Sobre la BIOGRAFÍA AUTORIZADA de ´EL PAIS´. Por Martín Prieto

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´Las autoras perpetran ingenuas esta historia en la que enaltecen a Polanco y Cebrián tamo titanes de la libertad dé expresión´ ´La colusión Prisa-PSOE- no se analiza porque no es políticamente correcto ni sirve a los intereses de este santoral´ Les regalo a estas señoras, para futuras ediciones, una anécdota sugerente. La tarde del 23-F el despacho del director no estaba abarrotado: estaba la cueva vacía a excepción de Cebrián. Entramos Jesús Polanco y yo, los tres a solas. Polanco, muy alterado, pidio que el diario no saliera a la calle ante la posibilidad de que ganaran los golpistas. Escrito sea en honor de Cebrián, éste se emperró en tirar el diario vivando a la Constitución. Polanco se marchó de aquella tarde pegando un portazo. Matices que tampoco interpretan estas nenas.


Por Martín Prieto
Biografía autorizada de «EL PAIS»
Historia de EL PAIS y del grupo PRISA. De una aventura incierta a una gran industria cultural
Autoras: María Cruz Seoane y Susana Sueiro

La cubierta de este libro es una fotografia del momento en que los invitados al acto inaugural se arrebatan los primeros ejemplares de El País. En los archivos del periódico hay otra foto, menos publicitada, en la que Juan Luis Cebrián y yo nos miramos a pie de rotativa entre el desencanto y la estupefacción. ¡Qué noche la de aquel día en el que debutamos como el primer diario de la mañana que antes salía por la tarde! Una y otra vez la rotativa rompía el papel y los asistentes a aquel guateque o se iban marchanclo a medida que se desleía la madrugada o, los menos duchos en artes gráficas, se retiraban temiendo que aquello explosionara entre ciclópeos latigazos de papel-prensa. El fenómeno duró meses, con grave daño para la publicación, hasta que ingenieros de la acreditada marca Harris-Marinoni desembarcaron desde Estados Unidos en Madrid para socorrernos.

Tienen ustedes tres problemas. Cuando se abren o se cierran los portones de la sala de rotativas, que da a la calle, varía la temperatura del papel y rompe por mucha o poca tensión. Como tienen sótano tomen el papel desde abajo y así reducen el tiro de las bobinas. Luego nos mostraron unas pelotitas en la palma de la mano.
-_..¿Y..?
-Hay una plaga de ratones que se están comiendo todo el revestimiento plástico del tendido eléctrico. Deberían haber tableado en cobre. Pero tienen una solución de emergencia.
– ¿Cuál?
–Cómprense un gato.

Dicho y hecho; compramos un minino y le dimos de alta en la empresa con su correspondiente asignación mensual para leche, y los cortocircuitos cesaron como por encanto. Una lección de zoo-tecnología.

Veníamos de la impresión por plomo e ignorábamos lo más elemental del offset, y todo lo dábamos a las máquinas estadounidenses de reconocimiento óptico de caracteres, que leían solas los folios para escupir filmaciones atiborradas de erratas y que pronto arrumbamos: La redacción era joven e impagable, pero provenía de distintos-medios y no estaba conjuntada, y el director, Juan Luis Cebrián, no era respetado ni, querido: sólo temido en su hosquedad («No soy intratable; es que soy tan tímido que me cuesta entrar en una farmacia para pedir una aspirina») y, bien o mal, ocupé su espacio en la redacción a petición expresa del interesado. El jefe de edición, Julio Alonso, y yo nos conjuramos y logramos cerrar el primer número cero en 36 horas, sin salir del: diario, y a partir de ahí fuimos restando, rebañando márgenes, aunque no alcanzamos al 25 de Abril portugués con el que nos queríamos identificar. Hubo que retrasar la salida. Luego ni desde el propio periódico se ha enaltecido lo suficiente el voluntarismo de aquella redacción in ciática sobre. la que hacían volatineras el director, el consejero-delegado y el presidente de la entidad. Las bases no tomaron el poder pero sacaron el periódico, para mayor gloria de la superes

El País (el grupo Prisa)- está en edad de que le hagan la biografía, pero para la hagiografía es demasiado pronto porque aún viven demasiados de los

La tarde del 23-F el despacho del director no estaba abarrotado: estaba la cueva vacía a excepción de Cebrián. Entramos Jesús Polanco y yo, los tres a solas. Polanco, muy alterado, pidio que el diario no saliera a la calle ante la posibilidad de que ganaran los golpistas. Escrito sea en honor de Cebrián, éste se emperró en tirar el diario vivando a la Constitución. Polanco se marchó de aquella tarde pegando un portazo. Matices que tampoco interpretan estas nenas.
protagonistas de aquella aventura periodística y para el gatuperio libresco hay que tener al menos la caridad de esperar a que se mueran los testigos. María Cruz Seoane (historiadora de Prensa) y Susana Sueiro (bibliotecaria de la Hemeroteca Municipal de Madrid) perpetran ingenuas esta Historia de El País y del grupo Prisa. De una aventura incierta a una gran industria cultural, una biografía autorizada del grupo editorial en la que enaltecen a Jesús de Polanco y a Juan Luis Cebrián como titanes de la libertad de expresión contra los demonios que habitaban su propia casa. No es difícil el empeño de estas desavisadas. Basta explicar cómo Cebrián le arrebata la dirección a Carlos Mendo engatusando a Fraga y traicionándole después, cuando se tanteaba a Miguel Delibes o Julián Marías y no a un jovenzuelo proveniente de los sindicatos verticales y la información televisiva del franquismo. Basta explicar cómo Jesús de Polanco le dio la patada al Olimpo al fundador José Ortega y por qué. Basta explicar por qué Cebrián destituyó a Darío Valcárcel como subdirector cuando éste había cosechado durante años el dinero para sacar el diario y era un pilar fundacional que no se merecía tal trato. Basta explicar por qué, tras el fracaso de Radio El País y el ulterior de la revista El Globo (un carísimo capricho de la incompetencia de Cebrián) el gobierno de Felipe González le vende en dos tramos la Ser a Polanco sin licitación pública. Basta explicar por qué a don Jesús, con Cebrián de rémora, se le concede una televisión de pago fuera de concurso. La colusión Prisa-PSOE no se analiza porque no es políticamente correcto ni sirve a los intereses de este santoral. El periódico nació utópicamente como propiedad de nadie y acabó en prenda de un único señor al que se le ve el garfio. Está todo explicado hasta para estás damas que se hacen las lelas por debajo de tanta farfolla documental.

Permítanme una alusión personal. Las autoras se preguntan sobre mi misteriosa marcha de El País. Que le pregunten a Juan Luis Cebrián que mandó encriptar electrónicamente mis artículos en el periódico, ocultos así a cualquier consulta; remedo estalinista de cuando Trotsky era borrado hasta de las fotografías. O que me hubieran preguntado a mí, que ni estoy muerto ni vivo en Marte. Les regalo a estas señoras, para futuras ediciones, una anécdota sugerente. La tarde del 23-F el despacho del director no estaba abarrotado: estaba la cueva vacía a excepción de Cebrián. Entramos Jesús Polanco y yo, los tres a solas. Polanco, muy alterado, pidio que el diario no saliera a la calle ante la posibilidad de que ganaran los golpistas. Escrito sea en honor de Cebrián, éste se emperró en tirar el diario vivando a la Constitución. Polanco se marchó de aquella tarde pegando un portazo. Matices que tampoco interpretan estas nenas.