El mundo es propiedad de toda la humanidad Declaración de los obispos chilenos sobre Medio Ambiente
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Ante el debate público y la
demanda social que se ha suscitado tras la aprobación de la construcción de
represas en Aysén en torno a las políticas y la institucionalidad
medioambientales en Chile, como Obispos queremos contribuir con una reflexión
en torno a un asunto relevante y urgente. Nos interesa estimular un diálogo
serio, abierto e informado, evitando posturas confrontacionales, procurando un
sano discernimiento para la acción y el compromiso ciudadano en un ámbito que
nos interpela a todos. -
La búsqueda del bien común requiere la
capacidad de detectar las necesidades de la población y discernir cuáles son
las prioritarias desde la perspectiva de la dignidad y los derechos de todos
los ciudadanos, y esto nos obliga a un cuidado especial por aquellas
personas y grupos que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad. Esta
búsqueda del bien común no resulta posible sin un auténtico espíritu de
solidaridad, en el sentido de hacerse cargo de los demás y sus necesidades.
El bien común sólo es posible cuando se piensa en la sociedad como una
totalidad y se supera la visión estrecha de los intereses particulares. -
De una parte, adherimos a la
conciencia global de que vivimos en un planeta cuyos recursos son limitados
frente a nuestra capacidad de demanda y derroche. Por otra, es importante que
reflexionemos sobre el tipo de desarrollo que queremos para Chile.
El progreso, o es sostenible o no es
progreso. En efecto, la Iglesia no concibe al desarrollo sin considerar
la sostenibilidad medioambiental. Así pues, antes de afirmar la creciente
demanda por energía como requisito para el progreso, es preciso abordar un
proceso como país para construir en conjunto un modelo de desarrollo. -
La respuesta técnica tiene que ser
pensada desde la finalidad humana, como un medio que responde a un fin que la
justifica y le da sentido. La ciencia sin conciencia constituye una verdadera
amenaza para el bien común de la sociedad. De allí que el derecho al agua y a
un medio ambiente no contaminado son reconocidos como derechos humanos
fundamentales, que brotan de la dignidad de las personas, fruto de su
condición de hijos e hijas de Dios. -
Como Iglesia tenemos una
responsabilidad respecto a la Creación, cuidando y defendiendo públicamente
sus dones: la tierra, el agua y el aire; protegiendo al ser humano contra la
destrucción de sí mismo; construyendo, en definitiva, una ecología humana. Con
el Papa Benedicto afirmamos que «hoy se puede mejorar la
eficacia energética y al mismo tiempo progresar en la búsqueda de energías
alternativas. Pero es también necesaria una redistribución planetaria de los
recursos energéticos, de manera que también los países que no los tienen
puedan acceder a ellos. Su destino no puede dejarse en manos del primero que
llega o depender de la lógica del más fuerte» (Caritas in veritate 49).
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El dilema que presenta un proyecto
energético es cómo compatibilizar el respeto por el medio ambiente -como un
hogar humanamente habitable para todos- con la creciente demanda por la
energía. Este dilema es fundamentalmente ético porque implica decisiones que
afectan, a corto y largo plazo, la calidad de vida de todo un país. -
Una decisión basada sólo en
intereses económicos es éticamente inaceptable y deplorable porque constituye
una mezquina burla de la sociedad. Por el contrario, una respuesta
humanizadora al desafío energético requiere un diálogo en el que todas las
personas y comunidades, especialmente los más involucrados y afectados por las
iniciativas, puedan participar y sus opiniones sean tenidas en cuenta para las
decisiones que les afectan. -
Somos administradores de un
mundo que no es propiedad nuestra sino de toda la humanidad. Es deber de
todos heredar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que
puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola. Cuidemos la naturaleza para
hacerla humanamente habitable. Desde una actitud cristiana, así responderemos
a la vocación de ser co-creadores y sabios administradores de una obra
maravillosa inaugurada por Dios que ama incondicionalmente a la humanidad.
¿Cómo no va a alegrarse Dios Padre con el progreso de su querida humanidad,
con tal que sea auténticamente humano e incluya a todos?
EL COMITÉ
PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
† Ricardo Ezzati Andrello.
Arzobispo de Santiago. Presidente† Alejandro Goic Karmelic.
Obispo de Rancagua. Vicepresidente.† Gonzalo Duarte García de
Cortázar. Obispo de Valparaíso† Horacio Valenzuela Abarca.
Obispo de Talca† Santiago Silva Retamales.
Obispo Auxiliar de Valparaíso. Secretario General
Santiago, 18 de
mayo de 2011