En nuestras sociedades se identificaba el trabajo con tener unos ingresos suficientes para vivir dignamente. Es decir, ser trabajador garantizaba salvarse de la pobreza. Pero la caída de salarios y la multiplicación de empleos atípicos, subcontrataciones, trabajos a tiempo parcial y demás inventos, ha provocado la generalización de lo contrario: los trabajadores pobres
Con las nuevas fórmulas de prestación de trabajo ya es legal hacer lo mismo cobrando hasta un 30% menos. El último informe de la Fundación Foessa cifra en el 14,8 % el porcentaje de trabajadores pobres en España. De los 17,6 millones de ocupados de nuestro país, 6,5 millones cobran por debajo del salario mínimo interprofesional. Ello nos muestra un hecho crucial que se ha puesto de manifiesto cuando al estudiar las estadísticas de pobreza, los estudiosos se han encontrado con el sorprendente dato del cada vez mayor volumen de trabajadores ocupados que forman parte del colectivo de población considerada pobre.
El desempleo ya no es el principal desencadenante de la pobreza sino un sistema económico sin escrúpulos
Los sociólogos europeos se echan las manos a la cabeza cuando este fenómeno ha llegado a la Unión Europea con fuerza y es que en sus estudios no entraban los pobres de la tierra. Más de la mitad de la población laboral del planeta, 1.300 millones de trabajadores, ganan menos de 2 dólares diarios. Y lo más grave es que ello sucede en países en los que no existen recursos públicos de ayuda ni redes de apoyo como puede haber en Europa. Son trabajadores que necesitarían 4.500 años de trabajo para reunir el salario del director de la multinacional para la que trabajan. Hoy, los trabajadores más pobres han debido aumentar diez horas semanales su jornada laboral para seguir malviviendo. Mientras tanto, las fortunas de unos pocos se disparan hacia el infinito.
A España le lastra, además, una temporalidad galopante y el papel económico que le ha asignado la Unión Europea. El record turístico de 2016 es una ilusión que es salida al problema apuntado pues es uno de los yacimientos más señalados de contratos temporales y salarios bajos.
El reto del trabajo del siglo XXI es, sin duda ninguna, la asociación de trabajadores capaz de invertir esta tendencia de empobrecimiento sin fin. Los sindicatos norteamericanos han aplaudido con fuerza las medidas del “América primero” de Donald Trump. También aplaudieron la guerra del Vietnam. La globalización de las multinacionales no se combate con nacionalismo. La mayoría de las guerras de la historia han tenido su inicio en guerras comerciales como la que predican los insolidarios que cada vez son más. Lo triste es que los sindicatos crean que eso les soluciona el problema de los trabajadores de su nación. Habrá que recordarles que también eran trabajadores los que iban a las guerras provocadas por esas políticas.
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Editorial de la revista Autogestión