¿Cómo se explica que Guinea Ecuatorial se encuentre en el número 45 del ranking de países por renta per cápita y en el 136 cuando se trata de medir su desarrollo humano, que considera los niveles de educación y salud, además de la riqueza?
¿Por qué Angola, cuya renta por habitante es casi el doble de la de Vietnam, soporta niveles de mortalidad infantil siete veces más altos?
El Africa Progress Report 2013 (ONU) ofrece una avalancha de datos y argumentos que apuntalan un mensaje fundamental: la inequidad impide a los países africanos ricos en recursos naturales traducir estos beneficios en una reducción acelerada de los niveles de pobreza. Este argumento no es nuevo, pero cobra un sentido rabiosamente actual al considerar algunos de los asuntos centrales de la agenda internacional como el encarecimiento de las materias primas, la reducción de la ayuda al desarrollo o la combinación de corrupción e ingeniería financiera que permite a numerosos gobernantes y empresas multinacionales multiplicar sus beneficios y evadir buena parte de sus impuestos.
La última década ha visto cómo los precios medios de los recursos energéticos y minerales que se producen en África llegaban a triplicarse. Este encarecimiento ha estado directamente vinculado a los niveles sostenidos de crecimiento económico que ha experimentado la región, por encima del 5% anual.
Sin embargo, los datos muestran que este crecimiento ha sido capturado en buena medida por el 10% más rico de países como Gabón, Nigeria, Angola o Guinea Ecuatorial, en donde las compañías internacionales se han compinchado con una clase dirigente corrupta para depredar a las sociedades africanas los monumentales beneficios de este negocio.
Tras analizar cinco contratos realizados entre 2010 y 2012 en la RD del Congo, los investigadores del informe llegan a la conclusión de que la infravaloración de los recursos incluidos en las concesiones a compañías registradas en las Islas Vírgenes Británicas y otros paraísos fiscales supuso para los congoleños una pérdida de 1.360 millones de dólares, más del doble del presupuesto total destinado a salud y educación.
Como señalan los autores, “en un país en el que 7 millones de niños están fuera de la educación primaria y el hambre es endémico, pérdidas de esta envergadura suponen costes humanos altos”.
Desgraciadamente, el ejemplo de la RD del Congo es la regla, más que la excepción.
Autor: Gonzalo Fanjul ( * Extracto)