Ser esclava del hogar en Hong-Kong

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Un estudio de una ONG denunciaba condiciones en los aledaños de la esclavitud y responsabilizaba a Hong Kong y los países de origen de desampararlas. Hans Ladegaard, profesor de la Universidad Baptista de Hong Kong, asegura que los malos tratos son «escandalosamente comunes»

«El refugio donde trabajo, uno de los ocho que hay en Hong Kong, gestiona entre 800 y 1000 casos cada año», señala el profesor Ladegaard.

Hong Kong es un imán para las mujeres de los países pobres del entorno. La ley les asegura un salario mínimo equivalente a 415 euros, un día de descanso semanal y otros derechos inexistentes en otros lugares. Pero su contexto de extrema debilidad atenúa la eficacia de la ley. Ninguna de sus opciones ante una agresión es atractiva: si abandona la casa, deberá repetir el largo y oneroso proceso del visado; si denuncia, no podrá volver a trabajar hasta que salga la sentencia; si regresa a su país, sufrirá el oprobio del fracaso entre sus allegados.

A las que denuncian les espera un pedregoso camino judicial. «La ley es violada a menudo, pero a menos de que la trabajadora pueda probarlo, será su palabra contra la del empleador. Así que muchos casos legítimos no llegan a ningún lado», señala Ladegaard.

Las organizaciones han pedido un mayor control sobre los empleadores y las agencias de reclutamiento, denuncian la ineficacia del Tribunal Laboral para exigir el pago de lo adeudado y exigen que no sea obligatorio vivir en el hogar de trabajo porque facilita el acoso ininterrumpido y la explotación laboral.

Movilización

Miles de hongkoneses han pedido en las calles que se mejore las condiciones de un gremio que ya integra su paisaje tanto como sus rascacielos. En una de las sociedades más avanzadas del mundo, el cuadro es ignominioso. Las criadas, nannies o asistentas del hogar son un motor de la economía de Hong Kong. Han pasado de 65.000 en 1990 a 325.000 en la actualidad y suponen ya el 8 % de la fuerza laboral.

Ejemplos hay muchos

Erwiana, de 23 años, ha explicado sus ocho meses detorturas: privación de sueño y comida, humillaciones y golpes con perchas, palos de escoba o lo que tuviera a mano su empleadora. Esta, una antigua esteticista se enfrenta a 21 cargos. Incluso le introdujo el tubo de la aspiradora en la boca con el aparato en marcha. Otra pareja fue condenada a prisión en septiembre por quemar a su criada con una plancha y darle latigazos con la cadena de una bicicleta.

La policía ha insistido en que los abusos son esporádicos pero a las organizaciones de derechos humanos les sobran estudios para desmentirlo. Mission for Migrant Workers, una organización local, revela que el 58 % de las criadas ha sufrido abusos verbales, el 37 % trabaja al menos 16 horas diarias, el 18 % padece agresiones físicas y el 6 % fue víctima de violaciones, tocamientos o comentarios sexuales. Algunas duermen en lavabos o en cocinas.

Fuente: Elperiódico.com
Autor: Adrián Foncillas