Existe una anécdota, magistralmente relatada por el periodista Jon Lee Anderson en el New Yorker, que permite hacerse una idea del porqué de la importancia creciente del continente africano dentro de la política internacional.
Con motivo de una reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre de 2002, varios dirigentes africanos fueron invitados por la Casa Blanca a un almuerzo en los salones del lujoso Waldorf Astoria. Después de varias intervenciones en francés, un desconocido, de nombre Fradique de Menezes, tomó la palabra y rescató al presidente de Estados Unidos de su letargo e indiferencia. El desconocido era el presidente de Santo Tomé y Príncipe, un pequeño archipiélago frente a las costas de África Occidental. La razón de la súbita atención que le prestó George W. Bush no se basaba en el dulce acento con el que Menezes habla inglés. Más bien se trataba de las dos palabras mágicas que el mandatario de este pequeño archipiélago pronunció en su breve alocución: petróleo e inversiones.
Países como Francia, Bélgica o Alemania (viejos y actuales colonizadores del continente africano) mantienen grandes intereses económicos en amplias zonas de África. Normalmente evitan la publicidad. Conflictos como el de Costa de Marfil a finales de 2004, obligaron a Francia a actuar a cara descubierta.
La costa occidental de África es una de las mayores reservas de petróleo, especialmente desde Nigeria hasta el norte de Namibia, pero también formarían parte países limítrofes como Benín y Togo. Muchos procesos manipulados en las urnas para confirmar dictaduras han sido impulsados por gobiernos del Norte y respaldados por empresas de petróleo y gas, garantizando así el acceso a estos recursos.
En estos momentos Togo no es país productor de petróleo. Tiene, sin embargo, una de las refinerías más importantes de la zona y está en construcción un oleoducto que desde Nigeria pasará por Benín y Togo hasta llegar a Ghana.
La República togolesa queda, de momento, como reserva petrolífera para el futuro.
Petróleo e inversiones posiblemente sean las palabras clave de la grave crisis que actualmente vive Togo y que apenas ocupó pequeños espacios en los periódicos internacionales. Sigue imperando la política del silencio.
Historia
En 1894 Togo fue ocupado por las tropas alemanas y comenzaba así la colonización del país. Durante la Primera Guerra Mundial, la unión de tropas francesas e inglesas se enfrentaron y derrotaron a las tropas de ocupación alemanas, tras lo cual fueron aquellas las que vinieron a sustituirles en la ocupación de Togo; se dividieron su territorio como botín de guerra, y se quedaron los franceses con la región oriental y los británicos con la occidental, ambas bajo la cobertura legal de la Liga de Naciones.
En 1956, la ONU defendió la celebración de un referéndum que originó su unión con la colonia de Costa de Oro para formar Ghana, mientras en la parte francesa, un año más tarde se creaba la República Autónoma de Togo, que obtendría su independencia en 1960.
Tras siete años de un gobierno ocupado por civiles, en 1967, un golpe militar dirigido por el teniente coronel Etienne Ñasinsbe Eyadéma derrocó al gobierno y se puso en su lugar. Apoyado en el partido único, Reagrupamiento de Pueblos Togoleses (RPT), Eyadéma se mantuvo en el poder hasta 1991, gobernando con formas dictatoriales acabando con numerosos adversarios políticos y controlando sucesivos intentos de golpe de estado que se llevaron a caso sin éxito.
En 1991, Togo, apoyado por Francia y los grupos de la oposición, fue uno de los primeros países francófonos que iniciarían la celebración de conferencias nacionales dirigidas hacia la democratización. En agosto de 1991, la Conferencia Nacional de la mayoría de las fuerzas políticas togolesas despojó a Eyadéma de sus facultades administrativas y constituyó una administración de transición, el Alto Consejo de la República dirigido por Kokou Koffigoh.
En noviembre de 1991, el Gobierno ilegalizó al RPT, el partido que había dado base política al poder de Eyadéma, lo que se demostraría que fue un gran error táctico pues provocó el amotinamiento del ejército y la caída de Koffigoh. Con la intervención de las tropas francesas estacionadas en el vecino Benin, Eyadéma y Koffigoh llegaron a una solución de compromiso por la cual Koffigoh permanecería a la cabeza de un Gobierno de Unidad Nacional con el encargo de llevar a cabo el proceso de transisión a la democracia.
Cuando, tras sucesivos aplazamientos, se celebraron las elecciones, la oposición no participó en las mismas acusando a Eyadéma de utilizar todos los resortes del poder con que aún contaba para manipular dichas elecciones y proporcionarle una victoria segura en las mismas. Eyadéma, con el consentimiento de Francia, ganó las elecciones.
