En marzo de 1993, Kevin Carter hizo la foto que le cambiaría su vida. En el poblado sudanés de Ayod se fijó en una niña desnutrida a la que parecía que se acercaba un buitre…
Las Palmas de Gran Canaria
La foto que Carlos Fernández disparó el viernes en Playa Santiago, que muestra al presidente del Gobierno de Canarias, con camisa blanca, corbata verde, brazos en jarra, mascarilla puesta y a más de cuatro metros de distancia de un jadeante y moribundo héroe que acababa de hurtar su vida a la muerte es una de las imágenes más pornográficas e insultantes de la historia política de esta tierra.
Se trata de una justificación más a la política del miedo, de las enfermedades, del rechazo al que viene de fuera, especialmente si es negro. A lo largo del discurso político que ha pronunciado en los últimos diez años, Paulino Rivero ha recopilado un saco enorme de expresiones desgraciadas en contra del otro, de frases desafortunadas sobre los africanos, el fenómeno de la inmigración y sus efectos sobre la población de las islas, hasta tal punto que hay mucha gente que piensa que si un solo inmigrante más pisa las islas, éstas se hundirán!!
Pero el mismo Rivero no tuvo problemas en fotografiarse rodeado de algunos miembros de la comunidad negra de Tenerife para recaudar un puñado de votos, que entonces consideraba vitales para demostrar que era el mejor.
La foto de este viernes es terrible y tendrá que cargar con ella toda su vida. Mientras agentes de la Guardia Civil, efectivos de Cruz Roja, voluntarios, vecinos y pescadores se afanaban por salvar la vida de los últimos héroes, el presidente llega en un lujoso coche vestido de ropa de diseño y, tanto él como su séquito, lo primero que hace es enfundarse una mascarilla. Ya no hace falta que diga más en los próximos tres años. Ha triunfado el discurso de las enfermedades, de los contagios, de verlo todo de lejos, cuando estos jóvenes hace meses que no estrechan una mano amiga.
Así, de pie, elegante, sin echar una mano, sin inmutarse, como el buitre de Carter, el presidente ve pasar ante sus ojos la cara más dura de nuestra reciente Historia, de la que él jamás será protagonista, sino un mal ejemplo.