Siete pasos para lavar la cara de tu multinacional

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Tras el derrumbe del Rana Plaza, al igual que en anteriores escándalos de la industria textil de los últimos 30 años, las grandes firmas de moda que producen en Bangladesh anunciaron cambios drásticos en el nivel de exigencia hacia sus proveedores y compromisos propios.

Las muertes de Rana Plaza no son casos aislados, tampoco las medidas propuestas por las grandes empresas. Repasamos las 7 técnicas de maquillaje más habituales de las empresas transnacionales del textil tras verse implicadas en algún escándalo medioambiental o social.

1. La fábrica no es nuestra, no lo sabíamos, nos han engañado.

Desde el comienzo de la deslocalización industrial, cuando las empresas empezaron a cambiar sus sedes de producción a países en donde les sale más barato producir, cada vez es más difícil saber el origen de los productos textiles que compramos, ya que en la mayoría de los casos se subcontrata. En ese argumento se amparan las multinacionales del sector cuando sale a la luz un escándalo, que eso lo hacen otras empresas y que en absoluto están vinculadas.

Así fue el caso de Levi´s. En 1991 se destapó la situación de los trabajadores inmigrantes chinos que trabajaban para Tan Holdings Corporation en las Islas Marianas (estado libre asociado a EE UU). El Departamento de trabajo de EE UU que fue quien descubrió la situación, definió las condiciones laborales como de semi-esclavitud. La marca de vaqueros reaccionó cortando relaciones comerciales y argumentando que ellos no sabían nada y que de alguna manera habían sido engañados. Irónicamente, aunque la producción en estas islas del Pacífico ya era deslocalizada, fue de las últimas fabricas de Levi´s con la etiqueta «Made in USA». Por lo que Levi´s no volvió a tener problemas con las autoridades estadounidenses. Tan Holdings Corporation, por su parte, tuvo que pagar la mayor indemnización por motivos laborales de la historia de EE UU.

La respuesta de Levi´s hoy, en día, ya no resultaría convincente. Hoy está más aceptado que las empresas tienen responsabilidad sobre a quién contratan. Ya no es que la empresa sepa y no actué, sino que no haga los esfuerzos necesarios para que se cumplan las condiciones mínimas exigidas por su supuesto código ético. Ahora las peores condiciones no se dan en en las fábricas subcontratadas por las marcas, sino en las que éstas a su vez subcontratan. Las marcas así se eximen de su responsabilidad y lo denominan como un «problema de trazabilidad».

2. Elabora un código de conducta.

Prácticamente ya no quedan empresas multinacionales que no tengan uno. Pero en su momento, publicar un código de conducta fue la respuesta más típica de las marcas de ropa frente a los escándalos laborales y medioambientales. Se trataba de una declaración pública de intenciones que hasta entonces no existía.

En un código de conducta de los años ’90 encontraríamos cuestiones como el compromiso de vigilar que en las empresas contratadas se pagara el salario mínimo, que no hubiera explotación infantil, que la duración de la jornada laboral fuera la estipulada en dicho país, que se respetara el derecho de asociación sindical, que no se envenenaran los acuíferos locales y un largo etcétera. En líneas generales, el código recogía el compromiso de vigilar que se cumpla la ley del país en el que se lleva a cabo la producción. Sin embargo, hay bastantes prácticas censurables y que son legales, como por ejemplo, el caso de China, donde no se reconocen derechos sindicales.

Pese a todo, los códigos de conducta no resultaron ser por sí solos garantía de su propio cumplimiento. Nike, publicó el suyo en 1991 y eso no impidió que surgieran casos de explotación infantil en Pakistán en 1996. Inditex por su parte publicó el suyo 2001 lo que tampoco evitó que en 2011 se encontraran una treintena de talleres clandestinos con mano de obra coaccionada produciendo para la marca en Brasil. Sólo después la empresa terminó por aceptar que el monitoreo de sus contratas lo realizara un organismo externo, la federación sindical «International Textile, Garment and Leather Workers’ Federation», integrada en «IndustriALL Global Union».

