Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz, presa de conciencia bajo arresto domiciliario desde 1989, dirige el movimiento a favor de los derechos humanos y la democracia en Birmania. Su vida, como su obra escrita, es una estremecedora expresión de la fortaleza moral y la fe en la no violencia. El mejor punto de partida para entender su vida y sus ideales es Mahatma Gandhi, cuyo modelo de resistencia pacífica ha adoptado. Los militares birmanos tomaron el poder en un golpe de Estado de 1962, dirigido por el general NeWin. Han pasado más de 40 años y los gobiernos «democráticos» siguen haciendo excelentes negocios con la dictadura militar, a pesar de haber ganado democráticamente Suu Kyi las elecciones de 1990. El 8 de Agosto de 2003 se cumplió el 15 aniversario de la masacre del régimen militar que asesinó a miles de manifestantes pacíficos.
Publicado 29/09/2003
Por Francisco Rey Alamillo
Militante del Movimiento Cultural Cristiano
Acontecimiento que llevó definitivamente al compromiso de Suu Kyi con su pueblo. En pocos días fueron asesinadas 10.000 personas y el mundo exterior sabe poco acerca de este hecho que aconteció un año antes de la matanza de Tiananmen. Las únicas imágenes que muestran lo ocurrido son propiedad de la empresa japonesa NHK que han impedido que sean emitidas por las televisiones de Occidente para no desestabilizar el régimen militar. Las prisiones de Rangún están llenas de miles de opositores al régimen. Según Naciones Unidas miles de personas han sido torturadas, y sometidas a la esclavitud, algunas incluso por cantar una canción a favor de la libertad. Birmania, según dice Amnistía Internacional, es una prisión sin rejas.
Suu Kyi no ha abandonado el sendero trazado por Gandhi y ha llamado a su pueblo, especialmente a los jóvenes, a no recurrir a la violencia. «No creo en la lucha armada porque perpetúa la tradición de que quien mejor empuña las armas, ejerce el poder. Eso no ayuda a la democracia. La no violencia significa una acción positiva…No es que uno se quede sentado sin hacer nada…sino hacerlo de una forma no violenta», plantea. Como Gandhi, Suu Kyi confía en la capacidad humana para el cambio y busca transformar al opresor, no destruirlo.
Hasta su regreso a Rangún en marzo de 1988, al enterarse de que su madre acababa de tener un derrame cerebral, Suu Kyi había pasado la mayor parte de su vida en el extranjero. Su padre, el general Aung San, héroe nacional y arquitecto de la independencia de Birmania del dominio británico, había sido asesinado cuando ella era niña y Suu Kyi pasó gran parte de su adolescencia en la India, donde su madre era embajadora. Fue allí donde se comenzó a interesar por las enseñanzas de Gandhi.
En 1964, viajó de Nueva Delhi a Oxford, en cuya universidad estudió filosofía, política y economía. Al graduarse, trabajó brevemente como asistente de investigación en la Universidad de Londres y después pasó tres años en Nueva York, trabajando para las Naciones Unidas. En 1972, se casó con Michael Aris, un académico británico -nacido en Cuba- a quien había conocido en Inglaterra. Suu Kyi sólo puso una condición al matrimonio: «Sólo te pido una cosa. Si algún día mi pueblo me necesita, me ayudarás a cumplir mi deber», le escribió a Aris desde Nueva York. El momento llegó dieciséis años después, cuando sus hijos Alex y Kim tenían 15 y 11 años, respectivamente.
SACRIFICIOS EN POS DE LA DEMOCRACIA FRENTE A LA DICTADURA
Mientras Suu Kyi cuidaba a su madre, una ola de protestas estudiantiles contra el régimen del general NeWin comenzó a tomar fuerza en Rangún. En julio de 1988, NeWin abandonó el poder, tras haberlo ejercido durante 26 años. Poco después, millones de personas comenzaron a manifestarse en todo el país a favor de la democracia. Como consecuencia, el ejército intervino y se estima que miles de personas perdieron la vida asesinadas.
