En la raíz de esta guerra hay un plan para expoliar el país de sus recursos . Los Misioneros Combonianos, reunidos en Roma procedentes de diversos continentes para nuestro XVII Capítulo General, deseamos manifestar nuestra solidaridad con las poblaciones de Kivu Norte y Kivu Sur, así como de la Provincia Oriental de la República Democrática de Cong
Una vez más, denunciamos la situación trágica en que se encuentran millones de congoleños que pagan un altísimo precio por la continua situación de conflicto que sigue causando víctimas inocentes y ha provocado una gran destrucción en los largos años que dura la guerra.
Por un lado las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) en el norte y sur de Kivu y, por otra, los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) de Joseph Kony en la Provincia Oriental y en las fronteras con Sudán y con la República Centroafricana, siguen actuando en la región. Las principales víctimas siguen siendo las capas más débiles de la población. Denunciamos los secuestros de niños para enrolarlos en la guerrilla y nos impresiona el aumento de la violencia contra las mujeres.
Nos dirigimos a los organismos de la comunidad internacional, particularmente a las Naciones Unidas y al Parlamento Europeo, para que asuman la responsabilidad de salvaguardar la vida y los derechos de las poblaciones inocentes y actúen de manera que se tomen las medidas necesarias para encontrar una solución definitiva a esta situación que se ha vuelto insostenible. Es preciso hacer toda la presión necesaria sobre los gobiernos occidentales para que actúen y detengan esta catástrofe que está devastando el nordeste de la República Democrática de Congo. Lo más deplorable es que estos abusos y esta tragedia están teniendo lugar ante los ojos de aquellos que deberían proteger a la población civil.
Lo que escribían hace un año los obispos congoleños sigue estando de trágica actualidad: «Esta es una guerra hecha para encubrir el saqueo de las riquezas minerales del país, en el que el 70 por ciento de sus 60 millones de habitantes vive con menos de un dólar al día. Las consecuencias son enormes: miles de muertos, poblaciones obligadas a emigrar, niños y jóvenes obligados a enrolarse como soldados en los grupos armados... Un drama humanitario que se está desarrollando ante nuestros ojos y que no nos puede dejar indiferentes. ¡No a la guerra y al saqueo de los recursos naturales!», pedían los obispos (13 de noviembre de 2008).
La situación no ha cambiado tras los acuerdos de Goma de enero de 2008 entre los grupos armados en presencia de los Cascos Azules y de los mediadores europeos y americanos. La diplomacia se ha revelado impotente para resolver esta situación. Como misioneros que trabajamos desde hace décadas en esta región tocada por el conflicto y siendo testigos oculares de esta violencia, sabemos que en la raíz de esta guerra hay un plan para expoliar el país de sus recursos, que las partes implicadas actúan como una «longa manu» al servicio de los intereses de las potencias económicas de Occidente y de Oriente.
En estas últimas semanas, a los males causados por el conflicto, se sumó una epidemia de cólera que ha causado ya centenares de víctimas. A causa de la inseguridad, los servicios sanitarios no han podido tener acceso a las áreas afectadas por la epidemia.
Renovamos nuestro llamamiento a la comunidad internacional para que, en base a las normas del Derecho Internacional, dé una respuesta al deseo de paz de las poblaciones de la República Democrática de Congo, que siguen siendo víctimas de la guerra.
Fuente: Periodista Digital, 07 de octubre de 2009