3. Si los retos no son asumibles, márcate los tuyos propios.

Hay otros muchos casos de empresas que optan por marcar sus propios objetivos para atacar tangencialmente un determinado problema. Un ejemplo aún más vergonzoso que el anterior lo encontramos en relación al desastre del Rana Plaza.

Tras el colapso del edificio del Rana Plaza en 2013 se promueve un acuerdo vinculante firmado por fábricas bangladesíes, grupos textiles internacionales y sindicatos locales, internacionales y ONG. El tratado básicamente establece que en las fábricas se ha de cumplir con los estándares de seguridad laboral y que las marcas de ropa deben pagar un sobrecoste en el producto para implementar las medidas necesarias para que no se repita una tragedia similar. Es el Acuerdo de Bangladesh.

Las cadenas de moda presentes en Bangladesh han ido firmando el acuerdo con mayor o menor premura, pero a día de hoy casi todas han terminado firmando. Aquellas empresas que decidieron no firmar el tratado, Wallmart, Gap y una quincena de empresas norteamericanas más, elaboraron un acuerdo alternativo llamado Alliance for Bangladesh Worker Safety el cual tiene el mismo objetivo pero plantea planes de acción mucho más modestos y no es vinculante. Las empresas no se comprometen legalmente a pagar más a una fábrica por cuestiones de seguridad.

4. Si no convences a las asociaciones y organizaciones de referencia, crea las tuyas propias.

En 1999 Nike llevaba una década en la que su imagen se había visto bastante erosionada. Se lanzaron distintas denuncias por las condiciones laborales en las que se fabricaban sus productos, siendo especialmente graves las acusaciones documentadas de explotación infantil. Tanto es así que la empresa era para mucha gente el ejemplo paradigmático de los costes humanos de la globalización. A pesar de que el nivel de ventas no empeoraba, la situación era bastante critica.

A lo largo de esa década la empresa había argumentado que no sabía lo que pasaba en sus fábricas y había publicado un código de conducta; aún así seguía transmitiendo una clara imagen de esclavitud. Ese año, Phil Knight, anunció que la entrada en el nuevo milenio no sería igual, que se había alcanzado un punto de inflexión y que era momento de tomar medidas contundentes. La garantía ahora era que sus proveedores tendrían que someterse a auditorías realizadas por una asociación independiente y sin conflictos de intereses. Y para ello promovió conjuntamente con el gobierno estadounidense la creación de la Fair Labor Association (FLA, por sus siglas en inglés).

La FLA es una organización sin animo de lucro que tiene por objetivo la mejora de las condiciones laborales en el mundo. Su funcionamiento es a través de afiliaciones, es decir las empresas a las que vigila son sus afiliadas, y estas pagan una cuota de afiliación que es la fuente de financiación de la FLA. Así pues la asociación independiente que les vigila había sido creada por iniciativa suya y su único conflicto de intereses es que sus sueldos se pagan con el dinero que Nike pone.

5. Si no te certifican, certifícate tú mismo.

También a raíz del hundimiento del Rana Plaza, Inditex plantea toda una estrategia de cambio de imagen. Es de las primeras empresas en firmar el Acuerdo de Bangladesh y aprovechando los esfuerzos e inversiones que implica el acuerdo, sacan lo mejor de la situación y crean el ‘sello’ Wright to Wear, es decir, una certificación que se otorga a empresas que cumplan con un conjunto de iniciativas divididas en distintos ejes: social, ecológico, seguridad laboral, reducción de químicos, control de calidad y seguimiento del proceso. Debido a todas las medidas de seguridad laboral implementadas, al terminar 2013 Inditex presenta la memoria anual de Ready to Wear, a pesar de que esta solo existía desde hacia unos pocos meses. Es difícil saber si es algo anterior a la tragedia bangladesí o una iniciativa creada a contrarreloj para que parezca desvinculada del derrumbe.

La estética que la iniciativa presenta recuerda poderosamente a una certificación externa como pudiera ser por ejemplo la de comercio justo. De hecho el término ‘sello’ parece implicar un control de calidad, casi la suposición de que puedes decidir pasar o no los controles pertinentes porque te puedes crear los tuyos propios: no deja de ser una autocertificación.