A finales de agosto, Suu Kyi se dirigió a cerca de medio millón de birmanos frente a la pagoda de Shwedagon, en Rangún, abogando por el paso a la democracia. En septiembre, cuando la actual junta militar estableció el Consejo de Ley Estatal y Restauración del Orden, se estableció la Liga Nacional por la Democracia, que ella pasó a dirigir.
A la muerte de su madre, en diciembre de 1988, Suu Kyi incrementó sus actividades políticas, pronunciando discursos en varias partes del país. Tras presenciar cómo los tanques birmanos aplastaban a miles de estudiantes en las calles de la capital, en agosto de 1988, La Dama reunió a cientos de miles de personas en un mitin y prometió con un nudo en la garganta llevar al país a «su segunda independencia» sin derramar una gota de sangre.
Suu Kyi se ha declarado en huelga de hambre en varias ocasiones para pedir que la encierren en la cárcel con sus seguidores algo que el Gobierno no se atreve a hacer siendo como es la hija del héroe nacional; ha dormido durante semanas en su coche frente a controles militares que bloqueaban su paso y ha permanecido seis de los últimos 11 años encerrada en su casa, sin ver crecer a sus dos hijos, Kim, de 23 años, y Alexander, de 28 años. Suu Kyi declaraba: «No me gusta utilizar la palabra sacrificio. Siempre he dicho que la vida es una elección y yo he elegido implicarme en el movimiento por la democracia en Birmania. Nadie me ha forzado a hacerlo. No estaría bien decidir que vas a hacer algo y después decir: `Oh, cuánto estoy sacrificando`. Si te sientes así lo mejor es que no te impliques. Gran parte de nuestro pueblo ha sufrido durante esta lucha y puedo decir sin temor a equivocarme que muchísima gente ha sufrido más que yo, mucho más. No tengo ningún derecho a quejarme. Si lo hiciera no estaría siendo seria en mi compromiso».
En abril de 1989, se enfrentó a un grupo de militares que tenían la orden de dirigir contra ella sus rifles durante una manifestación. Un mayor del ejército intervino y le salvó la vida. En julio de 1989, comenzó su primer arresto domiciliario, que duró hasta 1995. En mayo de 1990, la Liga Nacional por la Democracia ganó más del 80% de los escaños para la Asamblea Nacional -a pesar de que 93 partidos presentaron candidatos- pero la junta militar se negó a reconocer los resultados.
En 1991, se le concedió, en ausencia, el Premio Nobel de la Paz «por su lucha no violenta por la paz y los derechos humanos». El presidente de la República Checa, Vaclac Havel, quien había apoyado su candidatura al premio, la llamó «un extraordinario ejemplo del poder de los desposeídos». «A Aung San Suu Kyi no se le puede callar por la fuerza porque dice la verdad y porque sus palabras reflejan conceptos birmanos y universales fundamentales. Ella habla a nombre de todos los que buscamos la justicia», agregó.
En marzo de 1999, su esposo Michael Aris murió de cáncer en Oxford, Reino Unido. Durante varios años, la junta no le había permitido visitar a Suu Kyi en Birmania y, a pesar de las gestiones de su familia y de diversas personalidades internacionales, tampoco le permitieron hacerlo cuando sabía que estaba muy enfermo. A ella, sin embargo, le dijeron que si quería podía viajar a Inglaterra para visitarlo en su lecho de muerte. Suu Kyi, quien durante años se había negado a abandonar Birmania a cambio de su libertad, se despidió de Aris en silencio, meditando. Michael Aris trabajó en la recopilación y selección de los escritos de su mujer en un estupendo libro titulado: «Libres del miedo»
GOLF Y BANQUETES
La vida, entre tanto, es mucho más fácil para los generales corruptos, que siguen llenando sus bolsillos hasta la saciedad. Los dictadores birmanos han ocupado los antiguos palacios reales, se construyen mansiones y viven una vida social de fiestas y banquetes en la que no falta el golf, su pasión favorita.
