Y a la 53 fue la vencida

2098

Nos lo avisaron nada más tomar posesión de sus carteras ministeriales. El Ministro de Economía añadió la coletilla de la competitividad al nombre de su departamento y la Ministra Fátima Báñez sustituyó la palabra Trabajo por la de Empleo. Un cambio que pasó desapercibido pero es decisivo.

El Ministerio de Trabajo fue creado en 1920 y se mantuvo en los gobiernos de todos los periodos y regímenes que desde aquel año han existido en España: la restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la segunda república, el franquismo, la transición, la monarquía parlamentaria constitucional con sus diversos periodos de gobiernos de centro, socialistas y derechas. Hasta que llegó un gobierno que eliminó el trabajo.

La reforma laboral que el BOE publicó en febrero ha orillado, aun más, el valor del trabajo. Lo que supuso una larga lucha del Movimiento Obrero camina al cubo de la basura a golpe de decretos. Primero se hizo una reforma financiera que no permite la circulación del crédito y a la semana siguiente apareció una reforma laboral que aumentará el desempleo. Pero con el grave añadido de que nunca se hizo del trabajo una mercancía tan maleable ni se hizo creer con tanta fuerza que los trabajadores fueran los causantes del desempleo.

Las exigencias de los países poderosos de Europa y los subasteros bursátiles internacionales no tuvieron piedad. Nos han colocado ante una nueva etapa. Desaparece el derecho social en un retroceso de siglos, se rompen las reglas de juego y cada vez más aspectos de la vida quedan desprotegidos al arbitrio de los poderosos. El trabajo pierde en todas sus facetas: en las etapas de entrada con contratos basura y potenciación de la rotación y temporalidad; en el interior de la empresa se hace mayúscula la capacidad unilateral de modificar las condiciones esenciales de los contratos y de la vida de los trabajadores; la salida del trabajo se hace más fácil y barata aún si cabe.

La reforma laboral apunta a una clara dirección estratégica. El desastre económico provocado por las entidades financieras solo va a ser abordado mediante un violento ajuste salarial de los trabajadores. Y si a ello le añadimos la esterilidad sindical, provocada por la ley y ganada a pulso por los burócratas sindicales, el horizonte de las próximas generaciones se hace muy negro.

Las lágrimas de la Ministra de Trabajo italiana cuando reconoció en rueda de prensa que le costaba mucho pedir sacrificios (no llegó a terminar la palabra) a los trabajadores, contrastan con la fiesta de propaganda que se ha montado en nuestro país. Tanto del gobierno y sus voceros como de aquellos que hicieron reformas similares y vuelven a la pancarta.

Esta es la reforma número 53 del Estatuto de los Trabajadores. Ninguna de las anteriores ayudó a disminuir el paro y a dignificar las condiciones de trabajo. Quizás esta suponga un paso de no retorno y haga caer en la cuenta de que el grito de Asociación o Muerte es más necesario que nunca.