Elvin Rodríguez se encuentra en el Centro de Internamiento para Extranjeros de Valencia, a la espera de ser deportado. Viven casi hacinados y sin tener apenas condiciones sanitarias.
Fuente: 20MINUTOS.ES. 30.07.2010
Elvin Rodríguez, un boliviano que se encuentra en un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de Valencia, ha decidido levantar la voz porque dice «que no tiene nada que perder».
En el CIE se encuentran personas recluidas por no tener papeles y por lo general no han cometido ningún delito «No tengo nada que perder, por eso quiero que antes que me deporten la gente sepa qué sucede aquí dentro», comenta Elvin, un joven inmigrante de 25 años procedente de Bolivia que será deportado el viernes. «Lo que debería ser un centro de acogida es algo peor que una cárcel, aquí no tenemos nada que hacer, sólo ver pasar los días y en condiciones muy malas» relata y añade que los internos «viven casi hacinados y sin tener apenas garantías sanitarias».
«Sólo tres letrinas, tres grifos y seis duchas: sólo eso para los más de cien internos», cuenta. Además, la limpieza es muy escasa por lo que los urinarios son un foco de infección constante. Eso cuando pueden ir al baño, ya que durante las nueve horas en las que se encuentran encerrados en la celda no tienen acceso a las letrinas. «Méate en una botella si quieres», les dicen los policías.
Cabe recordar que en el CIE se encuentran personas recluidas por una falta administrativa (no tener papeles) y por lo general no han cometido ningún delito. Elvin explica que la policía llega a gritarles, haciendo llorar a la gente que no sabe qué va a pasar con ellos. «Los trastornos están a la orden del día, hay muchas personas que se deprimen y no intervienen nunca psicólogos ni reciben ninguna atención».
Maltrato policial
En las tres semanas que ha pasado dentro del CIE, Elvin ha vivido varias situaciones violentas. La primera de ellas fue cuando Said, un joven marroquí, quiso quitarse la vida usando las sábanas como cuerdas, ya que tenía a su madre moribunda en Marruecos y quería ir a darle el último adiós. Los compañeros amenazaron con una huelga de hambre que acabó con la intervención de los antidisturbios y un encierro general de los internos durante casi 12 horas.
Otro caso es el de Murhi Nayea, un senegalés de 31 años que tiene una contusión en la cabeza y necesita una medicación específica que no recibe. Según Elvin, cuando se negó a salir de su habitación porque estaba muy enfermo fue encerrado durante dos días en un calabozo de dos metros cuadrados.
«La tensión es constante, las condiciones son terribles, no hay espacio para atender a más de cien personas durante sesenta días», añade Elvin. Además, los policías no avisan de cuándo se va a ejecutar la orden de expulsión, así que a los internos no tienen tiempo para avisar a sus abogados. «Simplemente entran de madrugada sin previo aviso. Sin dejarte hacer una llamada te llevan directamente al aeropuerto».