Cinco personas, entre ellas médicos, encarceladas tras la caída de otra red. El caso recuerda a otro descubierto en 2011: una red de tráfico de órganos que operó tras el conflicto en Kosovo, entre 1999 y 2000.
En octubre de 2008, el bielorruso A. K. vio en Internet una oferta de 10.000 euros por un riñón. A. K. (el nombre de la víctima está protegido) necesitaba dinero para pagarse los estudios y atender a su padre enfermo. Así que accedió a vender un riñón a través de dos intermediarios, que le suministraron un primer pago de 6.100 euros y condicionaron el resto a que fuese capaz de encontrar a otros donantes. Al final solo recibió 400 más y fue amenazado con sufrir “terribles consecuencias” si contaba lo ocurrido. Su riñón fue trasplantado al israelí Rafael Koralashvili en la clínica Medicus de Pristina (Kosovo), según declaró su hijo Yosef en el juicio, porque Koralashvili ya había muerto.
Al menos 24 historias como esta han llevado a la cárcel a cinco personas. Los condenados (el director de la clínica y su hijo, así como otros médicos y anestesistas) han recibido en total 20 años de prisión por tráfico de órganos, crimen organizado y fraude, entre otros delitos. “Es la primera sentencia en el mundo que condena a médicos por estas prácticas; había habido otras sentencias, pero nunca con médicos”, explica al teléfono el fiscal especial del caso, Jonathan Ratel.
La investigación ha ocupado cinco años a Ratel, que desarrolla su labor en Eulex, la misión que la UE instaló en Kosovo tras la sangrienta guerra de los Balcanes. Los condenados crearon una red que reclutaba a sus víctimas en diferentes países y los trasladaba a la clínica Medicus para extraerles órganos que trasplantaban a otras personas a cambio de jugosas sumas. El pliego de cargos del caso atestigua desembolsos de hasta 130.000 euros por parte de los beneficiarios, mientras las víctimas perdían sus órganos a veces sin ni siquiera recibir los pagos prometidos.
“Estos casos se dan en sitios donde hay poca vigilancia, en zonas de conflicto o donde el Estado de derecho es débil”. Desarrollar las operaciones en Kosovo facilitaba la logística por su proximidad con Turquía, donde eran reclutadas la mayoría de las víctimas y también los receptores.
El donante tomaba un avión de 45 minutos entre Estambul y Pristina y se sometía a la intervención. Tres días después, hacía la misma ruta de vuelta. La operación no despertaba la sospecha de las autoridades. Hasta que un día, en noviembre de 2008, una de esas víctimas se desvaneció antes de tomar el vuelo de regreso y confesó a las autoridades que le habían extraído el riñón.
A partir de ahí, se inició una investigación que contó con la participación de EE UU, Canadá, Alemania, Israel, Turquía, Ucrania… “Hemos tenido también la cooperación de las autoridades de Kosovo”, aclara Ratel.
El caso recuerda a otro destapado en 2011: una red de tráfico de órganos que operó tras el conflicto en Kosovo, entre 1999 y 2000. El caso, investigado por el Consejo de Europa, atribuía al Ejército de Liberación de Kosovo —principal fuerza rebelde frente a Serbia— el liderazgo de esta red e incluso implicaba al primer ministro kosovar. Los culpables extraían los órganos a prisioneros serbios y los mataban de un tiro al terminar. El Consejo de Europa estableció un nexo entre los dos episodios al considerar en 2011 que el caso investigado por Eulex demostraba que esas prácticas podían llegar hasta hoy.
Autor: Lucía Abellán ( * Extracto)