Más de 100.000 niños y niñas han nacido en los últimos años en los campos de desplazados y refugiados rohingyas en Birmania y Bangladesh a raíz de la persecución de la que es objeto esta minoría musulmana por parte de las autoridades birmanas, según Save the Children.
Con motivo del tercer aniversario de la crisis desatada en agosto de 2017 por la violenta represión con la que las fuerzas birmanas respondieron a ataques de separatistas rohingyas, la ONG ha analizado los datos de población de los campos de refugiados en Cox’s Bazar, en Bangladesh, donde residente más de 700.000 rohingyas que huyeron de la violencia en el estado birmano de Rajine, así como los de los campos de desplazados de este grupo étnico que hay en esta región.
En el primer caso, Save the Children descubrió que hay 75.971 menores de tres años que representan el 9 por ciento de la población total de los campos de refugiados, mientras que en el caso de los campos de desplazados existentes desde 2012 en Rajine, hasta diciembre de 2019 se contabilizaban 32.066 menores de siete años distribuidos en 21 campamentos, lo que representa más del 25 por ciento de la población desplazada.
En un contexto de alerta sanitaria por la pandemia de COVID-19, Save the Children ha denunciado que estos menores de edad, en su mayoría rohingyas, viven en condiciones de hacinamiento, sin libertad de movimiento y con acceso limitado al agua potable, a la atención médica o a la educación, viéndose obligados a depender casi totalmente de la ayuda humanitaria.
Runa, de tres años, nació mientras su madre cruzaba la frontera entre Birmania y Bangladesh para huir de la violencia. A Hamida, su madre, le preocupa ahora la desnutrición aguda que padece su hija. «No puedo dar a mis hijos lo que necesitan porque no tenemos dinero. No podemos cumplir sus sueños y tampoco podemos cuidarlos adecuadamente», se lamenta.
La situación es similar entre los desplazados en Rajine. Jadija ha tenido dos hijos en un campamento de desplazados después de que ella y su familia huyeran de la violencia étnica entre las comunidades rohingya y rajine en 2012. «No podemos comer ni dar medicinas a nuestros hijos. Huimos porque destruyeron casas y quemaron vivas a algunas personas en el mercado»
Por su parte, el director de la ONG en Birmania, Mark Pierce, ha puesto el acento en que «se les está robando el futuro a toda una generación de niños y niñas». «Los miles de menores de los campamentos de Rajine viven separados de otros niños porque pertenecen a otras comunidades étnicas o religiosas. Debemos evitar que toda una generación crezca en la segregación forzada, que solo divide aún más a las comunidades», ha reclamado.