Telebasura + enseñanza basura= “NIÑOS BASURA”

2676

Cuentan que en el dilema de elegir tener auténtico «poder de influencia» sobre el que tuvo que dilucidar el que fuera presidente de Francia, F. Mitterand, se le propuso o bien dirigir la televisión estatal o bien el Ministerio de Educación.


Por Manuel Araus
Revista Autogestión nº 57
febrero-marzo de 2005

Cuentan que en el dilema de elegir tener auténtico «poder de influencia» sobre el que tuvo que dilucidar el que fuera presidente de Francia, F. Mitterand, se le propuso o bien dirigir la televisión estatal o bien el Ministerio de Educación.

Eligió dirigir la televisión estatal. Pedro Solbes le ha planteado un problema que tiene los mismos términos al Ejecutivo y a la Sra. Caffarel y su Comité de Sabios: si queremos dinero para educación habrá que acabar con el déficit de la televisión (léase «privatización»). A lo mejor eligen televisión. Galbraith, ese prestigioso economista, manifestaba a su vez que es bien vanidoso un educador que cree que es él el que educa cuando resulta que la asignatura a la que más recursos dedican todos los presupuestos es a la del consumo. Escuela y televisión forman hoy un dúo del que es difícil prescindir para hablar de temas educativos.

En cuanto a la televisión, parece que ya se ha conseguido un difícil acuerdo (recuerden que también anda por medio eso del negocio), para acotar lo que han llamado «telebasura» dentro del espacio de los adultos, y sacarla del de los niños. En esto va a primar el criterio que empleaban nuestros padres cuando nos decían: «Tú, ahora eres pequeño y no puedes fumar. De mayor podrás hacer lo que quieras». Como si la basura fuera más digestiva para los mayores que para los menores. Lo que si parece claro en la televisión, en cuanto a su función formativa, es que no sólo no está sometida a los «controles» de «calidad» de la Escuela sino que además esta función está decididamente subordinada a su naturaleza mercantil. La televisión que «controla» el Estado aporta tan poco o nada a su función no mercantil, que andan pensando que mejor que seguir perdiendo dinero sería privatizarla al menos parcialmente. Para lo que vale como televisión no comercial…

En el asunto de la educación la cosa cobra otros tintes. La OCDE, que tiene la manía de realizar un informe de evaluación de la situación educativa de los 30 países que la componen cada tres años (informe PISA), ha venido con este último a volvernos a sacar los colores a España. Los datos, que ya han sido ampliamente difundidos, nos sitúan globalmente en el puesto 22 de los 30 de la OCDE y en el 27 de los 40 que analiza; en el puesto 24 en cuanto a nivel de Matemáticas (con un 23% de los alumnos de 15 años que no alcanzan los niveles mínimos); en el puesto 22 en cuanto a nivel de Ciencias y en el 23 en el de Comprensión lectora. A sindicatos y gobierno les ha consolado de este último informe, no obstante, el «nivel de equidad» alcanzado: acceso de más alumnos al Bachillerato (o eso que llaman el desplazamiento hacia arriba del proceso de selección).Y ello, teniendo en cuenta- dicen- que el nivel de inversión por alumno está por debajo de la media de la OCDE (5.385 $ en España; 6,821 $ en la OCDE). Aunque estos «logros» a punto estuvieron de llevarse al traste con las propuestas del modelo «selectivo» del PP. Poco consuelo, si resulta que llegan al bachillerato sin leer y escribir correctamente o sin resolver problemas básicos de matemáticas.

¿Y POR QUÉ OCURRE ESTO?

La cantinela de las inversiones.

Los gurús de la profesión, sobre todo en ese espectro que se autoproclama «progresista», pronto se prestan a endilgar el problema a las INVERSIONES Y A LAS FINANZAS. La famosa cantinela de la «falta de recursos». Resulta como poco, poco convincente como la explicación más destacada si se tiene en cuenta que nunca ha contado la educación con tantos recursos como hasta ahora y que otros países con los mismos o menos recursos invertidos que los nuestros (como el caso de Polonia claramente), han obtenido muchos mejores resultados. No nos comparan con otros países de los llamados «no desarrollados», pero está claro- hasta en cualquier informe de la UNESCO- que con muchísimos menos recursos se apañan mejor. Lo insinúa hasta su directora.

Tampoco se dice muy claramente, políticamente hay que estar callado para no «enfadar» a los «nacionalistas» aliados con la «izquierda», la diferencia de recursos entre autonomías, es decir, el nivel de desigualdad territorial. ¿Va a seguir creciendo, Sr. Zapatero? Este pone de manifiesto dos cosas que se callan: que no se invierte más donde más se necesita sino donde más se tiene. Y que, además, comunidades con menos recursos, como es el caso de Castilla León, obtienen mejores resultados que otras con más, incluyendo al País Vasco y Cataluña.

