Un análisis de la Fed de Nueva York muestra que las llegadas de inmigrantes de las últimas dos décadas coinciden con una caída del desempleo y evolución estable de los ingresos.
Hasta ahora, la literatura académica ha mostrado beneficios netos de la inmigración en Estados Unidos, pero apenas hay investigaciones para países como los europeos en los que hay un «estado del bienestar» consolidado.
La Reserva Federal de Nueva York ha puesto una primera piedra para incentivar investigaciones sobre el impacto de la llegada de extranjeros en la evolución de las variables macroeconómicas. En un análisis, los economistas Matthew Higgins y Thomas Klitgaard estudian las olas de inmigrantes de 2011 y 2015, con entradas desde Europa del Este y llegada de refugiados, principalmente desde Oriente Medio.
«Las consecuencias demográficas del aumento de la inmigración incluyen un aumento renovado en la población de Alemania y la estabilización de la edad media del país», resumen ambos. «Las consecuencias macroeconómicas son difíciles de medir pero parecen prometedoras, ya que el crecimiento del ingreso per cápita se ha mantenido y el desempleo ha disminuido», agregan.
La población alemana aumentó a principios de los 90 y se estancó entre 1995 y 2010, hasta el punto de que el censo de 2011 contabilizó un millón menos de extranjeros de lo estimado. Sin embargo, entre 2011 y 2014 calcula un aumento de inmigrantes residentes en 1,4 millones, especialmente desde vecinos europeos al Este como Polonia o Rumanía. En 2015 comenzó una segunda ola con gran afluencia desde Siria y otros estados de Oriente Medio, con otros 2,1 millones pero un perfil diferente. En el primer caso son familias que buscan trabajo para prosperar, y en el segundo huyen de situaciones de inestabilidad o guerra, y no siempre están ante urgencias económicas.
«Hay estudios que muestran que la inmigración beneficia a Estados Unidos, pero es fácil verlo porque son personas que llegan buscando trabajo sin recibir transferencias del Estado. Por eso, es interesante este análisis que se centra en Alemania y que muestra resultados positivos», sostiene Gayle Allard, profesora del IE. «Habría que tratar de estimar (con modelos econométricos) qué hubiera pasado sin estos flujos para llegar a conclusiones», alerta Patricia Carmona, economista de Funcas, aunque sirve de aproximación.
En efecto, sin inmigrantes podría haber habido un mejor comportamiento de los salarios y la tasa de paro, que está en mínimos históricos con un 3,1%(aunque Alemania está en pleno empleo). O podría haber ocurrido lo contrario, porque en realidad no hay un modelo econométrico sólido para evaluarlo. Pero el estudio sí sirve para varias cosas, al dar un primer paso para la literatura académica. Por ejemplo, muestra que no es evidente pensar en impactos negativos sobre el desempleo y los salarios, ya que a simple vista no hay impacto.
Y, sobre todo, el artículo que publica la Fed de Nueva York exhibe que el mercado laboral absorbió a los inmigrantes en edad de trabajar y búsqueda de empleo, lo que ha permitido una «mejora en la relación empleo-población». Esto es, ha aumentado el peso de la fuerza laboral en la población de Alemania en ocho puntos porcentuales, hasta el 70%, lo que facilita el sostenimiento del estado del bienestar. Es decir, que haya ingresos públicos para pagar educación, sanidad, subvenciones, infraestructuras o pensiones, el gran reto económico a largo plazo en Europa.
Justo esos ocho puntos porcentuales es la diferencia en la que aventaja Alemania a la media Europea en tasa de empleo, que entre los inmigrantes con menos de cinco años de residencia en el país aumentó desde el 50 al 60% entre 2007 y 2015, con un crecimiento más rápido que en la población nativa, aunque en esta la ratio es mayor. Después, el empleo sobre la población inmigrante total se redujo en 2017 al 53%, aunque «es pronto para saber si se deriva de que son empleos de corta duración o por mayores obstáculos como barreras de idioma o habilidades».