6. Con un toque de verde, mejora lo que sea.

El termino Green Wash designa a este tipo de acciones de lavado de imagen a través la ecología en marcas con poco o ningún compromiso ecológico en su forma de funcionar.
Como ejemplo, pongamos el documental Home. Estrenado en 2009, se trata de una reflexión sobre la fragilidad del planeta desde una mirada cósmica, narrado todo en imágenes aéreas en un estilo que podría recordar a la trilogía qatsi; la voz en off nos hace reflexionar sobre nuestro exceso y voracidad como especie. Sin embargo, resulta un tanto desconcertante que un documental de concienciación ecológica, empiece con los logos de distintas empresas, principalmente de moda, como Puma, Gucci o Yves Saint Laurent, entre otras. Básicamente el grupo empresarial PPR, formado por multinacionales francesas entre las que se encuentran las antes mencionadas, financió la producción del documental con 10 millones de euros, a cambio de lo que se agradece a las empresas su ayuda en los títulos de crédito.

Otra iniciativa que presentó H&M era su programa Garment Collecting, por el cual ponía contenedores de ropa usada, como los que pone Cáritas o Humana en las calles, para que reciclaras tu ropa vieja, entendiendo, por supuesto, que en el mismo viaje vas a comprar más ropa. De hecho, se promueve tu buena acción con cupones de descuento. Merece la pena ver el vídeo que publicita programa y analizar el trasfondo del mensaje: «no tienes porqué sentirte culpable por tirar tanta ropa, si la traes aquí el planeta te lo agradecerá». Además no hay que olvidar que la gestión de ropa usada es un negocio rentable.

7. Crea una Fundación.

Todos hemos oído hablar la fundación Amancio Ortega y de lo filántropo que es el dueño de Inditex. Pero también tenemos la Nike Foundation, Levi Straus Foundation, Walmart Foundation, Be What´s Possible (Gap Inc.), PPR foundation y la H&M Foundation. Todas marcas mencionadas tienen su fundación. No es que estas fundaciones no realicen una labor positiva. Pero es necesario no confundir las prácticas de una empresa en el ejercicio de su actividad, con el las causas que decidan abanderar sus accionistas con sus beneficios. Y también es importante que no nos patinen las cifras. En el año 2012 Amancio Ortega donó 20 millones de euros a Cáritas. 20 millones es mucho dinero, de hecho es la mayor donación que ha recibido Cáritas en su historia. Pero en 2013 en beneficio neto del Grupo Inditex era de 2.382 millones de euros. Simplemente deberían mantenerse las dos cifras en sus respectivos contextos. Y no considerar que cuando se habla del modelo de producción de Zara los 20 millones de Cáritas aportan algo al entendimiento del conjunto.

Bangladesh, dos años después

A pesar de todo lo dicho, la industria textil es sensible a la opinión pública que cada vez está más informada. Tras cada crisis que afrontan las marcas se intenta maquillar la realidad, pero también la realidad le supera y se adapta. En Bangladesh, en los dos últimos años, se han firmado las indemnizaciones de las víctimas del Rana Plaza, se ha alcanzado el Acuerdo Bangladesh por el que los salarios han subido un 70% (de 38$ a 67$, todavía por debajo del coste de vida del país).

También la persecución a sindicalistas y activistas se ha relajado. Un ejemplo es la recuperación de estatus legal de Centro de Solidaridad con los Trabajadores de Bangladesh (BCWS por sus siglas en inglés) que se le fue denegado en 2010. En parte por la presión de departamento de estado de los EE. UU y la Unión Europea, y en parte también por la presión de los consumidores occidentales. Pero gracias sobre todo a los propias luchas y a los propios esfuerzos de las trabajadoras, sindicalistas y activistas que les toca día a día afrontar la cara mas fea de la industria de la moda completamente desmaquillada.

Fuente: OMAL (Observatorio de Multinacionales en América Latina)