Sea del color que sea – verde, negro o rojo- el saqueo de los empobrecidos continúa
Por Grupo de Trabajo y Descarte
Vamos a mostrar apenas algunos ejemplos de los problemas sociales, ambientales y de sus repercusiones en los países empobrecidos. La explotación de las materias primas y el consumo de sus recursos son piezas clave para el desarrollo de coches eléctricos, energías renovables, baterías, dispositivos móviles y armamento. Así que, a pesar de la aceleración de la crisis ecológica, con la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad como principales exponentes de los efectos de un modelo basado en la lógica de crecimiento y acumulación, las propuestas del capitalismo verde pasan por lanzar una ofensiva extractivista para blindar el suministro de energía y materiales. Dicha propuesta se sostiene en la explotación de hombre, mujeres y niños de los países empobrecidos donde se hallan las materias primas y los recursos naturales.
El gran “Greenwashing”
Hay que admitir que fue una campaña de publicidad brillante. Absolutamente perversa, pero brillante. Empezó en el año 2000, cuando la petrolera British Petroleum cambió su nombre a «beyond petroleum» (así, en minúsculas, parecía que quedaba mejor). En los primeros gags aparecían ciudadanos de a pie respondiendo a preguntas como: «¿Prefiere tener coche o un ambiente limpio?», «¿Es real el cambio climático?» o «¿Qué le diría al ejecutivo de una gran petrolera?». El gag se cerraba con imágenes mostrando cómo la compañía reconocía el cambio climático (fue de las primeras petroleras en admitirlo públicamente), sobre cómo estaba invirtiendo en energías alternativas y mostraba el lema «es solo el principio».
Cuatro años más tarde, en 2004, se retoma la campaña publicitaria, pero con una nueva pregunta: “¿Conoce usted su huella de carbono?”. En el anuncio se facilitaba la dirección web de la primera calculadora de huellas de carbono, de forma que podíamos calcular, por nosotros mismos, cuánto CO2 emitimos a nivel individual. Es decir, para poder cuantificar cuál es nuestra contribución individual al cambio climático. Y es ahí cuando, de forma mágica, la responsabilidad por el cambio climático dejó de ser de las grandes corporaciones y pasó a ser de los ciudadanos
Las emisiones indiscriminadas de gases con efecto invernadero ya no resultaban de la quema de combustibles fósiles, o de la actividad de las petroleras, sino de nuestro día a día. Tenemos que vestirnos, desplazarnos, comer y, por tanto, es nuestro quehacer diario, nuestro modo de vida, la causa de las emisiones de CO2. Fue una maniobra de marketing excelente: lograron pasar la pelota de las emisiones indiscriminadas desde el tejado de su corporación hasta el nuestro, el de la población en general. Han pasado veinte años desde esa campaña y, en la actualidad, las calculadoras de huellas de carbono son omnipresentes. La ONU, por ejemplo, ha comprado esta idea y colabora con varias empresas para desarrollar herramientas que permiten el cálculo de la huella de carbono. Incluso a nivel individual, muchas personas se han tragado el anzuelo, y se han escrito libros sobre cómo podemos contribuir, con nuestras acciones individuales, a la mitigación del cambio climático. Y, además, se ha extendido la idea de que esta huella de carbono se puede compensar, por ejemplo, plantando árboles.
La campaña fue tan brillante que recibió, en 2007, el «premio EFFIE de Oro» de la Asociación Americana de Marketing por «ser un ejemplo de compañía que está intentando cambiar la forma en la que el mundo usa y piensa sobre los combustibles que son vitales para el progreso humano». ¿Cumplió BP con sus promesas de desarrollar energías verdes?, ¿estaban realmente cambiando su modelo de negocio en el año 2000, cuando decían aquello de «es solo el principio» ?, ¿o se trató, sencillamente, de la primera campaña de greenwashing climático?. Así es, puro lavado de cara. Marketing dirigido a cambiar la imagen pública de la compañía, sin realizar cambio alguno.
¿Qué hay detrás de los paneles solares?
