«Elite o escoria»: La trama financiera del presidente de METROVACESA

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Libro bomba contra Rivero: «Elite o escoria» donde se acusa al presidente de Metrovacesa de montar una trama financiera en paraísos fiscales para no perder el control de la inmobiliaria.
«Elite o escoria»: La trama financiera del presidente de METROVACESA

Por Miguel Rozas
Nueva economía
24 de Abril de 2005,

Barreras adquiriría el 2,5% de Metrovacesa a través de su estructura de sociedades en paraísos fiscales a cambio de un sobreprecio en la venta de las parcelas que le cubriera, al menos, parte del riesgo asumido en la compra de acciones». Así arrancó Joaquín Rivero su entramado de operaciones financieras e inmobiliarias para conseguir alzarse con el poder en Metrovacesa y obtener el apoyo de la mitad del capital de la sociedad en marzo de 2003.

Elite o escoria, el libro que verá la luz esta semana y del que, de momento, se han impreso sólo un centenar de ejemplares, denuncia cómo la inmobiliaria compró a José Alberto Barreras, empresario gallego de 77 años, unos terrenos en Las Palmas, en un paraje llamado Barranco Balitos, con una extensión de 52.000 metros cuadrados por 25 millones de euros -si bien, según la auditoría del proyecto de fusión de Metrovacesa esa cantidad era de 36,3 millones de euros y en las auditorías de la empresa gestora de la venta, 28,2 millones-. Un precio bastante alto si se tiene en cuenta que los terrenos podían verse afectados por la Ley de Moratoria canaria que limita los planes urbanísticos en las zonas costeras de las islas. Semanas después, Barreras adquirió más de dos millones de acciones de la inmobiliaria en Bolsa.

El libro promete ser toda una bomba de relojería a punto de estallar sobre Joaquín Rivero, presidente de la primera inmobiliaria de España y la segunda de Europa. En él se denuncia una presunta estafa en la pugna de Bami por Metrovacesa, en la que habrían participado diversas empresas fraudulentas, paraísos fiscales y agentes fiduciarios.

Elite o escoria, al que ha tenido acceso EL MUNDO y cuyos autores revelarán su identidad esta semana, coincidiendo con la junta general de accionistas de Metrovacesa que se celebra este jueves, ha sido elaborado, en una gran parte, con información aportada por pequeños accionistas, antiguos empleados e inquilinos de la propia inmobiliaria afectados por promesas incumplidas.

En él se desgrana la historia de cómo en 2003 Joaquín Rivero fraguó una supuesta concertación de operaciones para descarrilar una OPA hostil italiana que pretendía reventar el plan del rey del ladrillo y quedarse con la inmobiliaria. Todo un bombazo que ha levantado ampollas entre la cúpula de Metrovacesa, y cuya difusión ya han intentado frenar.

Quarta y Astrim

Todo comienza cuando dos grupos italianos, Quarta y Astrim, lanzan en enero de 2003 una OPA hostil sobre Metrovacesa, adquirida hacía medio año por Bami al BBVA. Si la oferta tenía éxito, Rivero podía olvidarse de su ansiada corte del ladrillo.

«Si ganaban Caltagirone y Marchini, a Rivero le quedaría una deuda con el BBVA de 545 millones de euros -precio pagado por la adquisición del 23,9% del capital de Metrovacesa en poder de la entidad-. En tal caso no podría devolver el préstamo sindicado concedido por el Banco Popular y otras 15 entidades. Su empresa Bami iría a la quiebra y sin acceso a los activos de Metrovacesa para pagar sus deudas».

Entre otras cuestiones, el libro acusa a Rivero de pagar 11 millones de euros de sobreprecio a Barreras en compensación por los favores hechos en el parqué, para garantizarse el mantenimiento del control de la inmobiliaria. De ser ciertas estas acusaciones, el presidente de Metrovacesa habría incumplido la normativa de la CNMV que prohíbe que una compañía afectada por un proceso de OPA realice operaciones que no se ciñan a la actividad propia de la sociedad.Tanto Barreras como Rivero niegan rotundamente que exista pacto alguno.

En esta supuesta operación ilegal, el empresario gallego utilizó -según se cuenta en el libro- sociedades pantalla en España y en paraísos fiscales para ocultar la concertación de la operación.Barreras, con los citados 11 millones de euros de sobreprecio, más un crédito de 10 millones de euros que le concedió el Banco Urquijo y otros 15 millones de euros aportados por Crédit Agricole Indosuez, adquirió más de dos millones de títulos de Metrovacesa.

