SENGHOR: UN POETA COMPROMETIDO CON LA SOLIDARIDAD

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Su compromiso con la cultura y el pueblo senegalés le lleva a la presidencia de la República de Senegal, tras su independencia, en 1960, hasta que en 1980, se la cede al presidente Abdou Diouf, siendo el primer presidente africano que renuncia voluntariamente, después de haberse negado al cargo vitalicio, habitual en este continente…Negritud y Humanismo, Senghor abogó siempre por una civilización universal, nueva cultura en que deben participar todas las voces, especialmente las silenciadas, que serviría para hacer de la tierra un lugar más habitable para todos, realmente humano…

1.- VIDA:

Léopold Sédar Senghor nace en Djilor, Senegal, en 1906, hijo de un rico comerciante serer. Pasa su infancia en su región, en íntimo contacto con la sabiduría tradicional africana. Estudia en la escuela de la misión católica local y luego en el Liceo de Dakar. Más tarde, se licencia en letras en la Sorbona. Trabaja como profesor en distintos liceos franceses y en 1939 se convierte en el primer africano que accede a la educación académica francesa hasta el nivel más alto, obteniendo el título de Catedrático de Gramática. Durante la II Guerra Mundial lucha en el ejército francés, es capturado por los alemanes y confinado hasta 1942 en diferentes campos de concentración. Terminada la guerra, es elegido como Diputado de Senegal a la Asamblea Constituyente en París (1945) y publica su primer libro de poemas.

Más tarde su compromiso con la cultura y el pueblo senegalés le lleva a la presidencia de la República de Senegal, tras su independencia, en 1960, hasta que en 1980, se la cede al presidente Abdou Diouf, siendo el primer presidente africano que renuncia voluntariamente, después de haberse negado al cargo vitalicio, habitual en este continente. Fue además uno de los principales propulsores de la OUA (Organización para la Unión Africana) e instauró en su país, en 1976, el sistema de partidos, otro paso inédito hasta entonces en África. Una vez retirado reside en el norte de Francia, donde fallece en diciembre del 2001.

Paralelamente a su carrera política, Senghor produce literatura. En 1939, el antillano Aimé Césaire acuña el concepto negritud, pero es el grupo de Senghor quien lo impulsa y difunde, en particular desde su obra Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa (1947) y a través de la revista L´etudiant noir, que aparece en 1934. El movimiento de la Negritud, del que fue su mayor impulsor, pretendía el renacimiento cultural de África como paso previo a la independencia y a la modernización. Fue el primer africano elegido miembro de la Academia Francesa (1983).

Senghor defiende la lengua del colonizador como aglutinante de las amplias masas africanas, por ello es vituperado por otras corrientes ideológicas, como el panafricanismo anglófono. Decía: «Si queremos construir una África, unida, debemos hacerlo sólidamente, y para eso hay que fundarla sobre nuestras convergencias culturales, no sobre las divergencias políticas».

Reivindica lo africano, desde la belleza y la emoción, desde su innegable talento poético, su habilidad como político y estadista y su condición de pionero del respeto hacia lo africano en su lucha contra el racismo. En su defensa emocionante y eficaz de los derechos humanos, su poesía es localista a la vez que universal, evoca la familia, el honor y otros valores tradicionales. Sus poemas, con versos generalmente largos, evocan los ritmos del tamtam e invocan al acompañamiento de instrumentos musicales africanos. Pero su poesía está abierta a la aportación de otras culturas, con un mensaje que llega a todos los hombres, más allá de razas y continentes:

… desde que, hace algunos años, los pueblos del Tercer Mundo preconizan un «Nuevo Orden Económico Internacional», yo me he atrevido a decir que estamos poniendo el arado delante de los bueyes. No habrá NOEI, mientras no haya, en primer lugar, un Nuevo Orden Cultural Mundial. Todas las conferencias Norte-Sur han fracasado. La razón profunda es que, animados por un desprecio cultural difícil de disimular, los pueblos desarrollados no se sienten obligados, no digo ya a ayudar, sino solamente a no explotar a los países del Tercer Mundo: los negros, los amarillos y sus mestizos, es decir, los latinoamericanos. Esa gente, piensan ellos, no tienen civilización alguna.

