SENGHOR: sabio, poeta, político

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Léopold Sédar Senghor moría hace un año, el 20 de diciembre de 2001 en Verson, en el norte de Francia, donde vivía con su esposa desde que abandonó la política activa a principios de los años ochenta. Tenía 95 años.

Poeta y primer presidente de Senegal, Senghor ha sido uno de los políticos africanos más respetados y coherentes y el mejor poeta africano en lengua francesa. Fundó con Aimé Césaire el movimiento de la negritud, que dio un gran impulso al renacimiento de la cultura negroafricana.

Vi por primera vez a Léopold Sédar Senghor en junio de 1977 en el Hotel Teranga de Dakar. Asistía el entonces presidente de Senegal a una gala benéfica en favor de la Cruz Roja. A pesar del sofocante calor, Senghor iba vestido impecablemente con un traje gris claro y una corbata roja. Lo vi a escasos metros y me pareció un hombre cabal y seguro de sí mismo. Volví a verlo, al año siguiente, primero en Salamanca y después en una rueda de prensa en Madrid. En Salamanca fue investido doctor honoris causa por la universidad en el curso de una visita oficial a España del 13 al 16 de noviembre de 1978. Lo apadrinó el catedrático de Filología Francesa don Luis Cortés, quien subrayó:»Léopold Sédar Senghor aúna a su reconocido e inmenso talento y finura literarias, una obra política de primerísima magnitud…»

El presidente senegalés, por su parte, hizo un elogio de las letras españolas, en especial del Siglo de Oro y de Unamuno. Ysubrayó:»Si Salamanca y Unamuno me han cautivado es porque representan la Hispanidad en su eternidad. Si en las enseñanzas media, secundaria y superior de mi país, enseñamos la lengua española y las civilizaciones iberoamericanas, es porque la Hispanidad, como conjunto de valores de civilización, es un elemento fundamental de la civilización panhumana».

EL POETA

Senghor nació en Joal, un pueblo a un centenar de kilómetros de Dakar, el 9 de octubre de 1906, un año antes de que Pablo Picasso pintara su emblemático cuadro Las Señoritas de Aviñón, que tanto impulso iba a dar al reconocimiento de la cultura negroafricana. Su padre era serere y su madre malinké con parentesco tuculer.

En 1934 fundó con otros estudiantes la revista L’étudiant Noir. En 1935 obtuvo el máximo grado universitario francés:la agrégation, en Lengua Francesa y Clásicas (latín y griego). Enseñó durante tres años como catedrático titular en el liceo Descartes de Tours y en el liceo Marcelin-Berthelot de Saint-Maur-des-Fossé.

Senghor veía así cumplido uno de sus sueños:ser profesor. Pero, al mismo tiempo, empezó a escribir poesía y se convirtió en uno de los grandes poetas negros de todos los tiempos. Libros como Cantos de sombra (1945), Hosties noires (1948), Chants pour Naëtt (1949), Ethiopiques (1956) y Nocturnes (1961) siguen siendo hoy de obligada lectura para apreciar y saborear la poesía africana.

Ya en su primer libro de poemas, Cantos de sombra, se advierte que el ritmo y la música juegan un papel primordial, pero al mismo tiempo los poemas muestran todo un universo negro, el de su infancia vivida en contacto con la naturaleza. De Cantos de sombra es Mujer negra, el más cálido y ferviente canto a la mujer africana y, según el poeta malgache Jacques Rabemananjara, el primer poema dedicado a la mujer negra. Su Oración a las máscaras destila el aroma del pasado, tan íntimamente ligado a la cultura africana que lucha por abrirse paso en medio de un mundo hostil.

ANIMADOR DE LA CULTURA

Los poetas de la negritud, como Senghor, cantan a África, a su naturaleza, a las tradiciones, a la mujer africana. El gran mérito de esta poesía radica en un redescubrimiento orgulloso del pasado y de la identidad cultural. Yasí lo señala acertadamente Verónica Pereyra en su magnífico libro Literaturas africanas (Ed. Mundo Negro, Madrid 1998):»La referencia al color oscuro, o negro, en los títulos de sus cuatro primeros libros, muestra ya el deseo del autor de hacer partícipe al lector de este sentimiento de Négritude. En sus obras, Senghor africaniza tímida pero hábilmente la sintaxis y el léxico de sus poemas pero impide, en cierta medida, a otros autores la búsqueda de nuevas formas poéticas en las lenguas africanas».