Para Víctor Resco de Dios en su libro “Ecomitos. Los bulos ecológicos que agravan la crisis ambiental”, existen por lo menos dos visiones antagónicas acerca de la energía solar. La que predomina en el Norte Global es que se trata de una de las grandes promesas para la descarbonización: no emite gases con efecto invernadero, ni ruidos, ni humos, se puede instalar en el tejado de cada cual, parece que sale a cuenta económicamente, por lo menos a largo plazo, y le dota a uno de cierta independencia frente a las compañías eléctricas. En el otro extremo, sin embargo, nos encontramos con los niños que trabajan en alguna de las muchas minas de cobalto, cobre o tántalo congoleñas, aportando los materiales necesarios para las baterías, cables y otros artefactos necesarios para la foto báltica. Tal vez ni esos niños hambrientos y explotados, ni sus padres, sepan para qué demonios sirven esos minerales que están extrayendo.
El reciente despegue de la energía solar tiene su justificación en la literatura científica. El último informe del IPCC sobre mitigación del cambio climático propone que la energía solar, junto con la eólica, sean las grandes protagonistas de la necesaria y urgente descarbonización de nuestra economía. Este informe también propone la electrificación del transporte. Esto es, el reemplazo masivo de los vehículos de combustión interna por los eléctricos
Descarbonización a costa de la imposición del extractivismo. El caso del litio y el cobalto.
Se ha argumentado que, tanto el despegue de estas energías llamadas renovables como la electrificación relacionada con la automoción, pueden representar una nueva forma de colonialismo: el colonialismo ambiental. Y es que estamos sustituyendo una economía basada en combustibles fósiles por otra basada en la minería. La Agencia Internacional de la Energía ha estimado que, para la fabricación de un vehículo eléctrico, se consumen seis veces más minerales que para la de uno convencional; y que un parque eólico terrestre requiere de nueve veces más minerales que una central eléctrica de gas. Sin embargo, la disponibilidad de muchos de estos minerales se encuentra en los países empobrecidos. Los países enriquecidos importan los recursos y, en consecuencia, exportan los impactos nocivos de la minería a una parte del mundo. Se deslocaliza el impacto y la contaminación resultantes de la explotación de materias primas, de forma que estas energías son consideradas como limpias en el Norte global. Pero incluso en el Norte global, los impactos de estas tecnologías sobre el territorio pueden ser notables.
El litio y el cobalto son algunos de los componentes esenciales de las baterías de los vehículos eléctricos. Hay varios países en Europa que disponen de reservas de litio, entre ellos España. Sin embargo, la legislación actual española no permite la extracción minera de litio porque se considera contaminante. Pero eso no es óbice para que se promueva la importación de minerales de otros países independientemente del impacto ambiental en el país de origen. En la actualidad, Chile es uno de los principales exportadores de litio, y es precisamente en el desierto de Atacama, entre Chile, Argentina y Bolivia, dónde se estima que existen las mayores reservas mundiales de litio. Para la extracción de litio en Atacama, los mineros bombean agua con sales en unas pozas donde separan el litio mediante la evaporación de agua. Desde un punto de vista industrial, se trata de un proceso barato, ya que requiere de poca energía. Desde un punto de vista social o ecológico, puede resultar desastroso ya que se consumen cantidades ingentes de agua. El agua que va destinada a las minas de litio no puede emplearse para regar los cultivos del pueblo atacameño, uno de los principales afectados por la minería de litio. La producción agrícola de maíz, quinoa, frutas y verduras, junto con la actividad ganadera de guanacos, lamas y alpacas, se ha reducido, por lo menos en parte, por la disminución del nivel freático inducido por la mina. Los conflictos con la población local y la desposesión de las tierras a los indígenas para abastecer de litio y otros minerales a los países del Norte global son una constante
La República Democrática del Congo es el principal suministrador de cobalto mundial. Las mujeres y los niños que trabajan en las minas de cobalto cobran sueldos miserables, inferiores a la de los hombres, y las condiciones de seguridad son extremadamente precarias. Debido a la falta de medidas preventivas, como unos mínimos sistemas de ventilación, los mineros del cobalto muestran concentraciones extremadamente altas de diferentes metales tóxicos en su cuerpo, incluyendo magnesio y uranio, que aumentan las probabilidades de desarrollar diferentes patologías graves. También se han detectado daños oxidativos en el ADN de los niños, lo que indica unas posibilidades bastante elevadas de sufrir cáncer más adelante . Los cultivos y el agua en la zona minera también muestran altos niveles de manganeso, cobalto, níquel, zinc, arsénico, cadmio, plomo y uranio.