Ni tampoco se dice que el costo de un niño en una escuela concertada es la mitad que el de una escuela estatal, y que en ambos casos los resultados no son muy favorables, más bien todo lo contrario, a la estatal.
Lo cierto es que quien se beneficia más de los recursos «estatales» es quien, precisamente, mejor tiene apañada su renta para poder pagarlos. Y aquí no hago distingos entre las de titularidad estatal o privada. Me da igual. Es una canallada que quienes tienen más renta paguen menos escuela. Es la canallada de «tratar igual a los desiguales». Es una canallada que los que «disfrutan» de una Universidad que pagan los que terminan no pudiendo ir a ella (un puesto universitario vale, como promedio, el equivalente a 35 plazas de primaria), suspendan una y otra vez y que, cuando aprueben, pongan sus proyectos al servicio del que «mejor los compre» (porque nadie les ha dicho que ellos no han pagado su plaza escolar).

La instrumentalización ideológica del sistema educativo

Otro bloque de explicaciones tiene más que ver con la inestabilidad de nuestro marco educativo legal. Primero, cuando no daban mas de si los parches a la Ley General de Educación, fue la LODE; luego la LOGSE, que se intentó reformar con la LOCE, y que se ha vuelto a quedar paralizada con el PSOE. A nadie le cabía duda de que había que «reformar» la «reforma» de la LOGSE. Ni siquiera al PSOE. El fracaso de una secundaria «universal» era obvio.

Que todas las reformas se hicieran «desde arriba», desde más allá de los gobiernos nacionales (¡el implacable «mercado de trabajo» que configuran las transnacionales!), desde quienes más y mejor «pujaban» desde su situación con respecto al «poder político» o con su poder de influencia, desde los «grupos de expertos»,…es decir, antidemocráticamente, también tiene algo que ver con este fracaso.
Lo cierto es que ningún partido, en cuanto llega al poder, se quiere permitir dejar el campo de influencias «ideológico» de la enseñanza fuera de su esfera. Ni la derecha, que nunca ha hecho demasiado por democratizarla y no ha dejado de ser clasista. Ni esta falsa izquierda, que la quiere como «coto de caza privado» y como «tropa de asalto» (de poder y votos, se entiende) cuando sea necesario. Los defensores de su «neutralidad» nunca han dudado en movilizarla para jugar políticamente contra el poder que no les era simpático (y lo de menos siempre eran los que pagan el pato, los que resulta que necesitan escuela para que no les manipulen ni los unos ni los otros).

Ello nos hace revivir de continuo, en cada debate de reforma, todos los asuntos históricos relativos a la llamada «cuestión escolar»: que si publico- privado; confesional- laica; libertad de enseñanza- enseñanza en libertad;… con una virulencia y mezquindad tal que quedan en un segundo plano todos los temas que constituyen de hecho el meollo de los graves desajustes actuales: papel del profesor; universalización- masificación de la enseñanza media y superior orientada sin embargo a un mercado de trabajo dual (para o «muy cualificados» o «descualificados»); irrupción de la influencia de los medios de comunicación; transformación del conocimiento y de los modos de producción; nueva división mundial del trabajo; inmigración y diversidad; cambios en la familia … y, el más importante de todos: ¿para qué tipo de persona y sociedad queremos educar?. Es decir, el problema antropológico y moral que plantea todo acto educativo. ¡Demasiado grave el tema como para dejarlo fuera!

PERO HAY OTRAS EXPLICACIONES…

Asumo con ellas entrar en las listas negras de mi profesión. No importa.

Estatalización de la educación.

¿Qué significa ésto? Que el camino recorrido por la educación, en su proceso de institucionalización y universalización, ha pasado de estar bajo la responsabilidad primordial de la Sociedad (léase familia e instituciones sociales de las que estas formaban parte esencial) a la del Estado. Y con ello, al servicio de intereses partidistas y, sobre todo, al servicio de funciones demandadas por el Mercado. Recordemos aquí de pasada que fue la revolución industrial la que aceleró la institucionalización estatal y la universalización de los sistemas educativos. Y así se ha mantenido y aún reforzado. Aun cuando quiénes accedían al Estado decían llamarse «socialistas», es decir, tenían como misión primordial poner el poder en manos de la sociedad, «socializar» el poder.

