En la región de Urabá, Colombia, un conjunto de pueblos se constituyeron, en 1997, en Comunidad de Paz para no tener que abandonar sus tierras, alentados por la idea de Monseñor Isaías Duarte Cancino de crear una zona neutral, resistiendo, desde la no-violencia, a los grupos armados ‘guerrilla-paramilitares-ejército’
Cuando ocurrió la primera matanza algunas personas habían pedido ayuda a la Iglesia y a organizaciones de derechos humanos, iniciándose talleres con la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz y con el CINEP para trabajar en esta línea de Comunidad de Paz.
Hoy, su forma de organizarse comunitariamente y su compromiso de servicio a la Verdad y la Justicia es todo un testimonio internacional de cultura de la Paz.
Un pueblo mártir que resiste con esperanza y quiere vivir con dignidad. Sus principios son: la libertad, el diálogo transparente, la no colaboración con los actores armados, el respeto a la pluralidad (todos luchamos por algo grande: el respeto de la vida de todos), la solidaridad (“si se presenta una situación que pone en riesgo o peligro la vida de uno de nosotros los demás debemos exigir respeto”), la resistencia y la justicia…
Frente a la lógica impuesta del capital que busca multiplicarse a través de la explotación de muchos para beneficio de unos pocos, la Comunidad de Paz busca alternativas desde el trabajo comunitario: trabajando la tierra, llevando a cabo la comercialización y compartiendo sus frutos. Aquí lo importante es la persona en si misma, no lo que pueda producir. Rompe con la lógica que sólo es válido lo que es útil, y lo que no, es desechable…
San José de Apartadó se declaró públicamente Comunidad de Paz el 23 de marzo de 1997. Aproximadamente 500 campesinos, pertenecientes a 17 veredas, decidieron organizarse para quedarse ajenos al conflicto armado colombiano y neutrales ante cualquiera de los actores armados (guerrillas izquierdistas, paramilitares de extrema derecha y fuerzas estatales). En mayo pasado la localidad fue reconocida con el Premio de la Paz de Aquisgrán, en Alemania. A pesar de esto, hasta 2005, fueron registradas más de 590 violaciones de derechos humanos y 170 asesinatos de miembros de la comunidad.
Exigen a todos los actores armados el respeto de la vida de los que no hacen la guerra pero sufren sus consecuencias: «Ni con unos, ni con otros, sino propuestas no violentas de paz. Ésta es la elección valiente que han realizado estas comunidades. Una elección, que por el contrario, ha comportado decenas de víctimas inocentes en estos años, en la lógica cada vez más violenta del “o con nosotros o contra nosotros» perpetrada por diversos actores del conflicto armado».
La Comunidad de Paz está formada por gente desplazada cuyos padres y abuelos fueron también víctimas de la violencia. A lo largo de su existencia, la Comunidad de la Paz, ha tenido que hacer frente a campañas que querían desacreditarla desde los más altos niveles del gobierno y de los medios de comunicación, especialmente durante el mandato de Álvaro Uribe.
El gobierno, los paramilitares y la guerrilla de las FARC están empeñados en que estas iniciativas de paz y no-violencia no puedan crecer.