Cuando en 2011 se firmó el Pacto por el Euro, se impuso una política salvaje consistente en la reducción del déficit presupuestario por debajo del 3%, una reforma laboral con drástica reducción salarial, la reforma del sistema de pensiones que estimulara la contratación de planes de pensiones privados y una reforma del sistema financiero que permitiera salvar las entidades quebradas con el dinero de todos, sin exigir responsabilidades a los especuladores.
Hemos sido víctimas de un auténtico golpe de estado. Su carácter vinculante para las legislaciones nacionales se ha cumplido a rajatabla. En muy poco tiempo hemos sufrido un torbellino de reformas que ha llegado hasta la mismísima Constitución, que han blindado las exigencias de Alemania y los gigantes económicos de la UE, con la inestimable ayuda de organismos como el FMI, OCDE, etc. Alemania parece haber tomado la revancha de su humillación en el Tratado de Versalles y ha colonizado las economías de la periferia europea gracias a su potencia comercial y financiera.
Nos repiten que estas medidas son necesarias para salir de la crisis pero la experiencia demuestra que jamás ha habido una economía que haya salido de una crisis con políticas como las que se nos imponen desde la UE. De su mano, caminamos derechos hacia los seis millones de parados. Los gigantes del mercado y los países de mayor tradición capitalista protestante han condenado a los periféricos a vivir atrapados en actividades económicas sin valor añadido estrangulando su crecimiento. Hablan de recortes y de austeridad pero nos engañan. El pacto incluye no legislar contra la existencia de auténticos agujeros negros de la economía como son las numerosas y crecientes exenciones y deducciones fiscales a las rentas más altas que merman la recaudación en porcentajes crecientes.
En Europa no hay solidaridad. Unos crecen y otros se hunden. El Tratado de Maastricht marcó una senda para consolidar la dictadura del capital sobre el trabajo. El Pacto del Euro y su inmediato desarrollo lo han acentuado con la complicidad de los gobiernos, grandes partidos y sindicatos. Hasta que los europeos digamos basta