Ricardo de las Bárcenas es homosexual. No está a favor de la legalización del matrimonio entre gays. Tampoco de que estas parejas puedan adoptar niños. Ahora ´sale del armario´ por ´segunda vez´ para hablar con libertad de la nueva propuesta del gobierno.
Testimonio de Ricardo de las Bárcenas
ÉPOCA Nº 1022, 15 al 21 de octubre 2004.
Julia Urgel Jubera.
Un niño necesita la influencia de una madre y de un padre para desarrollarse correctamente». Esta frase no tendría nada de extraño si no la hubiera pronunciado un homosexual. Esta vez, cambia la historia.
Ricardo de las Bárcenas tiene 27 años. Salió del armario hace diez. «Estaba cansado de mentir. Que si tengo novia, que si me gusta tal chica… Te ha tocado vivir de una determinada forma y lo aceptas. Ya no tengo que mentir más». Recibió el apoyo de su familia y amigos. Buscaba una vida digna, corriente, sin extravagancias. «Tuve mucha suerte. Seguro que hay familias en las que no encuentras apoyo ni mucho menos emocional. En mi caso han visto que, en el fondo, llevo un vida sana», afirma Ricardo. Vive en Madrid, dirige su propia empresa de catering y acaba de estrenar un corto en el que actuaba como «hetero en busca del amor».
Los homosexuales, como todo ser humano y todo ciudadano, son sujetos de derechos fundamentales, tal como se recoge en la Constitución.
Pero ¿adoptar un niño?¿O contraer matrimonio? Ricardo de las Bárcenas opina que no. Pero no es el único. «Hay un gran número de homosexuales que no está a favor de esta propuesta del Gobierno Socialista, pero que no se atreve a dar la cara».
Del matrimonio entre homosexuales no quiere oír hablar. «Es una palabra mal usada -afirma-. El matrimonio se refiere a la unión de un hombre y una mujer por la Iglesia. Que se hable de unión civil, me parece correcto, pero nunca de matrimonio como tal.»
Ricardo, católico practicante, no tiene pareja formal. «Es muy difícil encontrar a alguien con el que te quieras hacer viejo. En el mundo gay hay mucha locura. Encontrar a alguien que lleve una vida medianamente normal es muy difícil. Hay mucha inestabilidad emocional».
Una característica constante de las relaciones homosexuales es su breve duración y la ausencia de fidelidad. Un estudio realizado en Estados Unidos sobre 574 hombres homosexuales ha concluido que el 9% no había tenido una relación duradera, el 17% una, el 10% dos…
Las cifras confirman que entre las características de las parejas homosexuales no figura precisamente la estabilidad. Justamente ése es el argumento principal de Ricardo para posicionarse en contra de la adopción. Y no es el único. «La mayoría de la gente que puede estar en contra es como que tira la piedra y esconde la mano», afirma.
«Cuando hablamos de adopción, hablamos de niños. Dentro de todo ese desequilibrio el que paga es el niño. Si la pareja se disuelve… ¿Qué pasa con él?». La adopción es una cuestión de una extraordinaria responsabilidad. Según el Convenio Internacional de la Haya, debe tener como principio básico «respetar el interés del niño» y como finalidad «encontrar una familia para un niño y no un niño para una pareja».
Uno de los puntos más controvertidos actualmente respecto a los homosexuales es el de las actitudes sociales que se pueden tomar respecto a ellos. El colectivo alega que existe una clara discriminación sexual.
Quizá se deba a «la imagen que dan a la sociedad. Con su actitud tiran piedras sobre su propio tejado. Forman una especie de gueto que se cierra puertas. Luego pretenden que se nos trate de iguales. Es contradictorio», afirma Ricardo «Ese mundillo no es productivo. Cada uno puede pensar lo que quiera, pero no es normal que en la misma manifestación en la que defienden algo tan importante para ellos como el matrimonio, a la vez se exhiban drogándose, desnudándose o bebiendo».
Ricardo ha hablado. No lo ha hecho en la revista Zero, lo ha hecho para ÉPOCA. Con una intención: hablar como ciudadano, como homosexual, expresar su opinión, sin miedo al qué dirán, y mostrar a los que están en casa que no todo es lo que parece y que detrás de tanta parafernalia hay personas con cabeza que velan por sus intereses y por los de los demás.