La crisis
Eyadéma se había convertido en el gobernante africano con más tiempo en el ejercicio del poder. Dirigió siempre el país de forma autoritaria, negándose a adoptar las reformas democráticas exigidas por la oposición y la comunidad internacional. La Unión Europea y Estados Unidos suspendieron su cooperación con Togo durante más de una década como consecuencia de lo que calificaron como déficit democrático. La UE levantó el pasado noviembre el embargo contra el país tras constatar relativos avances logrados en la puesta en marcha de las reformas exigidas.
El presidente Eyadéma llevaba varios años sufriendo una enfermedad y había sido trasladado al extranjero en varias ocasiones para tratamientos médicos.
La televisión nacional togolesa anunció la muerte de Ñasinsbe Eyadéma el 5 de febrero, cuando estaba siendo evacuado para un tratamiento médico de emergencia en el extranjero. El primer ministro, que dio la noticia, anunció también el cierre de todas las fronteras del país.
Según la Constitución togolesa , el presidente del Parlamento, en este caso Fanbere Tchaba, sucede al presidente en caso de fallecimiento hasta la convocatoria de elecciones en un plazo máximo de 60 días.
En esos momentos Tchaba, presidente de la Asamblea Nacional, estaba fuera del país. Al intentar volver a Lomé, capital de Togo, su avión fue desviado a Cotonú, capital de Benin.
Inmediatamente el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Nandia, anunciaba por la televisión pública que el presidente había sido reemplazado por Fort Näsinsbe, de 39 años, hijo del fallecido.
Un nuevo golpe militar
Las reacciones de varios países, especialmente Nigeria, con fuerte peso político en la zona, y de diversos organismos internacionales no se hicieron esperar. El presidente nigeriano aseguró que la designación del nuevo líder de Togo es inconstitucional. Igualmente el presidente de la Unidad Africana, Omar Konaré, denunció el golpe militar exigiendo que se respete el proceso constitucional. Declaraciones en el mismo sentido fueron hechas por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y el comisario europeo de Desarrollo y Acción Humanitaria, Louis Michel.
Pocos días más tarde se despertó de su sopor la oposición togolesa manifestando su rechazo a la continuidad de la dinastía del ex presidente y denunciando la «desidia de Francia».
Las manifestaciones populares, tímidas al principio, han ido adquiriendo más fuerza en todo el país ante la firmeza de la posición internacional y la unión de los distintos grupos de oposición togoleses.
Las dudas hacia el futuro
El futuro es incierto. Los grupos políticos se han unido, pero a la vez cada uno hace sus propios cálculos acerca de sus posibilidades de alcanzar el poder. A las profundas divisiones entre ellos se añaden graves interrogantes: ¿qué hacer con el ejército que tiene las riendas del poder desde hace más de cuarenta años?, ¿qué hacer con los caciques del régimen de Eyadéma que todavía hoy ocupan los puestos clave del poder político y económico?
Entre los distintos grupos políticos circulan diversas propuestas: establecer un diálogo nacional que tenga es cuenta las diversidades étnicas, establecer una comisión de verdad y reconciliación… pero la unidad de la oposición es circunstancial y sus diferencias demasiado profundas.
La gran pregunta que recorre el país es ¿hasta qué punto los grupos opositores están dispuestos a dejar de lado sus divergencias y buscar una salida democrática mediante unas elecciones transparentes?
Las perspectivas de futuro están ensombrecidas por una posibilidad que tiene grandes visos de hacerse realidad: el estallido de una guerra civil. La peor salida, pero temida por muchos.
Los de afuera
Y queda otra cuestión pendiente, no precisamente secundaria.
La comunidad internacional condenó el nombramiento del hijo de Eyadéma como presidente por parte del ejército togolés. ¿La razón era solamente porque no respetaba el sistema democrático constitucional? El ex presidente se opuso a los intereses económicos de las grandes potencias. Ahí estaba buena parte de la razón de las sanciones económicas. Si Fort Ñasinsbe se consolida como presidente de Togo, la política económica no cambiará mucho. Y, como señalábamos al principio, cuando se habla de petróleo e inversiones, hasta el presidente de Estados Unidos puede salir de su letargo…
La colonización sigue
Seamos claros. Oficialmente la colonización de África terminó hace años. Cuestión de palabras y documentos. Hoy el continente africano sigue estando colonizado por países que dicen defender la democracia, la libertad, el libre comercio… muchos de ellos pertenecientes a la Unión Europea. Son los mismos colonizadores de antaño. Simplemente cambiaron las formas y evitan la publicidad… tratan de imponer la política del silencio, salvo cuando las situaciones se les escapan de las manos.
La República de Togo es un claro ejemplo de ello.