Siendo visibles los efectos que afectan a los empobrecidos en la extracción de recursos minerales, lo que no es tan visible, son aquellos que se apropian de dichos recursos. Según un informe de 2022 del Peterson Institute for International Economics (PIIE), aunque se extraiga un 69% de la producción de este metal en RDC, únicamente el 3,5% de la producción global tiene sede congoleña (Gécamines), mientras que las principales empresas productoras en este país pertenecen a Reino Unido y Suiza (Glencore, con un 19,3% de la producción global y Eurasian Natural Resources, con el 11,6%), o a China (China Molibdenum, con un 10,8%, y Metorex, con el 3%). A la hora de entender el control final, los dos principales actores en la minería del cobalto no son los dos primeros países productores, sino la familia Glasenberg de Sudáfrica y China.
La IA no funciona sin energía
Lo anteriormente expuesto no nos resulta tan desconocido. Lo que tal vez se sepa menos es lo que está suponiendo a nivel medioambiental el avance la inteligencia artificial. Hace unos años se han encendido todas las alarmas por su elevado consumo de recursos como el agua y la electricidad. En el último informe de sostenibilidad de Google su consumo energético en 2023 fue de 25.900 gigavatios hora (GWh), cerca del de Microsoft, de 24.000 GWh. Un país como Portugal, Perú o Grecia consume unos 50.000 GWh anualmente.
El número por sí mismo quizá no dice nada, pero la tendencia, sí. Las cifras son un 68% mayores que en 2020 en el caso de Google y más del doble en el de Microsoft. El caso de Meta, otro de los actores que quiere triunfar en el mundo de la IA, es similar: pasó de 7,1 millones de MWh en 2020 a 11,5 millones en 2022 (último año con datos), mientras que Amazon es quizá la más complicada de ponderar, ya que no solo no da datos de consumo energético, sino que sus cifras de contaminación están muy influidas por su negocio de paquetería global.
En un artículo publicado por El Economista por Noelia Garcia titulado “16,9 BILLONES DE EUROS ROBADOS: EL VERDADERO COSTE DE LA DESIGUALDAD GLOBAL”, se profundiza en cómo se sostiene este sistema económico mundial , capitalismo, ya se le pinte con el que color que sea, a costa de los países empobrecidos. Para que las economías del Norte sigan creciendo, necesitan «sacar» muchos recursos y trabajadores de los países del Sur. Esto lo logran gracias a que los precios de los productos estratégicos que demandan los estos países del Norte no son justos en el comercio mundial.
No sólo explotación de recursos naturales, también explotación laboral
Los elevados niveles de consumo que disfrutan los países del Norte global están estrechamente ligados a la explotación sistemática de la mano de obra proveniente del Sur global. Esta conclusión surge de un reciente estudio del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB), que revela cómo esta dinámica se manifiesta a través de intercambios comerciales desiguales y las cadenas globales de suministros.
El análisis, publicado en Nature Communications, evalúa el volumen de trabajo incorporado en bienes transaccionados globalmente entre 1995 y 2021. Los resultados muestran que, en 2021, el Norte global importó 906.000 millones de horas de trabajo del Sur global, mientras que sólo exportó 80.000 millones de horas en retorno. Esto implica que, por cada hora de trabajo que el Sur global recibe del Norte, debe exportar once horas para equilibrar la balanza. Como resultado, el Norte se apropió netamente de 826.000 millones de horas de trabajo del Sur en diversos sectores, incluyendo minería, agricultura, manufactura y servicios. Esta cifra supera el total de horas trabajadas en Estados Unidos y Europa combinadas.
