Los españoles hemos cometido el error de creer que la lucha por la democracia acabó con la publicación de la Constitución de 1978. La realidad social española de paro y corrupción nos demuestra que la democracia es un valor por el que debe lucharse día a día. Es algo parecido como ir en bicicleta: si dejas de pedalear te caes.
Como ocurre en cualquier actividad humana, la corrupción se cuela cuando se dejan rendijas abiertas. El problema se hace endémico cuando esas rendijas se convierten en puertas abiertas de par en par y los mecanismos para atajar el mal no funcionan. Es entonces cuando se produce la situación peligrosa de pasar de la corrupción en la democracia a la corrupción de la democracia.
La diferencia entre las democracias y los regímenes totalitarios consiste en que en éstos la corrupción no se puede combatir por la sociedad por faltar medios y controles. ¿Estamos ya en la antesala del hartazgo de la política en la sociedad y de la aparición de soluciones apolíticas y tecnocráticas autoritarias?. La impotencia social ante la situación de corrupción actual ha hecho saltar la señal de alerta.
PP y PSOE tienen muy poco que presumir de lucha por la democracia: en sus Consejos de Ministros no se han sentado quienes lucharon por la democracia; el hecho más vergonzoso del PSOE lo constituye su traición a quienes dieron la vida por una sociedad socialista y su abrazo del neocapitalismo; los tesoreros del PP tienen a la cúpula del PP al borde de un ataque de nervios. Ninguna de sus propuestas contra la corrupción es sincera.
En España hubo dirigentes socialistas expulsados de su partido por ir a una corrida de toros. La mayor central sindical española tenía más de un millón de cotizantes y su secretario general se ganaba la vida con su trabajo manual (ver anuncio en prensa). Los hijos de un ministro de la República en la Guerra Civil recuerdan el hambre que pasaron en su familia. La hija de un alcalde socialista de los años treinta nos contó que las mayores penurias que vivieron en su familia coincidieron con los periodos en los que su padre ocupó cargos públicos. Hoy, en Europa al menos hay ministros que dimiten porque parte de sus tesis doctorales estaban copiadas; hay ministros que van a la cárcel por mentir para evitar una multa de tráfico.
¿Por qué estos hechos no suceden en la España de hoy?. Porque hemos dejado de pedalear. Podemos superar la parálisis y la desesperanza porque hay solución a la corrupción. La clave está en una sociedad que se organiza y lucha por la democracia. Es posible dar la vuelta a la política y la economía hoy imperante haciendo que las instituciones sirvan a la sociedad y no a la banca. Un tribunal europeo ha sentenciado que llevamos más de cien años con una legislación hipotecaria hecha a medida de la banca. Y mientras la universidad, los tribunales y los científicos del derecho se callaron, un inmigrante demandó la injusticia de los desahucios y nos ha sacado a todos los colores demostrando que ninguna injusticia debe ser eterna. La corrupción se acaba cuando nos organicemos políticamente contra ella.
Autor: Revista Autogestión