Sobre el capitalismo de trabuco y los febles jueces hispanos

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La sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso de las indemnizaciones pagadas por Botín ha venido a legalizar las prácticas de ciertos gestores dispuestos a adjudicarse astronómicas prebendas con dinero ajeno. Según ello, no existe límite en el ordenamiento jurídico a la actuación de los gestores en la administración del patrimonio social. Una sentencia al gusto del poderoso


Por Jesús Cacho
Nueva economía
17 de Abril de 2005

La Audiencia Nacional dio a luz el jueves [14 de abril de 2005], por fin, la sentencia del caso de las millonarias indemnizaciones pagadas por el presidente del SCH a sus antiguos colegas de escalafón en el SCH. Paseo militar. Victoria por goleada de Emilio Botín. La verdad es que no esperábamos menos. Otra cosa nos hubiera decepcionado. Al tribunal [los magistrados Antonio Díaz Delgado (presidente), Luis Antonio Martínez de Salinas (ponente) y Raimunda de Peñafort Lorente] le ha parecido lo más natural del mundo que un gestor utilice los fondos sociales para pagar a dos señores 150,7 millones de euros (equivalentes a más de 25.000 millones de pesetas) y quitárselos de en medio. No sabíamos que los jueces estuvieran tan bien pagados. En España hay que andarse con cuidado: a cualquier empleado de medio pelo lo despiden y le atizan un par de millones de euros como indemnización por un quítame allá esas pajas. Normal como la vida misma.

Cuentan que el catedrático Gómez Benítez, letrado de una de las acusaciones, nada más terminar de exponer su alegato final se cruzó por los pasillos de la Audiencia con la juez Raimunda de Peñafort, popularmente conocida como la Mundi, que acudía presurosa al baño, y que, ante testigos, se despachó de esta guisa: «Le felicito, me ha gustado mucho su informe. Ha estado usted brillante y, además, debo decirle que me ha aclarado muchas cosas». De modo que el populacho esperaba que la sentencia absolutoria llevara incorporado al menos un tirón de orejas, una cierta reprimenda o censura moral a la conducta del señor Botín. Ni hablar. Todo lo que hizo el glorioso banquero fue correcto, su conducta transparente, ejemplar incluso, y aquí no hay más cera que la que arde. A correr. Gran trabajo el del ex juez Bueren de la Audiencia Nacional, ahora prestando servicio en Uría & Menéndez, que ha sido quien ha movido los hilos para sacar a Botín del atolladero. Es cierto que el bufete Uría suele pasar unas minutas de infarto, pero ya se sabe que lo bueno es caro y que el dinero de los pobres anda el camino dos veces.

En la sentencia hay perlas que resumen muy bien la mentalidad del dizque tribunal, como esta de la página 45, en la que alude a las remuneraciones como «un gasto de la Sociedad. La directrices para su fijación no están en la Ley de Sociedades Anónimas ni siquiera en el artículo 37.4 de los Estatutos de la Sociedad, y ello es lógico porque en definitiva estamos ante una función que debe ser desempeñada por quien está especialmente cualificado para ello; su retribución debe ser fijada en función de los postulados del mercado. En el seno del principio de la libertad de empresa, si es posible se contrata a los mejores, que, a su vez, perciben remuneraciones muy elevadas por desarrollar su función. Y en este punto, el Tribunal, y mucho menos un Tribunal Penal, no puede suplir los mecanismos de funcionamiento del mercado financiero».Ni el propio Botín lo hubiera escrito mejor. Estos señores tienen poca idea de la sintaxis del castellano, desde luego, y menos aún de lo que es el mercado y la libertad de empresa. Mucho de Adam Smith, del capitalismo, descansaba sobre el concepto calvinista de la austeridad, la moderación y el escrupuloso respeto al dinero ajeno. Hay otras formas de capitalismo, desde luego, tal que el capitalismo de trabuco que tiempo atrás practicó en Sierra Morena con notable éxito un tal José María Pelagio, el Tempranillo, y que ahora estos jueces se avendrían con gusto a validar.