El Sur contribuyó con la mayoría del trabajo en todos los niveles de habilidad: el 76% del trabajo de alta cualificación, el 91% del trabajo de cualificación media y el 96% del trabajo de baja cualificación. En el mismo 2021, 2,1 billones de horas de trabajo se destinaron a la producción de bienes comerciados internacionalmente (tanto bienes como servicios). La contribución relativa del Norte y el Sur a la producción de bienes comerciados es similar a la de la producción total, con el Sur aportando el 91% de toda la mano de obra (el 73% del trabajo de alta cualificación, el 93% del trabajo de cualificación media y el 96% del trabajo de baja cualificación). Cabe señalar que estas cifras son subestimaciones, dado que la mayoría de los países del Sur global están agrupados en regiones y el comercio dentro de estas regiones no está representado.
El valor salarial de esta mano de obra neta apropiada ascendió a 16,9 billones de euros en 2021, según los estándares salariales del Norte global. En otras palabras, este es el coste que tendría la mano de obra si se pagara a los salarios vigentes en los países del Norte. Jason Hickel, investigador del ICTA-UAB, destaca que estas cifras subrayan que cada año se produce una transferencia significativa de valor del Sur al Norte, enriqueciendo a los países del Norte a expensas del Sur.
El desequilibrio en el intercambio se debe a las desigualdades sistemáticas en la economía global. Los estados y empresas del Norte buscan mantener bajos los salarios y precios en el Sur para obtener insumos y bienes a menores costos. Esto obliga a los productores del Sur a exportar más para financiar sus importaciones, resultando en grandes flujos netos de valor hacia el Norte. Como señala la coautora Morena Hanbury Lemos, esta dinámica limita las capacidades productivas del Sur necesarias para su propio desarrollo.
El estudio revela que los salarios en el Sur global son entre un 87% y un 95% más bajos que en el Norte para trabajos de igual cualificación, y entre un 83% y un 98% más bajos dentro del mismo sector. Las disparidades salariales son tan pronunciadas que la mano de obra altamente cualificada del Sur recibe solo un tercio del salario de la mano de obra menos cualificada del Norte.
Aproximadamente la mitad del consumo en el Norte global se sustenta en esta mano de obra neta. Esto implica que, sin esta explotación, el consumo en el Norte podría reducirse en un 50% o los trabajadores del Norte tendrían que duplicar sus horas de trabajo para compensar la diferencia. Aunque el 90% de la mano de obra global proviene del Sur, los beneficios se concentran desproporcionadamente en el Norte, donde los trabajadores del Sur solo obtienen el 21% de los ingresos mundiales.
El coautor Felix Barbour, del Instituto Beijer de Economía Ecológica de la Real Academia Sueca de las Ciencias, aclara que el Sur no solo proporciona mano de obra poco cualificada en sectores como la agricultura y minería, sino también en niveles altos de cualificación en diversos sectores. De hecho, el Norte global se apropia netamente de más mano de obra altamente cualificada del Sur que la que recibe del comercio entre países del Norte.
La contribución del Sur global a la producción total mundial ha aumentado de manera constante desde 1995 en todas las categorías de habilidad. El mayor incremento se ha producido en la categoría de alta cualificación, con la contribución del Sur a la producción de alta cualificación aumentando del 66% del total mundial en 1995 (1,9 veces más que el Norte) al 76% en 2021 (3,2 veces más que el Norte). De hecho, el Sur ahora aporta más mano de obra altamente cualificada a la economía mundial (1.124 mil millones de horas en 2021) que todas las contribuciones de mano de obra de alta, media y baja cualificación del Norte global combinadas (971 mil millones de horas en 2021). El Sur también contribuye con la abrumadora mayoría de la mano de obra en todos los grupos sectoriales incluyendo agricultura (99%), minería (99%), manufactura (93%), servicios (80%) y ‘otros’ (89%).
A pesar de contribuir con el 90-91% de la mano de obra total que se destina a la producción global y a la producción de bienes comerciados en 2021, incluyendo la mayoría de la mano de obra de alta cualificación, el Sur global recibió menos de la mitad (44%) del ingreso global, y los trabajadores del Sur recibieron solo el 21% del ingreso global en ese año.
¿Sobre quién se sostiene la transición al capitalismo verde? La “deuda ecológica”.
Una vez más queda por preguntarse, sobre quien se sostiene tanto la “transición del capitalismo verde” como nuestro “bienestar”.
“… hay una verdadera «deuda ecológica», particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre… «Constatamos que con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo. Generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse, dejan grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener» LAUDATO SI. 51