Muchos de los niños y niñas reclutados ya se habían reunido con sus familias tras haber sido liberados de los grupos armados que los habían secuestrado anteriormente y los habían obligado a combatir como soldados.
República Democrática del Congo, 29- 09- 08
Londres.-
Por cada dos niños o niñas liberados, cinco son secuestrados y obligados a servir como soldados. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional en un nuevo informe hecho público hoy sobre el prolongado conflicto de la provincia de Kivu Septentrional, en el este de la República Democrática del Congo.
Muchos de los niños y niñas reclutados ya se habían reunido con sus familias tras haber sido liberados de los grupos armados que los habían secuestrado anteriormente y los habían obligado a combatir como soldados.
Según Amnistía Internacional, de los ex niños y niñas soldados que se habían reunido con sus familias en Kivu Septentrional por medio de un programa de desmovilización nacional, aproximadamente la mitad han sido reclutados de nuevo desde entonces por grupos armados.
«Es precisamente su experiencia anterior en los grupos armados lo que los convierte en reclutas valiosos y los pone en especial peligro», ha manifestado Andrew Philip, experto de Amnistía Internacional sobre la República Democrática del Congo, que ha estado reuniendo testimonios directos en la región. «Cuanto más saben, más peligro corren de ser reclutados de nuevo. En este caso, la experiencia puede ser mortal.»
El informe desvela también el alcance de los constantes abusos físicos y sexuales contra mujeres y menores en el conflicto, pese a las promesas tanto del gobierno como de los grupos armados de poner fin a esas atrocidades.
Los niños y niñas soldados que tratan de escapar son asesinados o torturados, en ocasiones delante de otros niños y niñas, para desalentar nuevos intentos de fuga.
Un ex niño soldado contó a Amnistía Internacional cómo a dos muchachos los mataron a golpes delante de él y de otros niños y niñas reclutas «como lección para todos, para que no tratáramos de escapar».
«[A los muchachos] los sacaron de un pozo en el suelo y nos los enseñaron durante una sesión de adiestramiento. [Un comandante del grupo armado] ordenó que los golpearan. Dos soldados y un capitán los empujaron y los arrojaron al barro. Cuando se cansaron de darles patadas […] los golpearon con palos. El castigo duró 90 minutos, hasta que murieron.»
Otros menores, capturados por el ejército de la República Democrática del Congo como sospechosos de combatir en grupos armados, denunciaron que, mientras estuvieron bajo custodia del ejército, los maltrataron y torturaron.
Pero los menores no son los únicos que se enfrentan a abusos extremos en el este de la República Democrática del Congo.
«La situación de los derechos humanos en Kivu Septentrional es atroz», ha manifestado Andrew Philip. «Los grupos armados y las fuerzas gubernamentales siguen violando a mujeres y niñas. Entre las víctimas –a algunas de las cuales las violan grupos enteros de hombres– hay incluso bebés y ancianas. Lo peor de todo es que las violaciones a menudo se cometen en público y delante de familiares, incluso menores.»
Una superviviente de violación, de 16 años de edad, describió cómo había sido secuestrada por dos soldados y mantenida cautiva en un campo del ejército en Kivu Septentrional durante varios días antes de ser liberada. En el campo, un oficial la violó todas las noches. «A los demás oficiales y soldados del campo no parecía importarles, y tampoco parecían dispuestos a asumir la responsabilidad», dijo a Amnistía Internacional. Ahora sufre la visión de escenas retrospectivas, y también persistentes jaquecas.
En su informe, Amnistía Internacional formula recomendaciones exhaustivas a los grupos armados, al gobierno de la República Democrática del Congo y a la comunidad internacional para detener los abusos contra los derechos humanos. Las recomendaciones incluyen una petición a los grupos armados para que liberen de inmediato a todos los niños y niñas asociados con sus fuerzas, y también una petición para que se tomen medidas para poner fin al horror de la violencia sexual.