«Dicen que el mayor temor de un estafador es ser a su vez estafado», afirma uno de los autores, quien añade que «se dio el delirante caso de que, en plena compra de acciones, Barreras desconfió del fiduciario proporcionado por el Banco Urquijo (un «hombre de paja» para evitar que él apareciera como el titular de empresas pantalla en Suiza y Luxemburgo). Barreras insistió en poner su rúbrica en todas las operaciones y ordenó el envío de los documentos a su fax. Un craso error.

Esta supuesta concertación de compra de acciones motivó que el 25 de mayo de 2004, un accionista de Metrovacesa presentara una querella ante el juzgado de instrucción de la Audiencia Nacional contra el consejo de administración de Metrovacesa por un supuesto delito societario, falsedad en documento mercantil, apropiación indebida, estafa y aquellas que pudieran derivarse de la investigación.Un consejo que estaba formado, entre otros, por Joaquín Rivero y su mano derecha, Ignacio López del Hierro. La citada querella les considera autores del fraude en la compraventa de los terrenos Barranco Balitos en Mogan, (Las Palmas), propiedad de Barreras, además de un delito de falsedad en documento público.

Sospechas

Lo cierto es que durante el proceso de OPA, las sospechas de que los accionistas de referencia de Metrovacesa estaban apoyando al presidente comprando paquetes sobre- voló el parqué. Los italianos no podían creerse los volúmenes de contratación de la inmobiliaria (hasta 10 veces mayor que en una sesión normal). Pero la CNMV no detectó irregularidad alguna. Cuando los italianos expresaron su indignación ante semejante «chanchullo», el organismo regulador del mercado bursátil salió del apuro dándole un «capón» a Rivero, amonestándole por una infracción menos grave.

Elite o escoria también llama la atención sobre otras instituciones.Sus páginas relatan un ambiente enrarecido de altas finanzas, facilitado por el obsoleto control de instituciones y auditores poco independientes. Un mundo donde los consejeros no se rigen por el código del buen gobierno, sino por el del buen amigo; los jueces se declaran no competentes; los fiscales no ven indicio de delito; y las auditoras «bailan» las cifras.

Así, tras la compra del paquete del 23% que el BBVA tenía en Metrovacesa por 545 millones de euros, Rivero inició la búsqueda de un socio internacional que le inyectase liquidez a una Bami financieramente débil por la compra de su rival. El encargado fue Alejandro Agag.

Durante su etapa como secretario general del PP europeo, el yerno de Aznar trabó estrecha amistad con Silvio Berlusconi y fue éste quien le presentó a la élite empresarial de Italia. Entre los primeros contactados por Agag estaba Francesco Gaetano Caltagirone (corporación Quarta), patriarca de una gran familia empresarial italiana, y ahora muy activo encabezando el contrapacto para frenar la OPA del BBVA sobre la Banca Nazionale del Lavoro. Otra persona interesada en la propuesta fue Alfio Marchini (Corporación Astrim) y amigo del primero.

En un principio, Caltagirone quiso adquirir entre un 5% y un 10% de Metrovacesa, pero durante un par de visitas a Madrid, Agag constató una «falta de química entre Rivero y Caltagirone» y un cambio de posición: el italiano buscaba ahora entre un 10% y un 15% y condicionó su inversión a una futura operación vinculada con la cúpula directiva: la venta de una finca suya en Fuengirola para construir 3.000 viviendas. No hubo acuerdo sobre el precio.El final ya se conoce, la citada fracasada OPA hostil.

«Cuando se conozca toda la trama, Rivero se marchará de Metrovacesa con un asunto penal entre manos», sentencia Elite o escoria.


ALEJANDRO AGAG: EL INTERMEDIARIO IDEAL

El libro destaca a Alejandro Agag como clave en la adquisición al BBVA de su inmobiliaria Metrovacesa por Bami. En 2002, Ignacio López del Hierro, mano derecha de Rivero y a quien los autores identifican como la figura política de Bami, vio en Agag el intermediario ideal: tenía acceso directo a la cúpula del banco, el cual daría por hecho que contaba con la bendición del Gobierno de Aznar, y, como ex secretario general del PP europeo podría localizar un socio internacional para blindar a Bami en Metrovacesa. El plan era adjudicar la inmobiliaria, a sobre cerrado, entre las aspirantes: Colonial, la gallega Fadesa y Bami. Cuando Agag informó a esta última de que la mejor oferta era de Fadesa, Rivero la superó por un euro. Fuentes financieras ya apuntaban entonces que la adjudicación podía ser irregular. El 3 de junio de 2002, el BBVA anuncia su decisión: acepta la oferta de Bami de 545,4 millones de euros. Esta cantidad supuso una prima del 59% sobre el cierre de la cotización del día anterior. Los autores del libro afirman que según los directivos de la antigua Metrovacesa, Alejandro Agag cobró el 1% del importe de la operación: 5,4 millones de euros. Esto nunca fue confirmado ni por Agag ni por el propio Rivero.