Senghor no se refugia en un folclorismo más o menos oportuno. Como buen intelectual y profundo conocedor de todas las culturas –muy particularmente la griega–, mira a su país todavía colonizado, pero al mismo tiempo contempla el mundo que le rodea, para encontrar una respuesta que colme las aspiraciones del ser humano por encima de etiquetas, razas y pareceres. Por la calidad literaria de su obra Senghor fue propuesto en varias ocasiones para el Premio Nobel de Literatura. No se lo otorgaron, pero en 1983 fue elegido miembro de la Academia Francesa.

MEGRITUD Y HUMANISMO

Se ha discutido mucho sobre si realmente es Senghor el padre de la negritud. Este término lo acuñó por primera vez Aimé Césaire, y el propio Senghor ha repetido en varias ocasiones:»Dad a Senghor lo que es de Senghor y a Césaire lo que es de Césaire».

Padre o compadre, de lo que no cabe ninguna duda es que Senghor ha sido el difusor de la negritud, el que le ha dado contenido, el que la ha asumido como valor y patrimonio. El movimiento de la negritud jugó un papel decisivo incluso para la emancipación política de los pueblos africanos.

La realidad histórica es que Senghor empezó a darse a conocer por la fundación del movimiento de la negritud, en los años treinta. La negritud, denostada por los anglófonos africanos –y muy particularmente por Wole Soyinka– fue una gran síntesis del panafricanismo que había surgido en América. Hoy es innegable que el movimiento de la negritud sentó las bases de una amplia renovación cultural, que iba a dar paso a la revista Présence Africaine, fundada por su gran amigo y compatriota Alioune Diop, en 1947.

Para Senghor, la negritud no fue una exaltación racial, ni un narcisismo. Él mismo lo ha explicado: «Si lanzamos el movimiento de la negritud en los años 1931-1935 fue porque algunos negros anglófonos, más exactamente negro-americanos, habían lanzado antes que nosotros el movimiento de la Negro-Renascence».

Para Senghor, «la negritud es, objetivamente, el conjunto de los valores de la civilización del mundo negro… Una cierta visión del mundo y cierta manera concreta de vivir en este mundo… Un ser negro y un pensar negro, una visión original del mundo, lo que los alemanes llaman una Weltanschauung».

UN POLÍTIOO DE GRAN TALLA

Senghor ha sido pionero en muchas cosas: es el primer poeta que canta a la mujer negra; el primer africano que entra en la Academia Francesa; el primero que da a conocer la poesía negra… Y, asimismo el primer jefe de Estado africano que legaliza los partidos políticos antes de la caída del muro de Berlín y el primero que renuncia voluntariamente a la presidencia, después de negarse a ser elegido presidente vitalicio, que era lo habitual en el resto de los países africanos. En varias ocasiones fue delegado por Francia en la UNESCO y en la Asamblea General de la ONU. En 1960 fue elegido presidente de la Asamblea Federal de Malí y, poco después, primer presidente del Senegal independiente.

Como presidente de Senegal, fue uno de los padres fundadores de la OUA (Organización para la Unidad Africana), en mayo de 1963. Como la mayoría de los dirigentes africanos, fundó un partido único, la Unión del Pueblo Senegalés, cuando se creía que este sistema político serviría para generar en los distintos pueblos un sentido de pertenencia a una sola nación.

Como humanista convencido, Léopold Sédar Senghor abogó siempre por una civilización de lo universal, que servirá para hacer la tierra más habitable durante los años venideros. Este talante de apertura es, sin duda, lo que valoró el Vaticano para nombrarle Miembro del Consejo Pontificio para la Cultura, junto a otros intelectuales. Senghor declaró al ser nombrado: «La finalidad del organismo la sugiere su título. Se trata de alimentar activamente una concepción religiosa y católica de la cultura. Por tanto, de construir una cultura que sea la simbiosis de todos los valores y culturas de nuestro planeta. Pienso aportar una concepción africana del cristianismo, una concepción dinámica que hace de la religión la fuerza vital para animar, es decir, espiritualizar el mundo, estableciendo una especie de escala de Jacob, escala de las fuerzas, desde el grano de arena hasta Dios. Porque, como dice la metafísica negroafricana, Dios tiene necesidad de los hombres»