El resultado se encuentra a ojos vista: más Estado, más subordinación y disgregación social. Menos solidaridad. ¿A dónde está «lo público»?. No existe. No es más que una excusa «ideológica». No puede existir lo público si hemos desmantelado a la familia, primer núcleo de vida solidario. No puede existir lo público si nuestro asociacionismo es el más corporativista, el menos consistente, y el más bajo de toda nuestra historia. No puede existir lo público si los partidos políticos han quedado consagrados como los únicos con capacidad de tomar decisiones políticas, aún en el plano local, lo que ni siquiera se disimula con el nuevo «canto de sirena» de la «participación». No puede existir lo público con los niveles de democracia y corrupción impune que tenemos (ahora vamos a decidir sobre un proyecto- el de la llamada Constitución Europea- que va a condicionar la vida de más de 400 millones de personas en los próximos 50 años y no sabe nada sobre él más del 80% de la población).

La osadía de un Estado «educador» (en otro tiempo al ministerio se le llamó, más modestamente, de «Instrucción Pública»), de un «papá- estado», en una sociedad compleja como la que tenemos, no deja de ser un infamante deseo totalitario. Y una quimera. Porque el Estado jamás llegará, ni podrá poner «parches», sin un altísimo coste que no le permite la «macroeconomía», a los desaguisados de cada vez más niños carentes del afecto de familias desechas y sin sustitutos en los lazos de la comunidad; o de familias que piensan que el afecto se «compra» porque se sienten culpabilizadas por no tener tiempo para dedicárselo a sus hijos; o de niños arrojados a la «calle», buscando en ella, en las pandillas, el calor que le niega el frío abrazo del «tanto tienes, tanto vales»; o de niños que no ven en la escuela más que un castigo insoportable que no tienen porqué aguantar para acabar con un contrato precario. El Estado jamás podrá educar, ni siquiera a ciudadanos súbditos, acabando con todo aquello que promueve fortaleza social: solidaridad

¿Enseñantes burócratas o maestros?

Es inevitable ser lo primero. Atender las «funciones» de un Estado que quiere arrogarse ser educador, requiere una ingente burocracia funcionarial. Enseñantes antes que educadores. Burócratas antes que maestros. Los profesores de hoy cumplimos con todas las notas que tiene cualquier burócrata: nuestra función está delimitada por un horario, el escolar, marcado por el Estado o los convenios, lo mismo da; por un espacio, la escuela que no hemos construido nosotros mismos; por un programa, el de los libros de textos (es mentira que le hace el gobierno, o los claustros, …todo el mundo sabe que lo hacen las Editoriales); por un título que nos permite enseñar lo que con frecuencia ni sabemos bien, ni vivimos; por una jornada laboral y un salario, que jamás hemos «negociado» con los que necesitan nuestra escuela… No es cuestión de voluntades. Es el tributo que hay que pagar por la estatalización y la mercantilización de la vida. Ni paternidad, ni maternidad, ni magisterio vocacional: contratado, parado, subempleado o funcionario.

Este es el triste papel que hemos aceptado sin más. Y ya que en él no es posible más que el fracaso (tantos y tantos acabamos en el hospital, en la psiquiatría y en el trauma), decidimos que al menos «nos paguen bien». No hay «reconocimiento social» que tenga menos discusión que éste. Y tampoco tiene la cosa solución con más «recursos». Si la escuela lo tiene que hacer «todo», si es la que «subsidia» a una sociedad rota, mete en ella todos los recursos que quieras, que nunca serán suficientes. Pasa como con las carreteras. Por más que hagas, nunca serán suficientes…sobre todo si no cuestionamos la «cultura del coche» (y detrás de esa están industrias muy potentes, nada menos que las del automóvil y el petróleo).

NIÑOS «BASURA»

Tener sistema educativo no basta para dejar la esclavitud y el basurero. Es un paso importante, muy importante. Pero cada vez que hablan de él los «burócratas estatales» y los burócratas de los organismos internacionales me hecho a temblar. Para ellos se trata de una «inversión rentable» que permite la «producción» del «capital humano», «recurso fundamental» para el «desarrollo» y el «progreso» de cualquier Estado. Es decir, la educación que asumen los Estados, en sus programas, no es la que va a acabar con la «televisión basura» sino la que la va a demandar. No es la que va a luchar políticamente contra la injusticia, sino la que la va a sostener. No es la que se va a rebelar contra la partitocracia y la dictadura mitigada de la «democracia formal» sino la que la va a legitimar. No es la que va a boicotear el trabajo basura, sino la que lo va a «dignificar». No va a desterrar el suspenso, el clasismo y la selección demostrando que no hay nadie que no pueda aprender lo necesario para desarrollar al máximo sus cualidades.

No es la que queremos los padres y la que necesita nuestra sociedad, sino la que quiere el Estado (que es la voz de su amo, el Mercado). Así que se la tendremos que exigir. Sin negarnos a demostrar que es posible. Hagamos posible un colectivo de educadores autogestionarios. Nosotros estamos en ello Ž