Una mezcla letal para el inmigrante empobrecido
En medio de la tensión de las huelgas del metal (junio-julio) en Galicia, algunos medios denunciaban el pasado mes de junio que el sindicato nacionalista CIG abría el tema innombrable del rechazo a la contratación de extranjeros (El País, 26/06/09). Antolín Alcántara, secretario de organización de CIG, lanzó el siguiente mensaje: «Queremos que la contratación quede regulada definitivamente, de una sola vez, para que aquí se garantice que los trabajadores de toda la vida sean los que tengan futuro en los astilleros». Definió a esos trabajadores como «los que se ganaron el derecho a permanecer y estar aquí, los que levantaron el sector. Que sean ellos y sus hijos los primeros».
Los sindicatos admiten que la explotación de los inmigrantes es salvaje en el sector, pero ninguno de ellos ha puesto como prioridad la defensa global de los trabajadores, empezando por los más explotados. Ni en Galicia, ni en España, ni en Europa se ha alzado la voz de estos vividores para defender a los empobrecidos y esclavos de nuestro tiempo. Así, las reivindicaciones huelen a corporativismo, y acaban siendo una nueva agresión al mundo del trabajo, por romper la solidaridad entre los trabajadores. En lugar del viejo lema de “Asociación o muerte”,“Trabajo sobre capital”, “Sin banderas ni fronteras”, los sindicatos hacen juego al capital con el “divide y vencerás” y defensa de lo mío y de los míos. Algunos sindicatos formados por inmigrantes (con y sin papeles) empiezan a ser una acusación para las burocracias subvencionadas de UGT, CCOO, CIG… Tener o no papeles no da mayor dignidad al trabajador, al contrario, refleja la injusticia de este mercado de esclavos al servicio de unos pocos privilegiados.