Y así, entre partida y partida, dirigen el país a capricho, cambiando, por ejemplo, los nombres de cientos de ciudades, pueblos o templos. La denominación oficial de Birmania es desde 1989 Myanmar, y Rangún ha sido rebautizada como Yangún. El propio nombre de la institución con la que el régimen reprime al pueblo, el Consejo para la Restauración de la Ley y Orden Estatal (SLORC), lleva ahora el título más políticamente correcto de Consejo para la Paz y el Desarrollo.
Nadie puede hacer un negocio en este país sin la venia de sus dictadores, que controlan el 100% de una economía mantenida en dos terceras partes con actividades ilegales, ya sea droga o contrabando.
El 40% del presupuesto nacional va directamente al Ejército, mientras el sistema sanitario está en ruinas, cientos de adolescentes abandonan el país cada mes para prostituirse en China o Tailandia y casi 80 bebés de cada mil mueren antes de cumplir los dos años de edad.
Ningún birmano habla de política o critica al Gobierno cuando hay otro compatriota delante, aunque sea un hermano o el mejor amigo. Myanmar es un país de espías. «Cada noche nos hacen escribir un informe detallado sobre lo que han hecho los turistas. Muchas veces es incómodo. Cenamos con nuestros clientes y ahí están, en la mesa de al lado, los espías del Gobierno», cuenta un joven guía turístico.
NIÑOS SOLDADOS TRATADOS CON BRUTALIDAD
También es un país de esclavos. Viajando por carretera por el interior del país se puede ver a cientos de personas, muchas de ellos niños, picando piedras y trabajando en la construcción de carreteras. El Gobierno ha creado un sistema de trabajos forzados.
Los niños soldados son sometidos a una vida de constante brutalidad, asegura HRW (Human Rights Watch). Muchos niños tratan de desertar. Si son capturados, se los somete a tratos aun más crueles e incluso a ejecución, según un informe de 220 páginas elaborado por HRW y titulado «Mi rifle era más alto que yo: niños soldados en Birmania.» Otros también piensan en escapar, pero terminan suicidándose por temor de que sus superiores cumplan con su amenaza de tomar represalias contra sus familias en caso de deserción, asegura el informe. Birmania tiene malos antecedentes en materia de derechos humanos, pero su historial como reclutador de niños soldados es el peor del mundo,»dijo la directora de la División de Derechos Infantiles de HRW, Jo Becker.
Las organizaciones insurgentes también reclutan niños, pero mucho menos que el ejército regular, que cuenta en total con 350.000 efectivos, el doble que en 1988, cuando la actual junta militar se hizo cargo del gobierno. HRW calcula que entre 6.000 y 7.000 menores revistan en filas rebeldes. Según HRW, oficiales de reclutamiento suelen acudir a estaciones de tren, puestos de control en las carreteras y festivales para identificar a posibles niños soldados, a quienes solicitan documentos de identificación. Si no los tienen, y generalmente es así, los ponen ante la alternativa de enrolarse o, de lo contrario, ser encarcelados. Si aún se resisten a las amenazas, los conducen a una base militar donde los golpean hasta que aceptan la oferta. En los documentos de reclutamiento se les registra siempre con una edad falsa. Una vez reclutados, muchos son confinados en campamentos militares donde se los obliga a trabajar sin recibir compensación alguna y sin permitírseles ningún contacto con sus familias.
Un niño dijo a los investigadores que sufrió una paliza cuando tenía 14 años por negarse a ejecutar a un civil. Uno de 13 años y otro de 15 afirmaron haber sido obligados a participar en la masacre de 15 mujeres en el estado de Shan.
LOS NEGOCIOS DE NUMEROSAS MULTINACIONALES, PILAR DE LA DICTADURA MILITAR.
Birmania es un país empobrecido a pesar de poseer recursos extraordinarios como petróleo, gas, extensos bosques de teca, etc. Esta nación saqueada durante más de 100 años de dominio imperial británico. Una larga lista de multinacionales europeas y estadounidenses se han puesto en primera línea para negociar con el régimen militar. De hecho, algunas ya lo hacían antes de que Aung San Suu Kyi ganara en 1991 el Premio Nobel de la Paz y el mundo comenzara a prestar más atención a lo que sucedía en Birmania.
