Su situación es límite, sus opciones limitadas y sus decisiones drásticas. Bangladés, uno de los países más pobres del mundo, situado en el sur de Asia junto a la India, está viendo cómo el fenómeno de vender los órganos para pagar las deudas, algo prohibido en el país a no ser que sea una donación para algún miembro de la familia, se extiende rápidamente entre sus habitantes.
Es especialmente preocupante en pequeñas aldeas, donde sus ciudadanos pidieron microcréditos que les ayudaran a salir de la pobreza. Una decisión errónea de la que son conscientes cuando se dan cuenta de que no pueden afrontar la devolución del préstamo.
Es en ese momento en el que entran en juego medidas desesperadas como la venta de órganos, que teóricamente les asegura una cantidad más que suficiente de dinero para saldar su deuda junto a unas escasos riesgos en la operación, aunque las cosas no siempre salen bien…
Es el caso de Mohammad Akhtar Alam, de 33 años, que tiene una larga cicatriz en el lugar donde debía estar uno de sus riñones. Propietario de una tienda pequeña en la que se vende arroz o harina en el pueblo de Kalai, decidió someterse confiado a la operación para acabar con los préstamos que pesaban sobre él: hasta ocho de diferentes ONG´s. Pero las cosas no salieron cómo esperaba y ahora no puede cargar con cosas pesadas y se ha quedado parcialmente paralizado.
Todo empezó cuando pidió su primer microcrédito. Al no poder afrontar sus pagos, pidió otro a una ONG distinta y así fue como Alam entró en un círculo vicioso del que ya no pudo salir. La llegada de un intermediario entre los vendedores de órganos y los receptores no le ayudó. Le prometió más de 4.500 euros por su riñón, pero las cosas se torcieron y el hombre ha vuelto a casa con secuelas y con menos dinero del prometido.
“Estaba de acuerdo en vender mi riñón porque no podía devolver el dinero a las ONG´s. Como somos pobres y desamparados es por lo que estamos obligados a hacerlo. Me arrepiento”, cuenta. La venta de órganos es una práctica común en algunos países asiáticos (AP)
Mohammad Moqarram Hossen, también de Kalai, es otra de las víctimas. Se sometió a una operación en la India que le dejó sin un riñón.
“El doctor me dijo que no había riesgo, pero ahora no puedo hacer ningún trabajo duro. No puedo trabajar”, relata.
Por su parte, los prestadores de los microcréditos se defienden y dicen que no presionan a sus deudores.
Es el caso del Banco Grameen, señalado como uno de los que amenazan y acosan a las personas a las que han prestado dinero, según afirma el profesor Monir Moniruzzaman, del departamento de Antropología de la universidad de Michigan, que ha investigado la venta de órganos desde hace más de 10 años.
“La mayoría de los prestatarios tienen ahorros en sus cuentas de más o el equivalente a al menos el 75% del monto del préstamo. Como resultado no se encuentran en una situación de ‘sufrimiento’ en cualquier momento para el pago de sus cuotas”, desvela el portavoz del Banco Grameen.
Mientras tanto, en Bangladesh las diferencias entre ricos y pobres son cada día más grandes y en una pequeña aldea llamada Kalai más de uno de sus habitantes se lamenta por las decisiones que tomó en el pasado y que le dejaron sin dinero y sin riñón.
Fuente: BBC