En una reciente intervención de Sami Naïr en la complutense afirmaba que es imposible entender la crisis de los refugiados sin proyectarlo en un acontecimiento histórico: “la disgregación de los sistemas estatales elaborados después de la Segunda Guerra Mundial en Oriente Medio”
Para Naïr, esta disgregación comenzó en el año 2003, de la mano de Estados Unidos y Gran Bretaña con la intervención en Irak”. “Estalló el estado iraquí, pasando de un estado dictatorial pero laico a un estado conservador apoyado por Estados Unidos e Irán”.
EEUU “exigió incluir la cuestión religiosa en la Constitución”, mientras que el segundo, Irán, reclamó “la dominación chiíta”. Así “empezó la guerra y la radicalización de los movimientos de resistencia a Estados Unidos y Gran Bretaña”.
De esta forma, según Naïr, los iraquíes, entre ellos laicos, se radicalizaron, sobre todo oficiales del ejército que utilizaron la religión para movilizar a la población. Uno de estos responsables es Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Daesh, que “en 2005 juró vengarse de la destrucción de su país por parte de los occidentales”. En aquel año, ya había cuatro millones de iraquíes refugiados en Siria y Jordania. Otro caso similar es el de Afganistán. Desde 2001 más de 15 millones de afganos han abandonado su país, 10 millones de ellos han sido acogidos en Pakistán.
“En medio del proceso de reconstrucción del sistema estatal medio oriental llega la primavera árabe en 2011”, afirma el catedrático, “con el enfrentamiento entre los suníes y la dictadura de al Asad, una comunidad alauita que esconde su dominación detrás de la aceptación de un estado secular laico, apoyado por los chiítas iraníes”. Con estas crisis se abrió la caja de Pandora de la que salió la guerra intertribal. Algunos datos proporcionados por Sami Naïr nos dan una idea de la situación de los sirios en la actualidad, tras años de guerra: 12 millones de desplazados dentro de Siria y seis millones fuera del país, casi cuatro millones de ellos en Turquía.
Respecto a la situación de Libia, Sami Naïr señaló que la situación del país ha ocasionado su “apertura a los flujos de refugiados económicos subsaharianos”, con una “gestión muy bien organizada de las mafias europeas, libias y africanas”, que han creado la “ruta de los refugiados”. Según el ex-eurodiputado, las contradicciones interiores de cada país están manipuladas por las grandes potencias: Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Irán y Europa, esta última, a nivel militar, especialmente Francia, que interviene tanto en Irak como en Siria. De este modo, en Libia se produce actualmente tanto una guerra civil interna como una guerra exterior “cuyo objetivo fundamental es la extensión del caos regional”.
Situación descontrolada
En 2014 había 20 millones de refugiados en el mundo, el 14,4% de ellos bajo mandato de ACNUR. Cinco millones de refugiados palestinos en campos de Naciones Unidas. Turquía acogía al 11% de todos los refugiados del mundo, Pakistán al 10,5%, Líbano al 8%, Irán al 6,8%, Etiopía al 4,6, Jordania al 4,5%, “¿y la zona euro, la más rica del planeta?”, se preguntaba Naïr. Pues ha acogido a 160.000 refugiados en dos años, incluyendo los 40.000 propuestos en mayo de 2015. De ellos, solo han sido reubicados 583. España ha acogido a 305 refugiados, reasentando a 15 personas. “Los países más pobres del mundo son los que más acoge y los ricos los que más rechazan”, concluye.
Para Sami Naïr, estamos frente a una tragedia humana y también identitaria, con una política de insolidaridad por parte de la Unión Europea, “hemos asistido al estallido del sistema migratorio europeo, a la muerte de Schengen”. En palabras del autor de ¿Por qué se rebelan? adoptar este acuerdo en 1989 supuso levantar un nuevo muro tras la caída del de Berlín. La creación de 1993 de una nueva categoría jurídica, los no comunitarios, supuso la creación de “un vasto espacio de ilegalidad que los europeos tuvieron que gestionar”. En 1999, con la presidencia austríaca, se implantó la teoría de los cuatro círculos: los países de la zona euro, los candidatos a entrar en la UE, los de tránsito y los de origen de los inmigrantes. Y a partir de 2010, con la crisis del euro, dejó de aplicarse la política de principios y valores de la Unión Europea en cuanto a refugiados.
“El estallido del sistema de valores europeo lo vemos con el acuerdo de Turquía y Alemania de renacionalización de las fronteras”, afirma Naïr. “Impera el poder del mercado”. Utilizar la palabra “refugiados” tiene consecuencias jurídicas, por eso al principio de la crisis Turquía hablaba de “nuestros refugiados sirios”. “Intentaron ayudar”, afirmó el politólogo francés, “pero vieron que ls situación era incontrolable”.
Así las cosas, pidieron ayuda a la Unión Europea y no tuvieron contestación. Por eso, en 2014 y 2015 abrieron las fronteras. Los refugiados comenzaron a entrar y el objetivo era llegar a Alemania, el país con el mejor estatuto del refugiado del mundo.
Países como Hungría o Bulgaria se negaron a acoger refugiados, lo que generó una discusión silenciosa pero importante entre las grandes potencias europeas, sobre todo entre Alemania y Francia. Si bien es cierto que, en un principio, Angela Merkel aseguró que su país acogería a un millón de refugiados, tras los acontecimientos de Colonia y los movimientos de extrema derecha cambió su postura y decidió pactar con Turquía, en parte movida porque esperaba el apoyo de la Francia socialista de Hollande, un apoyo que nunca llegó.
El artículo primero de este pacto “reemplaza la palabra ‘refugiados’ por ‘inmigrantes’, es una manipulación semántica para gestionar el problema”, afirma Naïr. A cambio, a Turquía se le han prometido 6.000 millones de euros (además de la libre circulación de ciudadanos turcos en la UE) para que atienda a estas personas en su territorio, un dinero que podrá gestionar libremente, ya que Alemania no incluyó a ACNUR en el acuerdo. Y así, en marzo de este año “comenzaron las expulsiones de refugiados convertidos en inmigrantes […] violando sistemáticamente la Convención de Ginebra”. La consecuencia es que ahora reina la confusión generalizada porque cada país aplica como quiere la política de gestión de refugiados en sus fronteras…
¿Qué significa para Europa?
“El ciclo iniciado en 1991 con Maastrich ha muerto y el golpe duro lo han dado los ingleses. Hay que pensar en otro modelo”, así de tajante se muestra Sami Naïr. En su opinión, se han conseguido los principales objetivos económicos de la Unión Europea, y es el momento de conseguir una unión política, logrando una pertenencia común.
Respecto a los refugiados, Naïr no tiene duda, lo primero es que cada país aumente el nivel de aceptación de los peticionarios de asilo. “Tenemos que aceptar más y contamos con las posibilidades para hacerlo”, afirma. Asimismo, hay que ayudar a los países de primera llegada y asentar en Europa a los que cumplen el estado de asilo. “La única manera de enfrentar este reto es poner en marcha una política común de gestión de los recursos migratorios”, concluye, “sabiendo que no se puede vivir en la parte más rica del planeta y tener en nuestras fronteras a los más pobres”. Para ello, la conciencia social es imprescindible. Trabajando juntos y desarrollando la cooperación internacional entre los países para la construcción de un bienestar común europeo.
Fuente: Universidad Complutense, Baab al Shams