«Las multinacionales que como Pepsi o Texaco invierten en mi país no entienden que sólo alargan la agonía de mi pueblo, que los beneficios no llegan nunca a la gente», dice Voz sin miedo, como también llaman los birmanos a su heroína. La líder opositora birmana y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi considera que la empresa TotalFina Elf es el mejor pilar del gobierno militar encabezado por el general Than Shwe.
Según el «Libro negro de las firmas de marca» de los periodistas austriacos, Klaus Werner y Hans Weiss, el grupo francés TotalFinana ELF sigue haciendo negocios en Birmania directamente involucrado en el negocio del petróleo. Estos dos investigadores austriacos que han pasado una larga temporada documentándose sobre estas prácticas de rapiña de las multinacionales, aseguran que en Birmania es imposible hacer negocios si no se apoya directamente al gobierno militar y al sistema de violación de derechos humanos. Denuncian que la marca suiza de lencería Triumph posee una fábrica en Birmania situada en unos terrenos de alquiler del régimen dictatorial, que basa su poder en el uso sistemático del trabajo forzado y de la tortura.
El 7 de setiembre del año 2000 un Juez federal de Los Angeles emitió un fallo por el que la multinacional Unocal Corp.–uno de los mayores inversores estadounidenses que operan en Birmania– fue declarado exento de responsabilidad en la violación de derechos humanos durante la construcción del gasoducto de Yadana, por la que había sido denunciada. Unocal posee el 28,6% de las acciones del consorcio que realizó las obras culminadas en 1998. Los abogados que representan a los aldeanos birmanos que presentaron la demanda en 1996, aduciendo haber sido forzados por los militares a trabajar en el proyecto o haber sido atemorizados por negarse a hacerlo, dijeron que apelarían la decisión. Unocal no negó estar enterada de que existió violación a los derechos humanos por parte del gobierno anfitrión durante el proyecto. Sin embargo, de acuerdo con la decisión judicial, no se comprobó que la empresa conspiró con los militares para forzar a los aldeanos a trabajar. La cuestión es si la justicia puede aceptar la «omisión» de una poderosa transnacional en un caso relacionado con la violación de derechos humanos, especialmente cuando sus actividades se ven favorecidas por quienes son responsables de tales actos.
Marco Simons, portavoz de Earth Rights y autor de un informe en agosto de 2001 sobre Birmania, declaraba: «mantenemos las alegaciones de violación de los derechos humanos y de trabajo forzado en Birmania». Jean-Pierre Cordier, el Presidente del Comité ético de TotalFinaElf, acerca del legitimado y el apoyo indirecto concedido a la dictadura birmana, declara: «TotalFinaElf es una empresa industrial y, como tal, no tiene que sustituir a los organismos internacionales tipo ONU, o Estados (tiene la nacionalidad francesa) para juzgar el carácter seleccionable de un país para su inversión. No tenemos ni legitimidad, ni competencia para llevar un juicio sobre la acción de los Estados en los cuales trabajamos.»
Recuérdese que, el consorcio de explotación llevado por TotalFinaElf invirtió en torno a mil millones de dólares desde 1995 en Birmania. En un comunicado de prensa común, la Federación internacional de las ligas los derechos humanos y Acciones Birmana recuerda que los cargos electos de la Liga Nacional para la democracia (NLD), vencedores a las elecciones de 1990 con más de un 80% de los escaños piden el paro de toda inversión en Birmania y la instauración de sanciones económica frente al régimen militar birmano… Una llamada no oída hasta ahora por la Comunidad internacional, aunque la OIT en una Resolución adoptada el 30 de noviembre de 2000, pero no vinculante indica «al conjunto de los Gobiernos, de las organizaciones internacionales y sociedades privadas que deben revisarse sus relaciones con el régimen birmano debido al recurso sistemático al trabajo forzado».
