Rostros de esclavitud en Brasil

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En el curso Norte-Sur que se celebra dentro del XXIX Aula Malagón-Rovirosa, organizado por el Movimiento Cultural Cristiano en la Casa Emaús de Torremocha de Jarama, entre los días 18 y 22 de Agosto, Alan Santos, militante de la CPT (Comisión Pastoral de la Tierra) de Brasil presentó la ponencia “Los rostros de la esclavitud en Brasil”.

La CPT nació en los años 70 como una Pastoral Social ligada a la Conferencia Episcopal de Brasil. “Pretende ser una presencia solidaria, profética, ecuménica, fraterna y afectiva que preste un servicio educativo y transformador junto a los pueblos de la Tierra para estimular y reforzar su protagonismo”.

También en palabras de Alan Santos, el objetivo de la CPT es el “contribuir a la conquista de la ciudadanía a través del apoyo a la lucha de los trabajadores de la tierra, en su formación, organización, en la búsqueda de una sociedad más justa, fraterna e igualitaria, donde la vida sea, e hecho, respetada y la persona esté sobre el capital”.

En 1970 comenzaron a realizarse las primeras denuncias de trabajo esclavo en Brasil. Fue en el año 1995 cuando la CPT, en innumerables ocasiones, volvió a presionar al gobierno brasileño para que reconociera la existencia de esclavitud en su territorio nacional.

En 1997 nace la Campaña Nacional de la CPT contra el trabajo esclavo. En Brasil la esclavitud se da principalmente en la minería, la construcción y, sobre todo, en el campo.

Brasil es uno de los países con mayor concentración de tierras del mundo. Está entre los países con más desigualdad en su distribución. La concentración de la tierra, en los últimos quince años, ha sido brutal. Grandes transnacionales, e incluso otros países como China, Corea del Sur, Qatar o Arabia Saudí, han comprado millones de hectáreas en territorio brasileño.

El avance de monocultivos de soja o de caña de azúcar –orientada al uso de biocombustibles–, algodón, naranjas o eucaliptos es responsable en Brasil de la expansión de grandes propiedades, cada día más concentradas en menos manos. Eso confirma que la agricultura brasileña pasó a ser dominada por el gran capital internacional, que se unió a los hacendados para aplicar el modelo del agronegocio,

La corrupción política en la que se halla sumido el país provoca que la ansiada Reforma Agraria no haya desarrollado lo suficiente. Ni incluso con los gobiernos de Lula. Políticos, jueces, policías, grandes empresas, forman parte de este entramado estructural que condena a la miseria a miles y miles de familias campesinas brasileñas.

La miseria, la precariedad, el desempleo, la falta de educación –el 73% de las personas entre 18 y 35 años no concluyen ningún estudio- arrastra a estos hombres y mujeres a las garras de los esclavizadores, que bajo engaño, les prometen buenos trabajos. Después llega la realidad: condiciones degradantes, trabajo para saldar las deudas que les dicen que han generado (transporte, ropa, manutención…), amenazas, accidentes laborales frecuentes, cautividad…

En numerosísimos casos, tras una liberación, y, al poco tiempo de volver a sus comunidades, vuelve nuevamente a iniciarse este diabólico ciclo.

Alan Santos, responsable de la campaña contra el trabajo esclavo en el estado nordestino de Piaui, afirmó que, aun tratándose de un estado con grandes extensiones de tierra y con riquezas naturales, la población está muy empobrecida.

Piauí es uno de los estados exportadores de mano de obra para otras regiones brasileñas. Alrededor de cuarenta mil trabajadores se ven forzados a emigrar anualmente en busca de un trabajo para poder sobrevivir, ellos y sus familias.

En la lucha contra el trabajo esclavo en el campo brasileño, la estrategia de la CPT se centró en la lucha contra las causas, la prevención, la formación, la organización, la movilización social y la denuncia nacional e internacional.

Durante los últimos diez años fueron liberados más de sesenta y siete mil campesinos que trabajaban en condiciones de esclavitud.