La miseria en tiempos del "dictado económico"

2408

Mientras prosiguen las negociaciones sobre la eliminación de la deuda griega, el Ayuntamiento de Atenas suministra dos comidas al día a los trabajadores despedidos, víctimas de los planes de austeridad y amenazados por el hambre. Una situación que algunos griegos no dudan en comparar al tiempo de la Ocupación.

Todos los días se repite la misma escena: a mediodía, una multitud silenciosa se apiña ante las rejas del Ayuntamiento de Atenas, a dos pasos de la plaza Omonia.

¿Cuántos son? ¿Un centenar de personas? ¿Quizás más? "Por las noches, son dos o tres veces más", suspira Xanthi, una joven encargada por el ayuntamiento para que "gestione a la multitud". El ambiente es tenso cuando por fin se abren las rejas y se forma una larga cola ante el mostrador donde se distribuye una Coca-Cola light y una especie de puré de patatas en un envase de plástico.

Se oyen gritos, discusiones, todo tiene que ir muy rápido: la distribución se realiza en sólo media hora.

Entre algunos individuos marginales y ancianos con prendas viejas, se observa de repente a una nueva categoría de ciudadanos que hasta ahora no estaban acostumbrados a mendigar su comida. La mayoría se niega a hablar a los periodistas. "Les da vergüenza", declara Sotiris, de 55 años, que se encuentra en paro tras haber trabajado veinte años en una empresa de seguridad. "Pero en Grecia, los subsidios por desempleo sólo duran un año", recuerda.

En Grecia se les denomina "nuevos pobres", o también "sin techo con iPhone": trabajadores a los que han echado de una de la multitud de pequeñas y medianas empresas que han quebrado, funcionarios despedidos tras las medidas de austeridad adoptadas desde hace dos años.

Ahora todos se encuentran en paro, después de que los créditos al consumo les impulsaran a endeudarse en exceso durante los años de prosperidad. Unos años no tan lejanos: entre 2000 y 2007, Grecia aún registraba un índice de crecimiento prometedor del 4,2%.

Los hijos del estómago vacío

Luego, la crisis bancaria de 2008 y el anuncio del catastrófico déficit presupuestario récord del 12,7% del PIB a finales de 2009, hicieron que, como si se tratara de un castillo de naipes, se hundiera esta economía de bases demasiado frágiles como para resistir el juego especulativo de los mercados.

Trabajo en negro, fraude fiscal, administración ineficaz: todos conocemos los males y gran parte de la población acepta la necesidad de las reformas estructurales exigidas por "Merkozy", como se denomina aquí al tándem integrado por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy y que domina las negociaciones en Bruselas.Pero los planes de austeridad impuestos al país desde la primavera de 2010 están teniendo consecuencias negativas.

Afectan sobre todo a los trabajadores y a los jubilados, que ha visto cómo disminuían sus ingresos, o incluso desaparecían cuando se les ha despedido, y cómo han aumentado sus impuestos de forma exponencial. El resultado es que, en dos años, en número de "sin techo" ha aumentado un 25% y el hambre se ha convertido en una preocupación diaria para algunos.

"Empecé a preocuparme cuando en la consulta vi primero a uno, luego a dos niños y luego a diez, que venían con el estómago vacío, sin haber comido nada el día anterior", cuenta Nikita Kanakis, presidenta de la filial griega de Médicos del Mundo. Hace unos diez años, la ONG francesa abrió una sede en Grecia para responder a la afluencia tan repentina como masiva de inmigrantes clandestinos sin recursos.

"Desde hace un año, los que acuden a nosotros son los griegos. Gente de clase media que, al perder sus derechos sociales, ya no pueden acudir al hospital público. Y desde hace seis meses, distribuimos tantos alimentos como en los países del tercer mundo", constata el doctor Kanakis, que se plantea lo siguiente: "El problema de la deuda es real, pero, ¿hasta dónde pueden llegar las exigencias de Bruselas cuando los niños que viven a tan sólo tres horas de avión de París o Berlín ya no pueden recibir asistencia sanitaria ni alimentarse?"

El jueves se produce una escena insólita en el centro de Atenas, en la plaza Syntagma, justo frente al Parlamento: unos agricultores procedentes de Tebas, a 83 km de la capital, distribuyen gratis 50 toneladas de patatas y de cebollas. Esta distribución, anunciada por televisión, se convierte rápidamente en un motín.

"Ahogar aún más a los más pobres"

La gente se precipita sobre los puestos. De nuevo se oyen discusiones, gritos. "No se había visto algo así desde la Ocupación", lamenta Andreas, que observa el espectáculo desde lejos. La ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial provocó una terrible hambruna que sigue latente en todas las memorias.

Pero si bien la palabra se pronuncia con frecuencia para describir el regreso del hambre que afecta a las clases medias, también surge al referirse a los dictados de Bruselas, y sobre todo de Berlín. "Cada tres meses, nos amenazan con la quiebra inmediata y nos ordenan ahogar aún más a los más pobres. ¿El dinero que nos prometen? Son préstamos que sirven únicamente para pagar a los acreedores", exclama Andreas.

Es empleado de una empresa marítima y se ríe al recordar la posibilidad de que se supriman las pagas extra de los trabajadores del sector privado. Al igual que muchas empresas, las suya no le paga el sueldo desde hace meses. "Los jefes se escudan en la crisis para no tener que pagar a sus empleados", se queja. Luego, volviéndose hacia el antiguo Palacio Real que alberga hoy al Parlamento, añade: "Aquí hay 300 cretinos que siguen a un Gobierno no elegido por el pueblo. ¿Acaso han reducido su nivel de vida? Los funcionarios de la Asamblea siguen recibiendo dieciséis meses de sueldo y en Bruselas nadie se preocupa por eso".

El primer ministro "tecnócrata" Lucas Papademos, designado en noviembre, destaca sobre todo por su silencio. Mientras el país negocia de nuevo su supervivencia, prometiendo nuevas medidas de austeridad, la única entrevista que ha concedido ha sido… al New York Times. Andreas está convencido de una cosa: "Vivimos una dictadura económica. Y Grecia es el laboratorio donde se pone a prueba la resistencia de los pueblos. Después de nosotros, será el turno de los demás países de Europa. La clase media dejará de existir".