Somalia: ¿qué pasa y a dónde se dirige?

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Somalia es un país a la deriva, afincado en la guerra desde hace casi tres décadas. El sistema tradicional clánico del país está dominado por los intereses particulares, en detrimento del bien común. Uno de los retos actuales es la hambruna

Cuando uno mira un mapa de África, llama la atención el cuerno que se forma al Este. Ahí está Somalia, un país algo más grande que España y Portugal, con 12 millones de habitantes, en su gran mayoría musulmanes. Es uno de los raros países africanos en que se habla una misma lengua, el somalí. Pero desde hace 25 años Somalia está en la primera página de los informativos del mundo. ¿Por qué?

¿Habrá un momento en el que las agencias internacionales coordinen sus esfuerzos para que la ayuda llegue a aquellos que realmente lo necesitan? ¿Habrá un día en que las decisiones políticas no condicionen la vida hasta la muerte?

Un poco de historia

En el siglo XIX, y tras varias décadas de ocupación de los sultanatos árabes, los británicos, franceses e italianos, establecieron sedes en esta región. La parte ocupada por los italianos, la Gran Somalia, era la tierra que unía a todos los somalíes. Durante la 2ª Guerra Mundial el territorio fue ocupado por tropas británicas que la administraron hasta 1941 en que pasó a ser territorio del Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas bajo administración italiana.

La actual Somalia surgió el 1 de julio de 1960 a partir de la unión de los territorios británicos e italianos. La Somalilandia francesa conseguiría la independencia en 1977, convirtiéndose en la actual Yibuti.

Desde 1960, Somalia fue gobernada por la Liga de la Juventud Somalí (US) hasta 1969 cuando el asesinato de su líder y un golpe militar colocaron como presidente a Mohamed Siad Barre. La pésima situación económica en los años ochenta hizo crecer la oposición armada en el país, sobre todo en el norte, que aprovechando la caída del presidente Barre, en 1991, se declaró independiente con el nombre de Somalilandia.

Con el país sumido en la guerra civil, Estados Unidos envió tropas en 1992 para socorrer a una población que pasaba por una terrible hambruna. El Congreso Unido Somalí (CUS), una de las principales organizaciones políticas y paramilitares que dominaba en el sur y controlaba la capital, se opuso a esta intervención e interrumpió la ayuda.

Al año siguiente, la ONU envió una misión que se retiró en 1995 sin haber conseguido ni el restablecimiento de la autoridad nacional, ni la paz en el país.

Tras un largo periodo de enfrentamientos, en el 2000 la Conferencia de Paz de Yibuti formó el Gobierno Nacional de Transición que, aunque contaba con el respaldo de la ONU, la Unión Europea y la Liga Árabe, fue rechazado por diversos «señores de la guerra». En 2004, la Conferencia de Nairobi consiguió la creación de un Gobierno Federal Transitorio (GFT), pero tampoco estos acuerdos lograron la paz. En 2006, la Unión de Tribunales Islámicos (UTI) tomó el control de la capital y el gobierno provisional pidió y recibió ayuda militar de Etiopía, lo que llevó a la UTI a declarar la guerra. A lo largo de 2007, la mayor parte de los territorios controlados por la UTI pasaron a manos del GFT. Entonces, el ala radical joven de la UTI tomó las riendas del grupo con el nombre de Al-Shabab (que significa Los Jóvenes), que no ha cesado en sus atentados terroristas.

La República de Somalia es actualmente un Estado Federal con un gobierno transitorio sometido al fideicomiso de tres organismos internacionales (Naciones Unidas, la Unión Africana y los EE.UU como mediador). Se rige por la Carta Federal Transitoria, fruto de la Conferencia de Nairobi. El pasado febrero, los parlamentarios somalíes eligieron a Mohamed Abdullahi Farmajo como 9º Presidente del país. Abdullahi Farmajo tiene 54 años y es popular por su discurso nacionalista, opuesto al federalismo, que se ha convertido en la piedra angular de la nueva Somalia.

Los desafíos a los que se enfrenta el presidente Farmajo son múltiples. Destacaremos tres

El primero es la lucha por la seguridad frente al terrorismo de Al-Shabab, que no reconoce al nuevo gobierno y mantiene su espiral de violencia. Una seguridad que tratan de mantener los 22.000 soldados de la Unión Africana.

El segundo es la hambruna. A finales de marzo, el presidente Farmajo ha declarado el estado de catástrofe nacional. Desde hace unas semanas se registran los primeros muertos de hambre en la región. El representante del auto-proclamado estado de Somalilandia en Francia, Ali Ismael Hassan, se ha dirigido directamente al gobierno francés y a las ONG pidiendo ayuda. «Nuestra economía está basada en el ganado, pero hemos perdido, al menos, el 80% de la cabaña. Somalilandia necesita alimentos, medicamentos y agua». Según la Organización Mundial de la Salud, más de 6 millones de personas, la mitad de la población del país, necesitan ayuda urgente.

El tercer desafío es quizás el más delicado, la situación política; la sociedad somalí se ha dado un nuevo gobierno, pero se sigue rigiendo por un sistema clánico ya que el país adolece de un Estado central fuerte, lo que hace que Somalia esté sumida en el caos y la violencia mantenidos por milicias locales, bandas criminales y grupos islamistas.

¿Qué soluciones?

EE.UU, uno de los principales instrumentos de ayuda y apoyo al gobierno actual, tiene un papel clave en la posible solución de la realidad somalí. Durante el mandato del presidente Obama se redobló la presencia militar en el país y se mantuvo el flujo de ayuda económica. Pero, con la llegada de Donald Trump, los somalíes han visto cercenada su posibilidad de emigrar a ese país y temen que se les retire buena parte de la ayuda económica.

En definitiva, la guerra y el hambre han obligado a la población somalí a abandonar sus hogares y emprender el camino hacia el campo de refugiados más grande del mundo, Daddab (Kenia) que según Médicos Sin Fronteras, alberga a más de 400.000 personas. Mientras, los líderes no se ponen de acuerdo sobre soluciones concretas y la comunidad internacional no muestra una clara voluntad de implicarse en la solución del problema. ¿Veremos llegar el fin de la guerra en Somalia? ¿Habrá un momento en el que las agencias internacionales coordinen sus esfuerzos para que la ayuda llegue a aquellos que realmente lo necesitan? ¿Habrá un día en que las decisiones políticas no condicionen la vida hasta la muerte? La respuesta a estas preguntas no está muy clara.

En un reciente viaje a las Naciones Unidas del Administrador Apostólico en Mogadiscio, el obispo Georgio Bertin, declaró que cuando se trata de Somalia, el mundo exterior tiende a ver el país a través de dos lentes: o es un problema de seguridad, o es una emergencia…

Yo digo que para progresar necesitamos el renacimiento de las instituciones del Estado. Este debe ser nuestro principal trabajo, como el de la comunidad internacional, debido a que el Estado fue destruido y sin Estado siempre se necesitará a los militares y la ayuda urgente.

La comunidad internacional tiene que comprometerse con los somalíes». Según el obispo Bertin, «los diferentes grupos de somalíes se alinean con el interés extranjero que mejor se adapte a su clan en particular. Soy de la opinión que el 80% de la población está siendo rehén de estos diferentes intereses».

Autor: Juan Manuel Pérez Charlín, mafr.
Fuente: Revista Africana, junio 2017