El ‘big data’ está reinventando el capitalismo según el gurú de internet Viktor Mayer-Schönberger. Tanto que las empresas que lo explotan tienen un poder que inquieta hasta a los bancos.
Nueve de julio de 2019. Estrenas una camisa de palmeras comprada en Amazon. Un Cabify te recoge en casa para llevarte a la estación a la hora convenida. Tienes suerte por partida doble. Aunque no lo sepas, tienes el billete más barato del vagón porque lo compraste un día concreto a una hora determinada. También llegas a tiempo al tren a pesar de un corte de tráfico con el que has tenido que lidiar: una obra del Ayuntamiento está por fin arreglando un peligroso socavón en la vía tras las denuncias en redes sociales de muchos vecinos.
Llegas a Benidorm, donde has alquilado un apartamento turístico en Airbnb. Una vez instalado allí, te presentas en la playa dispuesto a colonizar un metro cuadrado de arena con la misma determinación con la que Neil Armstrong pisó la Luna. Piensas que te vas a dorar al sol y a darte un chapuzón. Pero no. Resulta que Google ha detectado (mucho antes que las autoridades competentes) que hay una invasión de medusas en su playa. Esta profecía se basa en las búsquedas en internet de los bañistas que te rodean.
Estamos aún en el amanecer de la era de los datos masivos. Y, sin embargo, estos ya forman parte de nuestra vida cotidiana.
Todo lo que ha sucedido en este viaje a Benidorm está influido por el big data, que consiste en aplicar las matemáticas a una gigantesca cantidad de información con un único objetivo: hacer predicciones.
El big data es algo así como la bruja Lola, pero con menos margen de error. Todas estas aplicaciones tienen un recorrido mucho mayor que hacer más cómoda la vida del consumidor. Tanto que están reescribiendo lo que entendemos como economía. El capital del futuro ya no son los telares mecánicos de los inicios de la revolución industrial del siglo XIX, ni las gigantescas factorías del cambio de siglo, ni siquiera las anotaciones contables que se mueven a la velocidad de la luz en los mercados financieros. No, son abrumadoras cantidades de datos que, convenientemente tratados, dan como resultado una acumulación de poder sin precedentes en un puñado de empresas.
Cuando el capitalismo financiero parecía un coloso indestructible, capaz incluso de sobrevivir al apocalipsis de Lehman Brothers en 2008 y su red de arrastre, parece que el big data logrará lo imposible: hacer que los gigantes financieros se tambaleen.
Esto se debe a que «el dinero está en decadencia». O, al menos, así lo asegura Viktor Mayer-Schönberger, uno de los mayores expertos de big data del mundo. «Los mercados basados en datos son mucho más eficientes que los basados en precios», apunta por email este profesor del Internet Institut de la Universidad de Oxford, como lo confirman los cambios que han vivido en los últimos años, por ejemplo, el transporte, el alojamiento y, en general, el consumo.
El capitalismo en la era del big data no implica que el dinero vaya a desaparecer, sino que cada día tendrá menos importancia. Esto va a suceder a medida que los datos hagan que el capital financiero deje de ser un signo de poder. Quién sabe si el juego del Monopoly, símbolo capitalista por antonomasia, dejará de estar representado por un banquero bigotudo con frac y sombrero de copa para dar paso al trozo de código de un algoritmo.
Esta vez la competencia no viene de la entidad de la esquina, ni siquiera de uno chino o estadounidense que quiera comprar un activo español. Son ya muchas las tecnológicas ricas en datos que han comenzado a prestar servicios financieros -o, como anunció Facebook hace dos semanas, incluso crear su propia criptomoneda- desafiando a los bancos tradicionales. «Los bancos y otros intermediarios tendrán que transformarse y reubicar sectores de negocio», pronostica Mayer-Schönberger.
Las grandes empresas tecnológicas que dominan sus sectores hoy son los protagonistas del capitalismo de datos, parte indivisible de la Cuarta Revolución Industrial, el próximo salto tecnológico brutal en el que los mundos físico, virtual y biológico van a estar mezclados. El Foro de Davos ha dedicado su última edición a buscar medidas para suavizar el impacto de lo que van a suponer el big data, la biotecnología y la inteligencia artificial. Una mala digestión de todas estas novedades pueden desembocar en décadas de paro crónico, diferencias educativas insalvables y un auge mayor de los populismos.
BlaBlaCar es un negocio que consiste en que la gente comparta viajes en coche. El usuario puede saber a través de los comentarios si el conductor que va a su destino es taciturno o le gusta charlar. Información que puede llegar a condicionar la elección más que el precio que hay que pagar. Una prueba de que los datos van sustituyendo al dinero.
Son ya muchas las tecnológicas ricas en datos que desafían a la banca tradicional
Estas nuevas formas de operar ponen patas arriba los mercados tradicionales de base monetaria. El big data empareja mejor productos y personas, desde la compra de una bufanda hasta una cita a ciegas. Esto implica menos derroche y un abaratamiento de costes.
Mayer-Schönberger describe en “La reinvención de la economía” (Ed. Turner Noema), ensayo coescrito con el periodista Thomas Ramge, esta carrera hacia mercados ricos en datos como una «nueva fiebre del oro». Una lucha comercial en la que la eficiencia cada vez será mayor y las compañías serán capaces de ayudarnos mejor a buscar lo que necesitamos. El problema es que los ganadores se pueden llevar todo el premio. Lo que implica que no haya subcampeones ni medallas de bronce, ni diplomas olímpicos…
El peligro que nos anuncia Mayer-Schönberger, colaborador con el Foro Económico Mundial, es evidente: cada sector tiene su señor feudal que lo domina como si fuera dueño de un castillo. La competencia es pobre. Hoy Google domina la publicidad y la china Alibaba es, por ejemplo, la reina de las transacciones comerciales entre empresas. Sin olvidar claro a Amazon, Uber, BlaBlaCar, Apple, eBay y demás.
A pesar del inquietante oligopolio, la visión de Mayer-Schönberger está lejos de ser distópica. Los consumidores logran lo que buscan, las empresas ganan dinero y se fomenta la equidad. Todos felices, ¿no? Bueno… No tanto. Los mercados ricos en datos , escribe, “podrían convertirse en objetivos golosos de empresas despiadadas o de gobiernos radicales que podrían no sólo hacer daño a la economía sino también debilitar la democracia».
¿Puede el big data haber matado el libre albedrío? ¿Estamos ya tan teledirigidos?
-Si se combina el big data con mercados muy centralizados se influirá sobre cientos millones de nuestras decisiones, lo que es una forma, como dices, de matar el libre albedrío humano. La gente todavía elige pero sus elecciones están muy influidas por los denominados sistemas de recomendación.
Entonces el problema no es del big data.
-No, el riesgo es que el big data esté en manos de un pequeño número de jugadores superpoderosos de la economía.
Diario El Mundo