Por otra parte la OMC (Organización Mundial del Comercio) ha decidido que los gobiernos no pueden oponerse al comportamiento de empresas que comercian con brutales dictaduras como la de Birmania, ya que ello constituiría un «obstáculo al libre comercio». En 1996 Massachussetts sancionó una ley que intentaba disuadir al gobierno de dicho estado a hacer compras a empresas que negociaran con Myanmar (Birmania) como una manera de reaccionar contra la dictadura militar de dicho país. Esta ley era similar a las leyes anti-apartheid destinadas a África del Sur en los años 80. Sin embargo las empresas afectadas utilizaron a la OMC para atacar esta ley porque violaba las reglamentaciones de compras por ella establecidas. Por otra parte, China, Thailandia e Indonesia miembros del ASEAN (órgano económico del la zona) canalizan inversiones de empresas occidentales, para saltar el embargo y no renunciar a condiciones de explotación tan «favorables». Algunas de estas empresas son: Total (Petrolera, Francia), Unocal (Petrolera, USA), Premiere Oil (Petrolera, UK) Procter & Gamble , Canterpillar (Maquinaria pesada), Sony (Electrónica, Japón).
AUNG SAN SUU KYI SIGUE PRESA
Mientras se realiza el saqueo de esta rica nación por las multinacionales occidentales y se maquilla la complicidad de los gobiernos occidentales y de los organismos internacionales, que apenas han dejado oír su voz frente a las autoridades militares de Birmania, la luchadora no violenta Aung San Suu Kyi sigue presa.
«La presión internacional les hizo elegir (a los generales) un nuevo método para reprimir a la oposición, en lugar de marcharse las manos ellos mismos», asegura un diplomático occidental destinado en Rangún. El Gobierno birmano organizó y armó a un grupo de ex presidiarios a los que se prometió una amnistía si agredían la comitiva de la Premio Nobel de la Paz. Armados con palos y machetes, los mercenarios atacaron a los seguidores de la oposición al régimen militar en lo que fuentes diplomáticas describen como «una carnicería en la que pudieron morir entre 60 y 70 personas. La Dama permanece desde entonces detenida en un campamento militar.
El miedo es la única libertad que el régimen militar concede al pueblo y quienes se atreven a rechazarlo para mostrar su apoyo a La Dama saben que el castigo es siempre ejemplar. China cierra las fronteras a la disidencia birmana. Tras los sucesos que han conmocionado a Birmania, lejos de cooperar con las fuerzas democráticas, la República Popular China ha estrechado los controles fronterizos para evitar que los disidentes birmanos puedan abandonar el país y ponerse a salvo del acoso de los grupos militares y paramilitares de la Junta, en el poder.
La desazón se ha apoderado de miles de birmanos que creían que el proceso de democratización, aunque lento, iba por el camino adecuado. La Junta militar birmana, sigue negándose a facilitar entrevistas con la dirigente democrática y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, detenida en un centro de los servicios de inteligencia militar de la Junta, en Rangún.
Aung San Suu Kyi, «una mujer que aúna el compromiso profundo y la tenacidad con una visión en la que el fin y los medios forman una unidad. Y cuyos elementos básicos son la democracia, el respeto a los derechos humanos, la reconciliación entre los grupos, la no violencia y la disciplina personal y colectiva. Una admiradora de Mahatma Gandhi y de su padre. Del primero aprendió el compromiso con la paz, del segundo el convencimiento de que el liderazgo es un deber que sólo puede ejercerse con humildad, y sobre la confianza y el respeto del pueblo al que se lidera». (Extraído del discurso de entrega del Premio Nobel de la Paz 1991).
Esperamos que los Medios de Comunicación Social y nuestros políticos no silencien este 15 aniversario de la masacre de Rangún que causó la muerte de 10.000 personas y se comprometan con las luchas no violentas de los pueblos oprimidos. Nuestro silencio nos hace cómplices. Lo que más necesitan los oprimidos de la tierra es una opinión pública solidaria que presione en la toma de medidas adecuadas hacia su liberación.