La casa millonaria de Felipe González

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Está primera línea de playa, en Tánger. Será una espectacular mansión valorada en 2,5 millones y edificada con el visto bueno del amigo Mohamed VI. Veo7 emite imágenes de la construcción

Felipe González es un enamorado de Tánger, lugar en el que veranea desde su época como presidente del Gobierno, durante la que trabó excelentes relaciones con la Casa Real de Marruecos. Gracias a ello, Procisa, propiedad de Luis García Cereceda, íntimo amigo del ex presidente del Gobierno y promotor de, entre muchos desarrollos urbanísticos, la lujosa urbanización La Finca, pudo comprar el terreno a la Casa Real marroquí y construir en primerísima línea de playa. Así lo han reconocido fuentes de la promotora, que aseguran que González «tuvo que usar sus influencias con la Casa Real para conseguir el terreno». Cuando esté terminada la lujosa mansión, contará con 2.200 metros cuadrados de construcción repartidos en una casa principal de 600 metros , otra casa para el servicio, garajes, patios, porches y piscina. Todo ello, en una parcela de más de 5.000 metros cuadrados en la playa de Jbila.

Las dos viviendas se levantan en la zona más exclusiva de Tánger, al sur de Las Grutas de Hércules. Sobre esas cuevas, en las que -dice la mitología- descansó Hércules después de separar los continentes de África y Europa, se ubica el espléndido hotel Le Mirage, al que el ex líder socialista acude a descansar dos veces al año.

Felipe González mantiene una estrecha relación con Mohamed VI desde que el ex presidente español trataba con su padre Hassan II los asuntos que concernían a los Gobiernos de España y Marruecos. Ya como ex presidente, el ex líder socialista se ha dedicado a abrir puertas a potentes empresarios que quieren extender sus negocios en América Latina y Marruecos. Un ejemplo de ellos es la reunión que mantuvieron, en enero de 2006 en Marruecos, Mohamed VI, Felipe González y el magnate mexicano Carlos Slim, que quería introducir su compañía telefónica, Telmex, en el país magrebí.

Tanto los guardias de seguridad del complejo palaciego saudí como los empleados del hotel Le Mirage saben quién será su futuro vecino. Preguntados por qué han podido construir tan cerca de la playa, no dudan en responder: «Aquí eso sólo lo puede hacer el rey o un amigo del rey». Junto a la carretera hay un cartel que dice en árabe y francés Playa de Jbila, pero detrás ya no se ve la playa, sino dos moles de hormigón con inmejorables vistas.