Aquello también era mercado, si bien rudimentario, una forma, adelantada para su época, de redistribución de la riqueza (cosa que, en cierto modo, también practica Botín al financiar con idéntica largueza a universidades y partidos políticos de derecha e izquierda). Y ya sabemos que los tribunales no pueden interferir en el funcionamiento del mercado. Es el gran hallazgo de esta sentencia inane, ética y estéticamente infumable, hecha a la medida del poderoso. No hay límites en el ordenamiento jurídico español, vienen a decir estos jueces, para la actuación de los gestores en la administración del patrimonio social. La práctica de atribuirse astronómicas prebendas con dinero ajeno ha sido legalizada. A partir de ahora, los encargados de administrar con fidelidad y honradez cualquier empresa, podrán disponer del dinero de los accionistas con absoluta discrecionalidad. El Consejo de Administración lo puede todo. Sus facultades de disposición son ilimitadas. Tal es la barbaridad que consagra esta sentencia, que viene a dar la razón al viejo principio de Jeremy Bentham según el cual «toda ley es un mal», en tanto en cuando su aplicación depende del capricho de unos jueces «a menudo plegados al poder coercitivo del Príncipe», o al del millonario de turno, en nuestros días.

Hablando de millonarios: rumores insistentes estos días cuentan que la decisión del Constitucional en torno al recurso de amparo planteado por los Albertos (caso Urbanor) está al caer, y apuntan que será positiva para sus intereses. Dicen que Alcocer ya no pega palo al agua, dedicado como está casi en exclusiva a cazar en compañía de Su Majestad, ese «bastante republicano» que dice Zapatero, al punto de que cazan incluso entre semana. Con ello la vida de los famosos primos daría un giro copernicano. «No sabes la condena que tienen: es que ahora no pueden ni salir de casa…», me dice uno de sus abogados. Si solventaran el escollo, es seguro que Alcocer continuaría pegando tiros por las sierras del mundo en compañía de su real amigo, pero más de uno cree que su primo, Alberto Cortina, un tipo interesante, tomaría protagonismo en la gestión del grupo ACS, cesta en la que han metido -dicen las malas lenguas que hasta el 18%- casi todos los huevos obtenidos en la venta del Zaragozano. ¿Qué haría entonces Florentino, con el Real Madrid instalado en la más ilustre de las decadencias?

El caso es que Emilio Botín ha salvado, como se esperaba, su primer match ball, aunque el inevitable recurso de casación ante el Supremo no le resultará tan cómodo. Sin embargo, con 70 años cumplidos y nuevas pruebas judiciales que superar en el inmediato futuro, el camino se antoja complejo para un hombre a quien el mundillo financiero adjudica estos días la idea de abandonar la primera fila en cuanto se despeje definitivamente ese horizonte penal, para dar entrada a su hija Ana Patricia en la dirección del SCH. Ley de vida. Cambios generacionales importantes se avecinan en el entramado empresarial español. Cambios que van a ser evidentes en el seno de la mayor fortuna española, precisamente la familia Botín.

El salto de Ana Patricia al SCH en el más puro estilo de banca hereditaria despejará la incógnita del futuro de un Banesto a quien no le faltan novios. De novias tampoco carece Bankinter, donde sienta sus reales el hermano Jaime Botín. Desde hace meses, el mercado se malicia que el ilustrado Jaime, lector de Hegel, y el curioso inversor indio Ram Bhawnani afincado en Las Palmas, andan enzarzados en un pique de compra de acciones del banco que en el fondo no persigue otra cosa que calentar el valor para venderlo al mejor postor. Pero, con un PER 20, ¿cuánto puede valer Bankinter? ¿hasta dónde pretenden llevarlo? Ese mercado, por cierto, sospecha que la participación de la familia no es el 12% que, grosso modo, declara Jaime, sino de al menos el 40%, producto de la venta del paquete que estuvo en manos de Bank of America y que se colocó fuera.

Antes de retirarse a jugar al golf, Emilio Botín quiere dejar al SCH sólidamente instalado en el selecto club de los grandes bancos del mundo. La iniciativa del BBVA en Italia le ha pillado por sorpresa. FG ha movido pieza en el momento oportuno y ha encelado de lleno a su gran competidor. Todas las miradas de Botín están puestas en el San Paolo IMI, tercer banco de Italia, palabras mayores que valen tres veces más que BNL, casi 22.000 millones de euros. Razón de más para vender las últimas piezas que se guardan en el ajuar aportado por aquella generosa abuela llamada Banco Central Hispano. Auna está en el ojo del huracán de los fondos de capital riesgo de medio mundo. La pelea entre Eugenio Galdón (Ono) y Joan David Grimá (Auna) es el episodio que estos días anima el cotarro empresarial hispano.

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