Nada más arder la refinería y empezarse a hablar de muertos, escuchamos por la radio a Cándido Méndez –sindicalista puro: ni un día cotizado como trabajador de a pie- defender con uñas y dientes la seguridad de las instalaciones. ¿Ah, sí? Y entonces, ¿qué pasó? La verdad es que a los muertos les va ya poco en lo que pudiera responder Méndez, pero los vivos –muertos eventuales, como todos pero un poco más- han querido dejar claro que no les caben por el gaznate las ruedas del molino. Me dice Méndez que hay que mirar adelante. ¡Pues claro, faltaría más, pero sin dejar de echar un ojo atrás no se entendería quizá el siniestro que lamentamos.
Por José Antonio Gómez MarínDiscusión sobre el accidente de Puertollano. Algunos, como yo, insistimos en dos cosas: una, en que la bronca a UGT y CCOO, encarnadas por sus dos primeros espadas, evidencia que los sindicatos han sido incapaces, a estas alturas, de redefinir el papel que les corresponde jugar tras los cambios que han hecho de este mundo un erial liberalísimo pero precario, subvencionadísimo (¡que se lo cuenten a ellos!) pero indefenso, modernísimo pero cada día más peligroso. Y dos, que el papel económico de las subcontratas (la socialdemocracia gonzalista impulsó las ETT, por ejemplo, además de reinventar los contratos en “prácticas” y “de aprendizaje”) resulta definitivo a la hora de valorar lo que está sucediendo en ese mundo laboral que ha encontrado en ese subsistema el mejor instrumento para la difuminación de las responsabilidades. En Repsol en Puertollano, donde ya se habían producido varios accidentes, todos los muertos eran, esta vez, subcontratados. ¿Quiere eso decir algo? Para mí no cabe ni la pregunta, pero ahí queda, por si acaso. Nada más arder la refinería y empezarse a hablar de muertos, escuchamos por la radio a Cándido Méndez –sindicalista puro: ni un día cotizado como trabajador de a pie- defender con uñas y dientes la seguridad de las instalaciones. ¿Ah, sí? Y entonces, ¿qué pasó? La verdad es que a los muertos les va ya poco en lo que pudiera responder Méndez, pero los vivos –muertos eventuales, como todos pero un poco más- han querido dejar claro que no les caben por el gaznate las ruedas del molino. Me dice Méndez Que hay que mirar adelante. ¡Pues claro, faltaría más, pero sin dejar de echar un ojo atrás no se entendería quizá el siniestro que lamentamos! Bronca justificada, en resumen. Ni siquiera estos artistas de la cuerda floja serían capaces de negar esta evidencia.
Dicen que la subcontrata es un acicate para el empleo y un alivio para la empresa. Quitarle unos euros a un precario sería cosa baladí, pero arrebatárselos a mucho miles supone un pastón, seguro. Claro que a lo mejor era más fácil recortar por arriba que por abajo, podar el árbol frondoso de las “stock options”, de los blindajes, de “las bufandas”, en vez de esquilmar el fuertecillo de las horas extras o el arriate de la peligrosidad laboral. Un ejecutivo francés ha devuelto por voluntad propia cuatro millones de euros que le correspondía, según él, por salir de la empresa, mientras que a otra le reclama una firma nada menos que veintitrés kilos. ¿Cuántos recortes de subcontratados habrá habido que hacer para arrimarle tanta candela a los del piso de arriba? Los liberales se entusiasman hablando de la parquedad, de los beneficios que implica la austeridad laboral,… de los de abajo, no de los que viven en pleno despilfarro. Como los sindicatos se desviven por consagrar –de hecho, no de palabra- las “concertaciones” y las paces sociales edificadas concesión tras concesión. Escuchando a Cándido Méndez se preguntaba uno qué puñetera falta le hacían los abogados a Repsol para tapar el doloroso agujero abierto por el incendio. Ver a los obreros abroncar a los sindicalistas no podía dejar de resultar lógico. Y es que los sindicatos se han convertido, a su vez, en empresas, con sus nóminas, sus sueldos y blindajes y hasta sus despidos, burocracias que crecen al sol caliente de la Administración que es, también, el brazo armado del negocio. ¿Radicalismo? Ni por asomo. Yo me limito a mostrar esa foto en que un “obrero honrado e inteligente” levanta su voz y su mano contra el síndico mayor, que no es otro sino el mismo que le montó al PSOE tres huelgas generales y al PP una. La cuestión es de fondo, como puede verse, no superficial. Desde los años 60 se viene reclamando un nuevo sindicalismo que no es el que aquí se ha hecho a golpe de transferencia.