Un gran negocio para las multinacionales europeas.

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Los máximos beneficiarios de los TLC, como siempre, han sido las grandes multinacionales de los países enriquecidos

El Tratado de Libre Comercio UE-Centroamérica:


Hoy todos los países iberoamericanos, individualmente o en grupo, mantienen relaciones con la UE a través de acuerdos comerciales, de asociación o de cooperación. La UE tiene ya acuerdos de asociación (incluidos acuerdos de libre comercio) con México y Chile, firmados en 1997 y 2002, respectivamente. Y desde finales de 1999 busca cerrar un acuerdo de asociación con MERCOSUR (Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela) que incluya la creación de una zona de libre cambio entre las dos regiones.


En la práctica, ha significado un retroceso para los países iberoamericanos que han tenido que ceder en materia de acceso a mercados de productos industriales, a cambio de una promesa a futuro de la UE y EEUU de reducir sus subsidios agrícolas. Por poner un ejemplo, el subsidio anual de la UE a su agricultura es de 134.000 millones de dólares, esta cifra es similar al total de la producción durante dos años en Centroamérica.


Hacia una mayor explotación del trabajo y de sus recursos naturales 


El comercio es muy desigual. Desde 1998 a 2006, la exportación de Centroamérica hacia la UE ha crecido un 50%, mientras que las importaciones de Centroamérica desde la UE se han incrementado un 300% en ese mismo período.


De todo lo que Centroamérica vende en la UE, Costa Rica exporta casi el 60%, es decir, vende más que todos los otros países juntos. Y compra el 44%. Siendo esto un indicador importante del escaso comercio existente entre Centroamérica y la UE. Costa Rica vende banano y productos industriales, sobre todo electrónicos. Los demás países venden café, banano, mariscos y azúcar. En estos productos se concentra el 90% de las exportaciones. En total, las ventas de Centroamérica hacia la UE son pequeñas, solo representan el 12% de todo lo que la región vende en el mundo.


La mayor parte de la Inversión Extranjera Directa (IED) proveniente de la UE, ha servido o bien para establecer relaciones de subcontratación de empresas locales o para la compra de activos ya existentes o para penetrar en el mercado norteamericano y se ha orientado principalmente hacia el sector servicios, consecuencia de las privatizaciones del sector público. Esto hace que este IED apenas haya servido para crear empleo o generar nuevas empresas. A pesar de ello ya se está hablando por parte de los gobiernos centroamericanos de ofrecer a las empresas de la UE una  mayor desregulación laboral y una mayor protección sobre sus inversiones, apertura a las compras de los gobiernos (hasta ahora solo en manos de empresas nacionales), y reglas de competencia que delimiten el papel de los Estados en el fomento económico, todo ello a cambio de incrementar las cotas de IED a partir del TLC.


Una de las mayores preocupaciones en determinados sectores sociales con este tipo de acuerdos es el intento de introducir lo que se llama la «cláusula de prohibición de requisitos de desempeño a la inversión». Los requisitos de desempeño consisten en exigir al inversor extranjero, para autorizar la inversión, determinadas conductas destinadas a proteger la economía nacional: utilizar material  nacional, exportar parte de la producción para incrementar el ingreso de divisas, contratar un porcentaje de trabajadores  locales etc. Estas prohibiciones serían incluso ilegales con la legislación vigente en Centroamérica.


El suministro de electricidad en la región por parte de transnacionales, como la española Unión Fenosa, denostada por todos (población y gobierno) en Nicaragua, es sólo uno de los muchos ejemplos en los que las transnacionales europeas se han aprovechado de los vacíos dejados por la desregulación, para conformar estructuras anticompetitivas y repartirse el mercado, con una clara tendencia hacia la integración de monopolios u oligopolios privados, atentando de forma muy grave contra la soberanía de estos países al no respetar sus marcos normativos e institucionales. Todo ello se da en un marco político y social muy deteriorado, donde la mayoría de la población centroamericana se ha visto en condiciones de vida aun peores de las de hace unos años. El nivel de desempleo es alarmante, y los sistemas de educación y salud están en quiebra. Los Estados son incapaces de asegurar los servicios públicos básicos.


 


El sector agropecuario: uno de los sectores más afectados por el TLC


El descenso de la producción agrícola y ganadera en Centroamérica ha sido debida a la disminución por parte de los distintos gobiernos, de los recursos destinados al agro, reduciéndose a su vez los aranceles consecuencia de los CAFTA firmados con EEUU, que facilitaron la entrada de productos importados en clara competencia con los sectores nacionales.


El nivel de pobreza del campesinado centroamericano ha hecho que las vacas y cerdos existentes hayan disminuido en 224.000 y 189.000 cabezas, respectivamente, desde el año 1990. En Honduras, El Salvador y Guatemala, la producción de arroz está por los suelos, gravemente amenazada por el TLC firmado con EEUU, país donde el subsidio a este producto cubre el 65% del costo. Sus cuotas de producción no alcanzan ni el 50% de las que fueron en 1990. El caso salvadoreño es significativo. En el año 1990, en El Salvador se producían 62.000 toneladas de arroz y se traían del exterior 5.000. En el año 2005, se produjeron 26.000 toneladas y se trajeron de fuera 89.000.


Por su parte, las hortalizas han sufrido una bajada en su producción en países como Nicaragua, El Salvador y Honduras. Si ya el TLC con EEUU ha significado un importante impacto en el sector, se teme que el acuerdo con la UE termine por arrasar buena parte de la producción de la región.


Experiencias de otros TLCs de la UE en Iberoamérica.


El acuerdo con Méjico (TLCUEM) entró en vigor en el 2000 y en seis años (el 31 de diciembre del 2006) el déficit comercial mexicano con respecto a la UE se cifraba en 16.800 millones de dólares (el doble que cuando entró en vigor el tratado).


El único comercio que ha habido con la UE desde México ha sido entre filiales de empresas con sus casa matrices en UE (comercio intra-firmas), excepción hecha con el petróleo. Los sectores de inversión más importantes del capital europeo en México han sido el sector manufacturero (50% de la inversión total) y el financiero (25% de la inversión total), siendo cuatro países de la UE (España, Alemania, Reino Unido y Holanda) los protagonistas del 20% de las inversiones europeas en el país azteca.


Por su parte, Chile sigue dependiendo de exportaciones primarias, y en el caso de «sus» exportaciones de productos manufactureros estas contienen un escaso contenido nacional y se trata en buena medida de comercio intra-firmas.


Tanto México como Chile han registrado una mayor IED europea desde la entrada en vigor de los TLC con esta región. La mayoría de esta, sin embargo, se ha dedicado a la compra de activos, especialmente en el sector financiero y telecomunicaciones en Chile, y las promesas de creación de más y mejores empleos se han visto irrealizadas.


¿A quién benefician los TLC?


Los máximos beneficiarios de los TLC, como siempre, han sido las grandes multinacionales de los países enriquecidos, en estos casos EEUU y la UE, aunque también los grandes empresarios importadores, es decir, los que traen productos desde los países desarrollados a las grandes superficies, los sectores financieros y los amos del mercado inmobiliario.


Sin embargo la UE tiene una característica especial en sus TLC, revestirlos de democráticos y adornarlos con amplios discursos en defensa de los derechos humanos y lucha contra la pobreza.