Por lo analizado, el maltrato a la niñez tiene múltiples causas y manifestaciones. ¿No arremete el Estado a una niñez campesina que ronda en las ciudades mendigando mientras sus padres, expulsados de su tierra, los abandonan para entregar su vida en los pisaderos de coca? ¿No es acaso un maltrato el que sufren los niños ricos ante el bombardeo de un sistema audiovisual alienante y violento que invade sus hogares no menos abandonados? Si algún niño sufrió la monstruosidad de un empleador, otros niños sufren hoy el trauma de padres desempleados o alcohólicos que descargan su desesperanza en la agresión a los suyos…
Pamela Santa Cruz Melgarejo
Periódico Opinión
9-05-2005
Es evidente que donde hay corrupción no puede dejar de haber violencia en todas sus formas: desde el crimen individual encubierto por la intriga, hasta el genocidio sistemático y debidamente justificado mediante la desinformación. De este modo resulta obvio suponer que los sujetos que reciben los impactos directos de determinando sistema de vida son aquellos que muestran rechazo y debilidad ante el orden establecido: los que resisten peleando contra molinos de viento y los que sufren en la soledad de su silencio. Es obvio también suponer que entre las víctimas preferidas de la violencia institucional están los niños.
En ese contexto la crisis al ser estructural, arrastra en su vorágine de desempleo e insalubridad una ola de violencia que se ensaña particularmente con los seres mas indefensos de este despiadado mundo adulto. La descomposición de los valores, al menos en la sociedad boliviana, tiene un cauce de violencia más allá de la lucha de clases. Actúa la hipocresía, (también institucionalizada) de los hombres públicos. Las relaciones basadas en esta forma se reproducen de gobernantes a gobernados, de padres a hijos, de poderosos a simples ciudadanos.
Frente a todo lo negativo que atenta contra la niñez y su derecho a una realización en condiciones humanas; surge el imperativo de redoblar esfuerzos para superar tal estado de circunstancias, determinando como prioridad nacional la salud y la educación, que de por sí irradian seguridad y libertad. La sociedad boliviana, merece hoy el estigma de la mirada de desaprobación que la niñez hace caer sobre ella; porque habiendo una Declaración Universal de sus Derechos, no los cumple en su exacta dimensión.
Por lo analizado, el maltrato a la niñez tiene múltiples causas y manifestaciones. ¿No arremete el Estado a una niñez campesina que ronda en las ciudades mendigando mientras sus padres, expulsados de su tierra, los abandonan para entregar su vida en los pisaderos de coca? ¿No es acaso un maltrato el que sufren los niños ricos ante el bombardeo de un sistema audiovisual alienante y violento que invade sus hogares no menos abandonados? Si algún niño sufrió la monstruosidad de un empleador, otros niños sufren hoy el trauma de padres desempleados o alcohólicos que descargan su desesperanza en la agresión a los suyos. Si algún niño padeció la descarga histérica de una persona que también es víctima de la irracionalidad del sistema, miles de niños viven aterrados por el abandono y su vagancia en las calles, acosados por la droga o atormentados por los recuerdos de un hogar donde no pudieron hallar educación, salud ni mucho menos amor. Es difícil sistematizar una idea precisa sobre el maltrato a la niñez. La estructura de violencia en todos los planos de la sociedad complica la posibilidad de ordenar globalmente el problema.