia crítica que podría impulsar procesos políticos fundados en la cultura autogestionaria auténticamente democrática, en la defensa de la vida, de la paz y de la justicia social. Tenemos en cuenta este apunte y nos hemos comprometido desde hace mucho tiempo a testimoniar esta otra lógica operando de una forma tal vez más invisible y silenciosa. Pero dónde más claramente la hemos encontrado formulada ha sido en la Doctrina Social de la Iglesia. Y bienvenidas sean todas las experiencias y formulaciones que procedan de otros lugares y corrientes de pensamiento.

Fratelli Tutti (Papa Francisco. 2020) nos expuso, con máxima claridad, difusión y contundencia que nos encontramos en “un dramático escenario”: “una tercera guerra mundial por partes”. Y nos repite el llamamiento siempre actual: «¡Nunca más la guerra!»”. Pero al tiempo nos propone una ruta, a modo de coordenadas para la Paz, que nos quieren servir para concluir esta reflexión. La lógica de la Paz requiere…

– El diálogo. Se trata de una herramienta esencial para alcanzar la paz, instando a la escucha, la comprensión y la búsqueda de puntos en común. El diálogo, en todos los niveles de nuestra existencia, es el que hace posible ese proceso que el propio Papa Francisco nos propuso ante la inmigración, paradigma del encuentro entre los pueblos: comprender, acoger, proteger, integrar y promocionar. Verbos que son claves de una auténtica educación para la Paz.

– La justicia como fundamento de la paz: la paz no puede lograrse sin la práctica de la justicia, que implica abordar las desigualdades y desequilibrios que generan conflictos. No se trata de paliar los efectos de la injusticia, de institucionalizar el asistencialismo sino de abordar las causas de la injusticia.

– La solidaridad global. El Papa Francisco ha llamado a la solidaridad y la interdependencia entre países y personas, como un camino para construir un mundo más justo y pacífico. Se requieren auténticas experiencias de interdependencia desde la cooperación que, en alguna medida, se han tenido en la constitución de “espacios” que trascienden los nacionalismos como el pretendido en el original proyecto de Europa de la posguerra mundial.

– Gestos y acciones concretas como la condonación de la deuda externa (acompañada lógicamente de cambios en las usureras reglas financieras), la abolición de la pena de muerte y la creación de un fondo para combatir el hambre, así como tratados no coyunturales de paz entre los actores de los actuales conflictos.

– Concebir la Paz como un producto artesanal: la paz no es un producto industrial, sino un producto artesanal que requiere la participación activa de cada individuo.

– Mantener el grito de paz y la denuncia de la retórica de la guerra, el odio o la indiferencia. La Paz no puede ser de ningún modo silenciada

– La paz se construye con la humanidad común: la paz se logra al reconocer la humanidad común que une a todos los seres humanos.

Por nuestra parte, nos comprometemos a crear “espacios de paz”, territorios de paz, que sirvan- necesariamente con imperfecciones- para empedrar un camino, una cultura, un discurso que no sucumba a la barbaridad de una “Pax armada y probélica” que, no lo olvidemos, está socavada y cimentada en los cementerios y las cenizas que dejan todas las guerras.

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1.- El bloque BRICS fue fundado en 2006 por Brasil, Rusia, India y China. Sudáfrica se unió en 2010. Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos lo hicieron en 2024. Arabia Saudí ha participado en sus reuniones pero no es miembro formal. Los 13 nuevos países (Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam), que se han incorporado lo hacen como socios, no como miembros de pleno derecho.
2.- Extracto del artículo de El Salto titulado «El secuestro de Europa». El análisis que ofrece ha sido utilizado en varios apartados de este artículo.