Los casos de cólera o ébola, fiebre amarilla o malaria en África son más altos que los del resto del mundo. Venezuela, una país donde se había erradicado la malaria, es el que más casos está sufriendo en estos momentos, dada la situación de hambre y miseria.
Venezuela
La malaria, que va en retroceso en toda América Latina, se está encontrando varios obstáculos. El mayor de ellos es Venezuela, donde la cifra de nuevos casos asciende al millón de personas, según alertaron a EFE varios científicos del país, que basaron esta situación en la «decadencia» del sistema sanitario del país, un «gran retroceso» que amenaza al resto de Sudamérica.
«Se trata del mayor incremento de malaria que existe actualmente en el mundo por la rapidez y por la cantidad de casos», dijo la doctora Adriana Tami, de la Universidad de Carabobo (Valencia, Venezuela).
El informe sobre paludismo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó en noviembre del año pasado ya hacía hincapié en la gravedad de la situación, cuando se registraban en Venezuela 400.000 casos. La OMS señalaba como culpables a «la falta de acceso a medicamentos, la debilitación de programas de control de vectores (mosquitos) y el movimiento de población del estado de Bolívar (una de las zonas más afectadas) a otras áreas del país».
No es que los contagios sean selectivos. Una enfermedad puede darle a cualquier persona sin discriminar su estrato social, nacionalidad u oficio, sino que las condiciones políticas, económicas, geográficas y de salubridad juegan en contra de esta población en la que países como Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Camerún, República Africana, Chad, el Níger o Nigeria están sumidos en el conflicto y están afectadas por estos.
África
El cólera –que da por la ingestión de alimentos o de agua contaminados con el bacilo vibrio cholerae– o la fiebre amarilla –una infección viral transmitida por la picadura de mosquitos infectados – fueron catalogadas como parte de las diez amenazas a la salud mundial en 2018, por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A estas también las acompaña el paludismo (o malaria) –causada por parásitos que se transmiten al ser humano por la picadura de mosquitos hembra infectados del género anopheles– o el HAMBRE, que afecta cada vez más poblaciones.
Los millones de personas sufren de hambre son los primeros en recibir el azote de estas enfermedades como consecuencia de la injusticia. En África subsahariana esto se produce este injusto proceso de miseria-hambre-enfermedad.
A estas enfermedades se les ha sumado el ébola, en concreto el brote que desde hace nueve meses volvió a enlutar al Congo, donde se han presentado 923 casos y 582 decesos. Este se detectó por primera vez en 1976 en lo que antes se conocía como Zaire (donde ahora queda el Congo), es transmitido al ser humano por animales salvajes y se propaga en humanos por la transmisión de persona a persona.
Con este panorama, la África Subsahariana vive una situación compleja de salud que se agudiza cada vez más.
“Las epidemias globales del futuro vendrán de África, no debemos bajar la guardia”, así lo aseguró el virólogo congolés que descubrió el ébola, Jean Jacques Muyembe, en una entrevista a El País de España, en marzo de 2017. Para 1976, Muyembe era el único virólogo de todo el país y arriesgó su vida para tomar las muestras de los restos de las primeras personas que fallecieron por el brote en la villa de Yambuku, trabajo que realizó junto al científico belga Peter Piot.
La advertencia del virólogo –uno de los científicos más destacados del continente– se conjuga con la realidad de esta zona: un territorio tropical, con gobiernos cuestionados e inmerso en guerras.
Los países afectados están ubicados cerca del Ecuador africano como Uganda, Gabón, Nigeria, Mali y Sierra Leona. Sin embargo, para el médico Casademont de MSF no es correcto generalizar. “No se puede hablar de África en global. Tiene una multitud de condiciones climáticas y geográficas que hace a las enfermedades distintas”, asegura.
Casademont cita como ejemplo el paludismo, que, en las fronteras norte y sur “ni existe” y en la parte más ecuatorial, por condiciones ambientales, la transmisión es constante a lo largo del año. Y, en la franja del Sahel, hay brotes estacionales que causan mortalidad porque coincide con el periodo del hambre, momento en el que la gente espera la cosecha y no hay reservas del año anterior: “Cuando el paludismo se junta con el hambre es mortal”.
“Muchas de las enfermedades tienen origen africano. No solo esas, sino el VIH. El África ecuatorial es un ecosistema variado con diversidad de ambientes y fauna, zancudos e insectos transmisores de enfermedades. Eso es un factor”, así lo explica que Francisco Javier Díaz, profesor de Medicina de la Universidad de Antioquia (Colombia).
Señalar a la geografía, si bien explica el contexto africano, no es un motivo único. En Colombia tenemos la selva amazónica y la incidencia de casos de malaria se estimó en 62.141 durante 2018, según el Instituto Nacional de Salud. El Cólera afectó al país en 1991, en una epidemia que inició en la costa Pacífica y siguió los cauces de los ríos Magdalena y Cauca. De este brote, el INS estima que la tasa de incidencia fue de 51,2 casos por cada 100 mil habitantes.
El paso del cólera no acabó ahí. Hasta 1999 se presentaron más casos y hubo una pausa en sus apariciones hasta 2004, cuando se reportaron otros tres procedentes del municipio de Tumaco. Desde entonces, no se han registrado nuevos brotes.
Entre los informes de las mismas enfermedades y contextos geográficos y sociopolíticos hay diferencias. En el caso de la malaria, “el microorganismo que la produce en África es diferente al que lo genera entre nosotros. Acá tiene un impacto económico y desencadena enfermedad. En África, mortalidad”, explica César Segura, profesor de Medicina de la Universidad de Antioquia.
Cuando lo político enferma
Para Segura, quien es Magister en Epidemiología y PhD en Salud Pública, aparentemente la posición geográfica hace que este tipo de enfermedades sean difíciles de radicar. Sin embargo, “más que este factor es la situación política, económica y social de esos países la que lleva a números dramáticos de impacto”.
Como Segura, Díaz señala la existencia de factores socioeconómicos relacionados con la pobreza que se traducen en cómo la gente adquiere alimento. El experto hace referencia al ébola, que tendría su origen en los murciélagos, que son cazados para el consumo humano.
Por este motivo, también tiene un vínculo con la pobreza y la precariedad de la atención pública: “Si la gente tuviera comida sin tener que capturar carne de monte, los brotes serían menos”. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en la África Subsahariana hay 413,3 millones de personas consideradas como pobres (dato revisable al alza en todo caso dado los parámetros usados)
Redacción
Fuente ElColombiano.com y El País