¿Hemos perdido los europeos la fe y la esperanza?
Editorial
Hace pocos meses hemos vivido nuevamente unas elecciones en Europa, y parece que solo salen motivos para la desesperanza, con una política y unos políticos que han renunciado a abordar el mal profundo que corrompe el alma de los europeos porque han renunciado a seguir construyendo una Europa solidaria, común y justa.
Que sus discursos no nos engañen. ¿Cómo podemos ser tan hipócritas para que nos escandalice que crezcan las posiciones ultranacionalistas, de derechas e izquierdas?, ¿Cómo nos puede escandalizar que nuestra juventud se posicione cada vez más en extremos populistas e insolidarios? Sabemos de qué polvos provienen estos lodos. Polvos esparcidos por una agenda ultracapitalista con su modelo político, como mucho, tecno-democrático. Y por cierto, ya parecen importar poco hasta las formas. China se ha convertido, paradójicamente, no ya en el enemigo a batir sino en el ejemplo y el paradigma a seguir.
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Señores políticos: su responsabilidad es mayúscula. Ustedes han participado activamente en la difusión de esta mentalidad insolidaria. Y lo han hecho a través de una política insana, corrupta, que ha despreciado el servir al pueblo, que ha despreciado poner en el centro al ser humano y su dignidad inalienable.
La abstención y el voto populista , insolidario, es resultado de una política de señoritos cipayos, al servicio de lobbies, transnacionales e intereses socioeconómicos a los que sólo les preocupan los más débiles (parados, jóvenes, ancianos, marginados, inmigrantes) si resulta de ellos un rédito político. No nos extrañan estos resultados cuando se pierde el sentido de la responsabilidad personal y colectiva y se deja sin fundamentos éticos a la democracia, como si moral y política debieran repelerse y repudiarse.
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No hay que ir muy lejos para evidenciar lo que indicamos. Ahí está el crecimiento de las leyes proabortistas y proeutanásicas, con Francia convertida en el primer país del mundo en incluir el derecho al aborto en la Constitución, sustentando la glaciación demográfica. No hay que ir muy lejos para contar las muertes diarias por intentar llegar a Europa, donde nuestra única preocupación parece que sea cómo evitar que “nos inunden” los problemáticos inmigrantes pobres. ¿Dónde ha quedado el pacto europeo sobre la inmigración y el asilo?. Hemos convertido la solidaridad hacia los refugiados e inmigrantes en la “financiación” a los países fronterizos para alzar muros y vallas, y hemos olvidado la apertura humana y razonable de las fronteras de la Unión Europea a los empobrecidos del mundo.
Señores políticos: si la máxima es el servilismo a los poderes, a la élites y al “liderazgo” de los que pilotan la transición a nuevas formas de control, gobernanza y beneficios económicos, todos ellos en proceso de renovación, no pueden negar su responsabilidad en la polarización “antipolítica”. Están siendo la partera de un totalitarismo light de nuevo cuño, un “régimen” anti-dignidad humana que sólo en las “formas” se diferencia de los modelos autoritarios.
Hay que tener una fe muy profunda para creer en esta Europa insolidaria , una Europa dual, de desigualdad social, partera de nacionalismos y populismos de izquierda y derecha, y donde su verdadera fortaleza, su identidad y los valores sobre los que presume que se construyó ( el respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, el Estado de derecho, el respeto a los derechos humanos o la solidaridad) están siendo relegados por obsoletos, porque suponen un lastre en la nueva fase del capitalismo.
Aún así no desistimos. Alineados con los que son tachados de “residuos” y con los “descartados”, abriendo espacios para la vida comunitaria y el bien común, abiertos a la solidaridad internacionalista, nuestro compromiso nos puede hacer mantener la esperanza en que Europa será una sociedad más justa y solidaria.