En Venezuela se están cometiendo crímenes de lesa humanidad. Algunos de ellos son el asesinato y represión de los indígenas pemones y otras etnias del sur del país, la deportación forzosa de colombianos y venezolanos sin los procedimientos de ley cuando en 2016 se cerró la frontera; la encarcelación u otra privación grave de libertad física en violación de normas fundamentales; la tortura que se realiza en contra de detenidos por motivos políticos; la desaparición forzada de personas, es decir, la detención o secuestro por parte del Estado.
La muerte provocada por la falta de alimentos y medicinas y por una hiperinflación (la más grande del mundo) es un crimen también de lesa humanidad. Es un crimen llevado a cabo de manera deliberada por la política de Estado con la intención de causar graves sufrimientos a la población civil y atentar contra su integridad física, su salud mental o física. Su último objetivo es someter a una población hambrienta y seguir aferrándose al poder.
Desde 2012 la situación alimentaria del país se ha agudizado año tras año hasta llegar al nivel actual de tragedia. Según el último informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), desde el año 2010 el hambre en Venezuela ha aumentado cuatro veces.
Caritas Venezuela en un informe publicado recientemente denuncia que el 73% de los hogares han disminuido sustancialmente la cantidad que come o se ha quitado una comida al día. Familias enteras rebuscando en las basuras y más de 1.000 menores abandonados en las calles de Caracas. La falta de medicinas y el hambre ha llevado a que solo en el hospital de Guaiparo de San Félix mueran mensualmente más de 30 niños y las cifras van en aumento.
Los crímenes de lesa humanidad son crímenes de Estado que deben ser juzgados ante la Corte Penal Internacional. No pueden quedar impunes y no prescriben nunca. Sin embargo nos tememos que la Comunidad Internacional, empezando por la propia ONU, no va a querer hacerlo. Hay muchos intereses creados. Venezuela es uno de los países más ricos del mundo, con las mayores reservas de petróleo, gas natural, agua, oro, coltán, diamantes… y las grandes potencias internacionales quieren repartirse el pastel. La salida del infierno en el que viven los venezolanos dependerá en gran medida de lo que se decida sobre ellos en el gran tablero geopolítico mundial. Lo que está claro es que se está produciendo el saqueo de sus riquezas a costa del exterminio y sufrimiento de una población cada vez más empobrecida.
La solución para el pueblo venezolano nunca puede venir desde los de arriba, porque son los beneficiarios de este desorden y caos establecido en el país. Solo desde los humillados y oprimidos, que pongan su esperanza en Cristo Crucificado y Resucitado, es posible construir una nueva Venezuela.
Solo los pobres son la fuerza del cambio como lo ha demostrado la historia, viviendo asociadamente la solidaridad.