La imagen del padre como figura afectuosa y acogedora, como figura de apego tierna y entrañable es una constante en la cultura de los pueblos peninsulares… ¿Estamos en los albores de una nueva humanidad?
Fue una sorpresa para mí descubrir en la iglesia románica de Santo Domingo, en Soria, que la mandorla mística que se asocia siempre a la figura del dios en majestad presentara en este caso un padre que sostiene sobre sus rodillas al niño en actitud cariñosa. En la pintura y escultura, al menos en la castellana que es la que más conozco, la figura masculina como figura de crianza amorosa y atenta dedicación a la infancia es recurrente, no solo el dios padre es despojado del manto patriarcal de la autoridad en muchas ocasiones como la que cito en Soria, también se muestran así San José o San Cristobal que aparecen jugando con el niño, enseñándole a leer, llevándole en lo alto de su hombro, de la mano….
El patriarcado luchó denodadamente por reformar la paternidad para romper la unidad primaria y poderosa de las mujeres y los hombres que se funden en proyectos comunes y van trazando la red de apoyos y vida comunitaria que da estructura a una sociedad ajena a las instituciones políticas. El patriarcado consiste en esencia en el enfrentamiento de las mujeres y los hombres y destruir al padre es fundamental porque ello transforma radicalmente la sociedad y a cada una de sus criaturas.
El Código Civil de 1889 fue el punto de inflexión de la moderna cultura patriarcal, el padre aparece allí como arbitraria figura de autoridad que puede hacer y deshacer de sus hijos a su antojo. Pero la ley es papel mientras no llegue a ser práctica social y lo cierto es que en nuestro solar nunca llegaron la inmensa mayoría de los padres a hacer uso de las prerrogativas que la ley les otorgaba.
Fue el franquismo quien dio el primer golpe poderoso e histórico a la paternidad, no fue a través de las ideas y la ley sino de las estructuras. La imposición casi universal del trabajo asalariado sacó a los hombres del espacio común de la vida para entregarlos a la disciplina de la fábrica, el taller o la oficina, desapareció de la vida diaria de los niños y niñas y de padre presente devino en ausente sustentador. Tenemos ya varias generaciones que portan la herida de la orfandad paterna.
La cruzada contra la masculinidad fue otro golpe a la arquitectura social y personal de la paternidad. Las instituciones mundiales después de la II Guerra Mundial arreciaron las campañas culpando al varón de todos los males de la humanidad y victimizando a las mujeres. El Estado español nacido de la guerra civil fue vanguardista en la creación de instituciones y políticas de género, la Sección Femenina de Falange Española se lanzó a una permanente campaña de adoctrinamiento de las mujeres y demonización de los hombres desde 1939, bastante antes de que la ONU, en 1945, consignara en su “Carta Internacional de Derechos Humanos” la necesidad que los Estados articularan políticas de género.
En 1948 se publicó “La secreta guerra de los sexos” de la Condesa de Campo Alange, colaboradora de la Sección Femenina, en la que los hombres aparecen como los constructores del patriarcado y las mujeres como sus víctimas. Más afinadas en su denuncia, las discípulas de Pilar Primo de Rivera acusan a los hombres del campo, y no a los hombres en general, de ser machistas y maltratar a sus mujeres, es decir presenta como misóginos y violentos únicamente a los hombres del pueblo y exculpa a los poderosos y sus servidores. De ahí lo tomó el feminismo moderno con Miguel Lorente Acosta a la cabeza.
La contienda contra la masculinidad es una guerra contra la paternidad. La Ley de Violencia de Género ha sido un salto cualitativo en la destrucción de esa figura cardinal en la crianza y desarrollo de las criaturas. Ha sido el PP quien ha propuesto llevar más allá la gran devastación producida en el último decenio y, con tomando como argumento algunos casos particulares, arreciar la campaña para que los “maltratadores” no tengan contacto con sus hijos (uso las comillas porque en la situación actual no se distingue a quienes lo son realmente de quienes han sufrido una denuncia sin pruebas, ni a quienes han perpetrado auténtica violencia sobre las mujeres de quienes simplemente han tenido una situación de conflicto con agresividad por ambas partes. Llamando maltratadores a todos los auténticos quedan diluidos entre los acusados sin motivos reales). Quienes todavía creen que la derecha es favorable a la familia y la defiende tienen que explicar que la mayor campaña contra la paternidad la esté desarrollando precisamente el PP.
La posibilidad de que la humanidad que viene sea un mundo sin padres es real y terrorífica más no es el final de esta hecatombe, aunque parezca una locura asoma su rostro un mundo sin madres en el que las mujeres hayan sido reducidas a productoras en la cadena de la producción capitalista, incluyendo la producción de seres humanos en la que algunas de ellas serán reducidas a su útero, un recipiente para contener una nueva raza de esclavos. ¿Estamos a las puertas de la post-humanidad?
Fuente: Libertad Consciente