El mundo empobrecido, tan en silencio como padece sin descanso el genocidio de la miseria, cuenta con un reguero de huérfanos incontable.
Eso sin hablar de esa otra orfandad que padecen los niños y jóvenes de los países enriquecidos a cuenta de dosis de explotación y devaluación de la familia cada día más grandes.
El 80% de los huérfanos del mundo viven en Africa Subsahariana, muchos de ellos víctimas de todos los jinetes del Apocalipsis, y cuentan que, con especial prevalencia, víctimas del Sida.
¿Qué le espera a una región que a las muertes por la violencia de las armas, del hambre y de la enfermedad, se unen las emigraciones masivas de sus sectores más jóvenes, dinámicos, e incluso mejor formados, y una legión de huérfanos? ¿Qué Justicia va a poder reparar la complicidad y la pasividad de los europeos en esta situación? ¿Quién va a sentirse responsable alguna vez de esta barbarie?
Nosotros si. Pero sin paños calientes. Las víctimas no necesitan ayudas humillantes ni apadrinamientos, sino Justicia. Una Europa que no contribuya a poner fin a ésta barbarie no será más que una Europa asesina. Y recursos tenemos más que de sobra. Falta vergüenza.