El frío polar se ha cobrado la vida de un mendigo de 56 años Jovino López Méndez que pereció en el centro de la ciudad de Avilés, después de haber pasado la noche a la intemperie protegido tan sólo por unos cartones.
Su cuerpo fue hallado en la plaza de Álvarez Acebal tendido sobre el suelo.
Ante esta tragedia no se ha hecho esperar la insensible reacción del Ayuntamiento de Avilés a través de su Concejala de Servicios Sociales, la cual dijo sin escrúpulos: «Quien duerme en la calle es porque quiere», afirma que la red pública garantiza que todo indigente tenga un lugar donde pasar la noche, pero que algunos rechazan la ayuda.
La señora concejala no ha contemplado que la situación de degradación en la que se encuentra una persona con una vida desestructurada, sin familia y sin trabajo, ni apoyo social, lleve a estas circunstancias. Creo que decir que una persona es indigente porque quiere basándose en que no acepta la ayuda es como decir que un enfermo mental que no quiere medicarse o recibir ayuda es enfermo porque quiere (véase casos de esquizofrenia, trastornos alimentarios o de personalidad, etc.). La realidad es mucho más compleja y no todas las personas tienen la libertad (mental, social o económica) de hacer lo que desean en la vida.
Las causas de esta situación debemos buscarlas en una sociedad enferma, que permite que un vecino muera en la calle, pero además permite que cada día 100.000 personas mueran de hambre en el mundo, de los que la mitad son niños, mientras un mínima parte de la población, el 15%, disfrutamos de unos niveles de consumo inmorales, derrochando sin control, en especial en las fechas navideñas.
Seguramente la Concejala no diría esas palabras tan alegremente si el fallecido fuese un familiar suyo, así como nosotros no dormiríamos tranquilos si los que murieran de hambre fuesen nuestros hijos. La solidaridad va más allá de las limosnas y de las ayudas sociales, solidaridad, como decía Juan Pablo II es compartir hasta lo necesario para vivir.