Negritud y Humanismo, Senghor abogó siempre por una civilización universal, nueva cultura en que deben participar todas las voces, especialmente las silenciadas, que serviría para hacer de la tierra un lugar más habitable para todos, realmente humano.

2.- POESÍA:

La referencia al color oscuro, o negro, en los títulos de sus cuatro primeros libros -(Chants d´Ombre (1945), Hosties noires (1948), Ethiopiques (1956) y Nocturnes (1961)- muestra ya el deseo del autor de hacer partícipe al lector del sentimiento de la negritud. En sus obras, Senghor africaniza tímida pero hábilmente la sintaxis y el léxico del francés.

Su reivindicación racial también abarca la belleza de la mujer negra y su sensualidad:

¡Mujer desnuda, mujer negra
Vestida de tu color que es vida, de tu forma que es belleza!
He crecido a tu sombra; la suavidad de tus manos vendaba mis ojos.
Y en pleno verano y en pleno mediodía, te descubro,
Tierra prometida desde la alta cima de un puerto calcinado
Y tu belleza me fulmina en pleno corazón, como el relámpago del águila.

Mujer desnuda, mujer oscura
Fruto maduro de carne tersa, sombrío éxtasis del vino negro,
Boca que haces lírica mi boca,
Sabana de horizontes puros, sabana estremecida bajo caricias ardientes del viento del
[Este.
Tamtam esculpido, tamtam terso que ruges bajo los dedos del vencedor.
Tu voz grave de contralto es el canto espiritual de la Amada.

Y en otro poema, dice así:

Hablábamos de África.
Un viento tibio traía su perfume más cálido de mujer negra
O aquel que el viento sopla de un campo de mijo cuando chocan las espigas pesadas
Y vuela por encima un polvo oro y marrón.
Hablábamos del Fouta
Noble era tu rostro y de sombra tus ojos y dulces tus palabras de hombre
Noble debía ser tu raza y bien nacida la mujer de Timbo
Que te acunaba por las noches al ritmo nocturno de la tierra.
Y hablábamos del país negro
En los cordajes de la noche, tan cerca uno del otro
Que nuestras espaldas se desposaban, fraternales la una con la otra.
África vivía ahí, más allá del ojo profano del día, bajo su rostro negro estrellado…

Su famoso poema «Oración a las máscaras» destila el aroma del pasado, tan íntimamente ligado a la cultura africana que lucha por abrirse paso en un mundo hostil que la ignora:

¡Máscaras! ¡Oh máscaras!
Máscara negra, máscara roja, máscaras blanquinegras
Máscaras de todo horizonte de donde sopla el Espíritu
Os saludo en silencio.
Y no a ti el último, Antepasado de cabeza de León.
Guardáis este lugar prohibido a toda sonrisa de mujer, a toda sonrisa que se marchita.
Destiláis ese aire de eternidad en el que respiro el aliento de mis Padres.
Máscaras de rostro sin máscara, despojados de todo hoyuelo y de toda arruga
Que habéis compuesto este retrato, este rostro mío inclinado sobre el altar blanco papel.
A vuestra imagen, ¡escuchadme!
Ya se muere el África de los imperios, es la agonía de una princesa deplorable
Y también Europa a la que une el cordón umbilical.
Fijad vuestros ojos inmutables en vuestros hijos dominados
Que dan su vida como el pobre su última ropa.
Que respondamos con nuestra presencia al renacer del mundo
Como es necesaria la levadura a la harina blanca.
¿Pues quién enseñaría el ritmo de las máquinas y de los cañones al mundo
[desaparecido?
¿Quién daría el grito de alegría para despertar a muertos y a huérfanos al amanecer?
Decid, ¿quién devolvería el recuerdo de la vida al hombre de esperanzas rotas?
Nos llaman los hombres del algodón del café del aceite
Nos llaman los hombres de la muerte.
Somos los hombres de la danza, cuyos pies recobran fuerza al golpear el duro suelo.